martes, 7 de julio de 2009

SETENTA KILOMETROS EN BICICLETA

Una vez acabadas las obras de Bocairente, la empresa nos mandó a las de Albaida. El tiempo, climatológicamente, había mejorado ya bastante. Estábamos en primavera. En estas obras de Albaida estuvimos hasta bien pasado el verano. Pero las condiciones para nosotros seguían siendo igual de desagradables; es decir, dormíamos en el suelo y la alimentación no era lo suficientemente buena para el trabajo que desarrollábamos. Por todos estos motivos a mí se me empezó a producir una gastritis, que, con el paso del tiempo, se convertiría en una úlcera duodenal. Y después de estar más de veinte años padeciéndola, cosa que no deseo a nadie, cuando tenía cuarenta y dos años, fui intervenido en el Sanatorio Mesa del Castillo de Murcia. El resultado fue excelente y, toco madera, llevo veintinueve años sin sentir molestia alguna de estómago.
Y es que había motivos más que suficientes para enfermar del estómago. En todo el tiempo que estuvimos en esta obra de Albaida no comimos ni un solo día comida caliente. Por eso, cuando los sábados iba a Yecla y en casa me ponían comida caliente, esta comida hervía en mi estómago como si fuese un ladrillo de cerámica sacado del horno y metido en agua.
Estando en esta obra y en el mes de agosto, se me ocurrió decirle a mi hermano mayor: “Pedro, ¿quieres que el lunes nos vengamos en bicicleta desde Yecla?” Me respondió que de acuerdo, que saldríamos a las cuatro de la mañana. Cuando fui el lunes a llamarle me dijo que no se encontraba en condiciones. Le respondí que yo no me volvía atrás, y salí de Yecla en dirección a Albaida. Pasé por Villena, Cañada, Benejama, Bañeres, Bocairente, Onteniente y, por último, Albaida. Lo peor del viaje fue cuando estaba entrando a Bocairente. La carretera tiene una pendiente de al menos el nueve por ciento, y se me ocurrió poner los dos pies encima del manillar de la bicicleta para ver cuánta velocidad cogía sin frenar. Cuando quise poner los pies en los pedales, perdí el equilibrio y fui al suelo en menos que canta un gallo, dándome un porrazo de campeonato. Fui al menos siete metros deslizándome por el suelo. Cuando me levanté, tenía casi todo el brazo izquierdo pelado. Pero no era grave y reanudé mi viaje. Cerca de donde me di el porrazo había una fuente de agua de nacimiento. En ella me lavé y bebí. A las ocho de la mañana estaba ya en Albaida, incluso antes que mis compañeros que venían en el autobús.
Pero la cosa no acabó ahí. El sábado siguiente, cuando terminé de trabajar, comí lo que me quedaba de la semana y, sobre las dos de la tarde, cogí de nuevo la bicicleta y emprendí viaje dirección a Yecla. Pero esta vez, en vez de irme por Bocairente, lo hice por Fontanares con dirección a Caudete. La carretera era mucho peor porque no estaba asfaltada, era de tierra. No llevaba ni gota de agua, ni un parche por si pinchaba. Por todo esto y por todo el calor que hacía me sentía bastante mal, pero no podía volverme atrás. Cuando llegué a Caudete, paré en una fuente que hay a su entrada, y en la que había dos señoras llenando agua. Yo no pude ni decir buenas tardes de seca que llevaba la boca. Lo primero que hice antes de beber agua fue mojarme las muñecas. Dejé pasar un rato. A continuación bebí un trago corto y dejé pasar otro rato. Después pude saciar mi sed bebiendo lo que quise.Cuando reinicié mi viaje faltaban todavía dieciséis kilómetros para llegar a Yecla. De éstos, la mitad eran cuesta abajo. Tomé mis precauciones para que no pasara lo de Bocairente. A las seis de la tarde estaba en mi casa. Cuando llegué, lo primero fue dar un beso a mi madre, coger un cubo de agua y lavarme lo mejor que pude. En casa no teníamos cuarto de aseo. Merendé lo mejor que pude, me cambié de ropa y me fui un rato con los amigos.
Yo no tenía novia. Al estar fuera trabajando, apenas tenía tiempo para buscar alguna chavala. A los casados les pasaba que apenas tenían tiempo de estar con sus familias. Esto también influye en la educación y cariño de los hijos.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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