lunes, 6 de julio de 2009

UN SUSTO MORROCOTUDO

Estábamos trabajando en las obras de Aspe. En España se empezaron a ver los primeros aviones reactores de propulsión. Recuerdo que un día, cuando más tranquilos estábamos trabajando en el interior de las viviendas, oímos un ruido espantoso y ensordecedor. Salimos corriendo a la calle, atemorizados, sin saber qué era lo que pasaba. Como las viviendas que estábamos haciendo estaban en plena huerta y además eran de planta baja, los dichosos aviones sobrevolaban casi a la altura de los tejados. En estas obras, además de mi grupo de compañeros, también había otro, que era, como nosotros, de Yecla. Como de costumbre y al igual que en casi todos sitios, también dormíamos en el suelo.
En estas obras disponíamos de un compañero que se encargaba de hacernos la comida del mediodía y la cena. Por las noches nos reuníamos los unos con los otros con el fin de pasar un rato. Una noche se marcharon unos cuantos de cada grupo a comprar una garrafa de vino, con la intención de estar de vuelta para la cena. Cuando se fueron eran sobre las ocho de la noche. Estuvimos esperándoles más de dos horas. Como no regresaban, no tuvimos más remedio que cenar. Pero sí que les dejamos parte de cena para cuando llegasen. Pasaban de las doce de la noche cuando llegaron. Y llegaron con un poste de madera de unos seis metros de largo al hombro de tres o cuatro, con la garrafa de vino prácticamente vacía y cantando y bailando una danza india. Nosotros estábamos ya acostados. Ellos se empeñaron, y así lo hicieron, en que nos teníamos que comer un trozo de patata cruda y beber un trago de vino. Antes de quince minutos estábamos, más de la mitad, con un cólico de espanto y haciendo cada uno sus necesidades por donde buenamente podía. Menos mal que estábamos en la huerta.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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