viernes, 3 de julio de 2009

CAMBIO DE EMPRESA

Como ya he comentado anteriormente, la nueva empresa se llamaba Alfredo Corral Cervera. Cuando yo empecé a trabajar en ella, yo era oficial de segunda, pero la empresa me pagaba y cotizaba a la Seguridad Social como peón. Lo mismo hacía con la mayoría de los compañeros. A nosotros no nos importaba demasiado porque siempre trabajábamos a destajo. Estoy hablando de los años 57, 58 y 59.

Esta empresa tenía obras en muchos pueblos de las provincias de Alicante y Valencia. El tiempo que yo estuve trabajando en esta entidad fue de cuarenta y ocho meses, en primer lugar en el pueblo de Monóvar, y luego, por este orden, Aspe, Alicante en dos etapas diferentes, Bocoirente, Albaida y en La Eliana, estos dos últimos pertenecen a Valencia. En todas las obras mis compañeros y yo nos quedábamos a dormir en las propias obras y, por supuesto, siempre en el suelo o, como mucho, encima de unos tableros. Otra de las cosas que teníamos bastante mal era el tema de las comidas. Hubo una excepción, y fue en Monóvar. Allí nos quedábamos en una casa grande con bastantes habitaciones. En alguna de ellas había camas, pero las ocupaban los casados con sus mujeres. En esta ocasión íbamos todos los Sábados a Yecla. El camino de Monóvar hasta Villena lo hacíamos en un tren llamado El Cartagenero, que hacía el trayecto Cartagena-Valencia y viceversa. Este tren siempre llegaba a la estación deMonóvar completo. Nunca nos vendían billetes en taquilla, pero nosotros subíamos siempre con el riesgo de que, si te pillaba el revisor, te hacía pagar el doble.

Las primeras veces caíamos como pajaricos, pero en las siguientes hacíamos esto: durante la semana reuníamos el importe de los billetes de cuatro o cinco compañeros en monedas de diez céntimos. El día del viaje montábamos en vagones distintos. De esta manera, si nos pillaba el revisor, le entregábamos, por separado, el importe de cada uno de los billetes. Como el tren continuaba su camino mientras el revisor estaba contando monedas, en muchas ocasiones nos escapábamos de pagar. La poca vergüenza la tenía Renfe, por no poner más vagones.

Continúo con la estancia en la obra de Monóvar. Por las noches algunos compañeros iban al cine, otros nos quedábamos en la casa jugando a las cartas algo de dinero, poco, pero dinero. Estando en Monóvar me eché una medio novia. Una de mis primas dio a luz en Villena al mayor de sus hijos, y nos invitó al bautizo. Pero, como nosotros vivíamos en Yecla, el único que podía ir era yo. Le dije a mi madre que no se preocupara, que yo me pasaría por casa de mi prima para estar en el bautizo. Nada tan lejos de la realidad, lo único que hice fue coger el tren y marcharme a Monóvar a ver a la media novia que yo tenía. Esa misma semana se quejaron a mi madre porque no habíamos ido al bautizo. Ya os podéis imaginar el disgusto que se llevó. Cuando al sábado siguiente llegué a casa, la reprimenda fue de padre y muy señor mío.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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