MEMORIAS DE UN YECLANO

jueves, 10 de diciembre de 2009

UN CASI HASTA SIEMPRE

Al acabar de escribir gran parte de MIS MEMORIAS, y digo gran parte porque a día de hoy, diez de Diciembre de 2009, he contado lo más importante que me ha ocurrido a lo largo de mis setenta y un años, me "medio despido" de mis sufridos lectores. Alguna historieta más caerá, pero será sólo si tiene verdadero interés.

Tengo que agradecer a mi amigo Jesús el trabajo que ha hecho para corregir algunas faltas de ortografía y la forma de expresarme. Ha sido para mí una experiencia muy enriquecedora. He aprendido muchas cosas y me ha servido de acicate para meterme un poco más cada día en este mundo maravilloso de las NUEVAS TECNOLOGIAS. Os animo encarecidamente a que, si está en vuestras manos, probéis esta actividad del ordenador.

Yo espero seguir practicándola, y ojalá sea por muchos años, porque creo que me sirve para mantener activa la mente y, a la vez, para matar el tiempo.

martes, 8 de diciembre de 2009

PÁGINA DE HUMOR

Estoy pensando que no sería bueno que terminase de escribir lo principal de MIS MEMORIAS con un capítulo tan triste como el anterior. Por eso he decidido hacerlo con unas pinceladas o tonterías de las mías. A partir de esta entrada espaciaré mis escritos en este blog, escritos que se limitarán a relatar algún recuerdo , alguna historia antigua, o a plasmar vivencias actuales. Por otra parte, quiero abrir otro blog que voy a titular "RIPIOS de Juan el Yeclano". Serán eso, ripios, o sea tonterías mías que tendrán más o menos fuste. Me ayudarán a seguir practicando esto del internet y a mantener activa la cabeza para espantar al alzheimer. A lo dicho.

A ver si consigo arrancar alguna sonrisa. De vez en cuando viene bien para hacer que la vida no sea tan desagradable.

Yo tengo por costumbre gastar alguna que otra broma, siempre de palabra, nunca de manos, que suelen terminar mal. Pero, ojo, las bromas hay que tenerlas con personas de tu confianza que sabes que las admiten.

Viviendo en Villena fuí con Paquita a una zapatería. "Oiga, tiene zapatos del 41"; "sí, claro"; yo le digo: "pues hay que ver los años que tienen esos zapatos". La mujer tardó en reaccionar, pero admitió la broma de buen grado

En otra ocasión fuí a comprar un saco de patatas a un almacen tipo lonja. Había confianza porque habíamos comprado allí varias veces. "Vengo a por un saco de patatas". La dependienta me dice "ahí están, llévese las que más le gusten". "¿Estas patatas se deshacen?" pregunto. Ella, cargada de razón, me contesta que no. "Pues no las quiero". "Y ¿por qué no las quiere?" . Respondo "porque, si no se deshacen cómo las voy a c..."

A lo largo de la vida surgen muchas anécdotas, buenas o menos buenas. Si fuésemos anotándolas, completaríamos un libro muy gordo. Al no hacerlo, tenemos que echar mano de nuestra memoria.

Recuerdo que en una ocasión me dijo mi mujer: "Juan, hoy no tengo ganas de hacer la comida, así que coge dinero y trae un pollo asado a la brasa. Voy al asadero, me pongo en la cola y, cuando me llega el turno, digo: "hola, buenas, quiero un pollo". El empleado me dió uno de los que ya tenía preparados. Cuando llegué a casa estaba ya la mesa preparada. Nos tomamos un pequeño aperitivo y, al destapar el envase del pollo, nos percatamos de que le faltaba un muslo. Pero no era el momento de ir a reclamar. A las dos semanas Paquita me dió el mismo encargo. Fuí al mismo asadero. Le digo al empleado: "oiga, ¿tienen aquí pollos cojos?". "Por qué lo dice?". "Pues, muy sencillo, hace dos semanas me llevé uno al que le faltaba un muslo". El empleado se lo comentó al dueño del asadero. Este dijo: "Dale a este señor medio pollo más y no se lo cobres". Lo suelo contar en algunas reuniones de amigos. Creo que tiene su gracia.

