miércoles, 15 de julio de 2009

1200 LADRILLOS CADA UNO - DE NUEVO EN SAN VICENTE

En Onteniente trabajábamos todos los días diez horas de lunes a sábado. Pero, en una ocasión, cogimos un trabajo que consistía en hacer unos trasteros en la terraza de un edificio de cuatro plantas.

En los pueblos el único medio que había entonces para subir los materiales a las obras era el montacargas. Pero las viviendas de esta
obra estaban ya terminadas y no se podía colocar nada para subir el material. Necesitábamos 5.000 ladrillos del nº 9. Una tarde, después de salir de trabajar, los cuatro que íbamos a hacer los trasteros merendamos bien con el fin de estar lo más fuertes posible para empezar el trabajo. Todo el material había que subirlo por las escaleras. Eran 90 peldaños desde la calle a la terraza. Debido al peso de cada ladrillo, la mayor cantidad de ladrillos que podíamos subir cada uno de nosotros era de doce en cada viaje. El tiempo que nos llevó subir los ladrillos fue de unas cuatro horas. Cuando nos cruzábamos por las escaleras, no podíamos ni vernos unos a otros de la mala leche que llevábamos. Una cosa es decirlo y otra muy distinta hacerlo.

El tiempo iba pasando. Desde tiempo atrás se venía forjando un problema de convivencia entre mi madre y la mujer de mi hermano Pedro. Un día no hubo más remedio que hablar con él y decirle: “Mira Pedro, tu mujer y nuestra madre no se llevan bien. Parece ser que tu mujer la quiere tener como criada, y la madre no está dispuesta a pasar por lo que tu mujer pretende”. Añadí yo: “Pedro, tú sabes que llevamos casi cinco años trabajando juntos y que cada día hemos estado más a gusto el uno con el otro. Pero, debido a la incompatibilidad de caracteres entre la madre y tu mujer, antes de que tú y yo nos enfademos, lo mejor será que yo me busque trabajo por otro lado, y, aquí paz y allá gloria. Mi hermano no tuvo más remedio que entenderlo y, muy a su pesar, darme la razón.
Antes de marcharme hablé con los antiguos compañeros que trabajaron conmigo en Alicante. Afortunadamente entre ellos se encontraban mi otro hermano Martín y mi cuñado Pascual.
La empresa era la misma, es decir Alfredo Corral Cervera. Las obras estaban en la barriada de la Virgen del Remedio, en donde se construyeron 5.000 viviendas. Nos hospedábamos en San Vicente del Raspeig, con la suerte de que la casa era la misma en que estuvimos anteriormente.
Año 1964. Tenía yo veintiséis años y ninguna prisa para echarme novia. En este año, el día veintiuno del mes de junio, España se proclamó Campeona de Europa de selecciones de fútbol, ganando a la de Rusia por dos goles a uno. En el mes de Julio de este mismo año empecé a buscarme trabajo en Villena con la intención de irme a vivir allí.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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