viernes, 31 de julio de 2009

COMIENZA MI VIDA DE CASADO

A los diez días de empezar mi vida de casado mi mujer se quedó embarazada; y es que no podíamos estar perdiendo el tiempo en el tema de tener hijos debido a la edad que ya teníamos uno y otro. Durante el embarazo todo iba muy bien, salíamos a todos los sitios y disfrutábamos cuanto podíamos sin tener ningún problema. Todo normal hasta que llegó la hora del parto. Por aquellos tiempos un porcentaje bastante alto de mujeres daban a luz en las casas con la ayuda de un comadrón o de una comadrona. En mi casa estaba todo preparado para dar a luz cuando llegase el momento. El día cuatro de Agosto del año 1968 mi mujer empieza a tener síntomas de parto. Aviso al comadrón. Este señor viene enseguida. Mi mujer le comenta que parece que ha roto aguas. El comadrón le dice que no, que, como es primeriza, se ha asustado, y que de parto nada de nada. El día seis de Agosto, dos días después, sobre las ocho de la tarde, mi mujer se pone bastante mal. Aviso de nuevo al comadrón, la reconoce y nos dice que, de inmediato, hay que pedir una ambulancia y llevarla a Alicante lo antes posible. En muy poco tiempo viene la ambulancia. El comadrón le entrega al conductor unos papeles para entregarlos en urgencias en Alicante.
Salimos a toda prisa. De Villena a Alicante hay cincuenta y nueve kilómetros. El tiempo que tardó la Ambulancia fue de treinta minutos, con la sirena de emergencia puesta. En la residencia nos atienden inmediatamente e ingresan a mi mujer en la sala de partos para ver si puede dar a luz. El tiempo va pasando y, nada de nada; como no dilataba, no era posible parir. Pasa la noche y todo sigue igual. A la mañana siguiente, cuando pregunto a los médicos que la estaban atendiendo, me sueltan estas palabras: "Bueno, ha de saber usted que lo que trae su mujer estaba ya muerto cuando llegaron aquí". Nosotros nos quedamos de piedra y sin saber qué decir. El médico continúa: "Miren, vamos a esperar a ver si, con el medicamento que le hemos puesto, dilata lo suficiente para evitar hacer una cesárea". Eran las nueve de la mañana. Sobre las once vuelvo a preguntar. Me contestan que todo sigue igual. Nosotros estábamos nerviosos y tristes al ver lo que nos había pasado. Desde que ingresaron a mi mujer en la sala de partos no nos dejaron verla , por lo tanto la preocupación era todavía mayor. Sobre las cinco de la tarde me llaman a mí para que pasara a la habitación a ver a mi mujer, como diciendo "véala por si la situación se complica". Cuando entré no pude evitar que se me saltaran las lágrimas de ver lo que nos estaba ocurriendo. De nuevo el médico se dirige a mí y me dice: "mire, hemos esperado todo lo posible hasta ver si podía dar a luz por sus medios, pero no puede porque el feto en vez de desplazarse hacia abajo lo está haciendo hacia arriba, con peligro de producirse una axfisia de su mujer. A partir de aquel momento se la llevaron al quirófano para hacerle una cesárea. A las siete de la tarde nos avisan de que la intervención ha salido bien, que el feto es una niña, que si quiero verla la tienen en una de las cámaras que hay para este y otros casos. Les pedí que, por favor, me la enseñaran. Al día siguiente el médico me dice, dándome un consejo, que, para evitar un montón de problemas y de papeles, lo mejor era hacer un justificante como que se trataba de un parto prematuro. De lo contrario, como nosotros vivíamos en Villena, si lo declaraba como una muerte normal, teníamos que pasar por los juzgados, pedir autorización para trasladarla a Villena, pagar por cada uno de los pueblos por donde pasáramos y un montón de cosas mas. Yo lo comento con la familia y me dicen que haga lo más conveniente. La decisión fue tomar el consejo que me dió el médico. Así que busqué una caja de cartón, me pusieron el cuerpo de la niña dentro, y busqué un taxista. Fuimos al cementerio, entregué al enterrador los papeles y él mismo me indicó en dónde podía dar sepultura a la que hubiese sido nuestra hija. Cuando regresé a la residencia mi mujer me preguntó si había tenido algún problema, le dije que no, que todo estaba ya solucionado.
Ella en este caso fue más valiente que yo porque me dijo: "Juan, no te preocupes que en cuanto pueda te daré un hijo". A los diez o doce días le dieron de alta médica en la residencia. El médico que la había asistido nos dijo: "ahora debéis esperar, a causa de la cesárea, un tiempo prudente antes de un nuevo embarazo".
Cuando llegamos a Villena lo primero que hice fue ir a casa del comadrón a quejarme del fallo que había tenido con mi mujer. Si yo hubiese sido de sangre caliente le habría propinado un puñetazo aunque él me lo devolviera. Le dije que, por su culpa, no teníamos una hija. Me respondió: " vaya hombre, no hay muerte que achaque no tenga". Hubo muchas más palabras pero de nada me sirvieron. Creo que en esta ocasión fui un poco cobarde, o quizás tuve algo de sentido común, total, el daño ya estaba hecho.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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