Ser forastero en algún pueblo tiene sus ventajas. Por ejemplo, nosotros vivimos en Santomera y estamos también vinculados con Yecla y Villena, donde tenemos amigos. Cuando estamos en plan de broma y se presenta la ocasión, puedes contar en Villena o Yecla cosas que ocurren en Santomera: "En Santomera sacan a los muertos de pie". Ellos preguntan sorprendidos, "¿cómo que los sacan de pie?". Ydigo yo: "¿tú has visto alguna vez a los empleados de rodillas llevando a los muertos?, lo lógico es que los saquen andando".

Otra cosa que puedes contar es que en el Hospital Reina Sofía no operan de rodillas. Esto se lo dije a uno, que me preguntó: "¿ cómo que no operan de rodillas, si hace quince días operaron a mi cuñado?". Yo le contesté que los médicos siempre lo hacen de pie y no de rodillas.

En otra ocasión se me ocurrió decir en un establecimiento público en donde había seis o siete personas de ambos sexos, casi todos pensionistas, ¿han visto y oido esta mañana la tele?. Siempre hay alguien que pregúnta ¿ qué han dicho?. Les dije que había oído que, a partir del mes de mayo, iban a subir 100 euros la pensión a las mujeres de los viudos. Más de uno de los presentes exclama ¡mira qué bien!, ¿no dicen que Zapatero no hace nada bueno?. También puedes decir que a primeros de mes Zapatero va a bajar la paga a las mujeres de los viudos. Entonces habrá quien diga ¡no, si Zapatero lo va a hacer todo polvo!...

Recuerdo que a un amigo de aquí, de Santomera, le dije un día ¿sabes que Zapatero va a subir las pensiones a las mujeres de los viudos?. El me contesta, ¡antes, antes tenía que haberlo hecho! Lo bueno de esta anécdota viene cuando se dan cuenta de quiénes son las mujeres de los viudos y te siguen la broma.

Recuerdo que hubo una época en que la Caja de Ahorros del Mediterráneo, por cada cantidad de dinero que ingresabas entregaba unos boletos en los que, de vez en cuando salía algún premio/regalo, una olla, una plancha, una batidora, etc. etc. Por entonces cobré yo la paga extra de verano. Como de costumbre se la entregué a mi mujer. Me dice: "Juan toma este dinero que sobra y lo ingresas en la Caja". Voy, me pongo en la cola, allí había unas diez o doce personas. Cuando me toca entrego el dinero al cajero, lo cuenta y me dá un justificante y unos cuantos boletos. Allí mismo empiezo a destapar, éste no tiene, éste tampoco, éste tampoco, ¡hombre, éste sí que tiene!, y digo alzando un poco la voz "Manolo, me ha tocado un sujetador". El empleado, sorprendido, "aquí no salen sujetadores". Le insisto en que sí me ha tocado un sujetador. Me dice: "trae, trae". Le entrego el boleto y me dice: "Juan, aquí dice que te ha tocado una tetera"; y yo le digo: "¿y una tetera no es un sujetador?". Hubo unos momentos de cachondeo entre las personas presentes que escuchaban nuestra conversación.

En una de las revisiones que periódicamente hago en la consulta del oftálmologo, me dice éste: "Juan, usted tiene ya un principio de cataratas". Yo en broma le digo: "Pues ya estoy preocupado", el médico me dice: "¿por qué?", le respondo: "pues porque vivo en un segúndo piso y si las cataratas empiezan a tirar agua, le voy a inundar el piso al vecino de abajo".

Un domingo mi mujer y yo fuimos a pasear al pueblo de Albatera. De pronto le digo: "Vámonos para casa ahora mismo". "¿ Por qué nos tenemos que ir ?", le contesto: "¡ mira lo que dice ese letrero!, SE VENDEN BAJOS. Como resulta que mi mujer y yo somos bastante bajitos de estatura, pensé que estábamos en peligro.

Al poco tiempo estuvimos dos semanas sin salir de nuestra casa, ¿ saben por qué?; pues porque pusieron un letrero en nuestro edificio que decía SE VENDEN TODOS LOS BAJOS DE ESTE EDIFICIO. Otra vez le digo a un amigo: "mi mujer se va todos los días a andar con el fresco". El me responde: "Hace bien, así no pasa calor". Yo le digo: "no, si es con el fresco de su marido".

A mi mujer y a mí nos duelen tanto los huesos que las olivas las compramos rellenas, porque hasta los huesos de las olivas nos duelen.

viernes, 4 de diciembre de 2009

POCO A POCO SE VAN PARA SIEMPRE

Cuando analizo lo que es la vida saco la conclusión de que, en una familia, los que nacemos en último lugar entre los hijos salimos perdiendo, al menos moralmente. Me pongo como ejemplo. Ya he dicho que en mi familia fuimos cuatro hermanos, el menor yo. La lógica dice que, salvo excepciones, nos vamos yendo según el orden que marca la edad. Los que se quedan son quienes sufren y lamentan las desapariciones.

En junio del año 2004 falleció mi cuñado José a los 81 años. En su adolescencia se marchó voluntario a la guerra civil española. Fué reclamado por sus padres y volvió a casa; pero a los dos meses volvió a escaparse para irse de nuevo a la guerra. Viendo sus padres que era una tontería volver a reclamarlo, dejaron que el destino marcase su vida. Tuvo la gran suerte de que, acabada la guerra, pudo regresar sano y salvo. Once meses después de la muerte de mi cuñado José falleció otro cuñado, marido de mi hermana, a la edad de 77 años. Este otro cuñado vivió siempre entregado a su familia hasta el final de sus días. Durante los años 2007 y 2008 fallecieron siete miembros de mi familia: cuatro primas hermanas, un primo hermano, mi hermano Martín a los 76 años y, por último, mi otro cuñado Pascual a los 88 años. A fecha de hoy no me quedan hermanos, ni cuñados, ni primos hermanos; únicamente quedan mi hermana Fina y mis tres cuñadas.

Por todo esto digo que nacer el último en una familia es algo muy triste. Cada día sientes que te estás quedando más solo y ves que poco a poco tus familiares se van marchando para siempre.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

MIS SOBRINOS.

He tenido siete sobrinos; tres de mi hermano Pedro, dos de mi hermana Fina y dos de mi hermano Martín. De todos ellos actualmente viven sólo seis. El primero que vino al mundo fue Juan José, hijo de Pedro y Ana. Nació el 23 de Octubre del año 1950. Por aquellas fechas yo estaba de pastorcillo. El segundo hijo de este matrimonio fue Pedro, que nació el 27 de Febrero de 1956. El tercero, Angel, nacido el 2 de Agosto del año 1961. Cuando nació Juan José, como era el primer sobrino que había en la familia, llenó a todos de alegría; para él eran todas las caricias tanto en la casa de la abuela materna como en la de la abuela paterna. Estaba la mayor parte del tiempo en brazos de unos u otros, ya que en aquellos tiempos solamente los ricos disponían de cochecito de paseo. Quien menos disfrutaba de él era yo, porque iba al pueblo únicamente cada quince días.
Con el transcurso del tiempo fueron llegando los demás sobrinos, que llenaron también de alegría las casas. Por lógica Juan José fue el primero en ir a la escuela y, tambien por lógica, el primero en empezar a trabajar. De hecho, cuando terminaba de hacer sus deberes escolares, iba a la obra en donde estábamos trabajando y se ponía a ayudarnos en lo que podía para así ir aprendiendo el oficio de albañil. Recuerdo que una tarde se encontraba en la obra también el tío Juan, abuelo materno de Juan José, que nos ayudaba en lo que podía para no aburrirse, porque era bastante mayor ya. Era una obra de cuatro plantas. Estábamos pavimentando la tercera. El tío Juan nos llevaba el mortero con unas calderetas. Juan José se encontraba allí también y de pronto grita: "¡padre, el abuelo se ha caído por el hueco de las escaleras!". Mi hermano y yo, asustados, salimos corriendo hacia las escaleras, cuando vemos venir al tío Juan cargado con dos calderetas más fresco que una lechuga.
De haber sido cierto, el disgusto habría sido terrible y las consecuencias, gravísimas. Todo quedó en que al chiquillo se le ocurrió gastar una broma. La regañina que le dedicó su padre fue bastante gorda y no era para menos, advirtiéndole de que jamás volviera a hacer semejante cosa. El chiquillo fue creciendo y aprendió muy pronto el oficio de albañil, echó novia e hizo la mili. Cuando volvió ya licenciado su padre le dió el mando de la empresa, aunque bajo la mirada vigilante de mi hermano. Juan José era con todo el mundo la simpatía personificada y hacía amigos en menos que canta un gallo. A los veintiséis años se casó con una chica de Denia y formaron un matrimonio que se llevaba estupendamente. A los dos años de casados tuvieron un hijo, con tan mala suerte, que a los tres días se murió. Esto les afectó muchísimo. Cuando empezaban a superar esta desgracia, mi sobrino tuvo un accidente laboral a consecuencia del cual falleció a la edad de veintinueve años. Su mujer tenía veintisiete. Con el paso del tiempo su mujer rehizo su vida casándose con otro hombre; y actualmente viven felices. Tanto ella como nosotros seguimos siendo sobrina y tíos, como antes.

De los demás sobrinos tengo que decir que todos son maravillosos, buenas personas, trabajadores y que, a día de hoy, han formado sus familias y siguen viviendo y luchando para sacar adelante a sus hijos.

martes, 1 de diciembre de 2009

LAS FIESTAS DE MI PUEBLO

No sería de buen yeclano dejar de mencionar las fiestas de la Virgen del Castillo al escribir MIS MEMORIAS. Los orígenes de estas fiestas se remontan al siglo XVII. Comienzan el día 6 de Diciembre. Los actos más importantes de las fiestas han sido siempre y siguen siendo estos: la Bajada de la Virgen, que se celebra en la mañana del día 7, el Día de la Virgen el día 8 y la Subida de la Virgen el penúltimo domingo del mes de Diciembre.
Desde hace años, no sé cuantos, se viene celebrando un acto más, el llamado Ofrenda de Flores a la Virgen. Posiblemente sea éste el que más aceptación tiene debido a que no se dispara ni un solo tiro de arcabucería y a que los miembros de las escuadras desfilan acompañados de sus mujeres. En casi todos los actos de estas fiestas están presentes los disparos de arcabuces. Eso quiere decir que la pólvora está presente; pero con una particularidad que probablemente es única en España, que cada "tiraor" está obligado a llevar dos arcabuces y necesita un ayudante que es quien se encarga de cargar el arcabuz y dárselo al "tiraor" para que éste lo dispare. Este "tiraor" tiene que vestir de uniforme; en cambio, el cargador puede ir vestido con ropa de calle como una persona normal.
La Bajada de la Virgen consiste en acompañarla desde su santuario del Castillo hasta la ciudad, en la que está esperando su llegada una gran multitud de personas que la acompañarán hasta la Basílica de la Purísima. Allí permanecerá al menos ocho días para facilitar ser visitada por todo aquel que lo desee.

El día 8 de diciembre es por excelencia la fecha más importante para los yeclanos, creyentes o no. Cabe destacar la comida que se celebra en todos los hogares desde tiempo inmemorial a base del cocido con carne, acompañado de las famosas albóndigas del tamaño de una pelota de tenis, hechas con carne, sangre y piñones. Antigüamente esta comida tenía lugar solamente el Día de la Virgen, porque en la mayoría de casas la economía no daba para más.
El acto de la Subida de la Virgen al santuario o Castillo, como decimos los yeclanos, se celebra, como he dicho antes, el domingo mas próximo a la Nochebuena. El pueblo celebra este día con bastante alegría. La subida se hace sobre las cuatro de la tarde; pero antes se ha dado buena cuenta de la comida, los GAZPACHOS YECLANOS, que nada tienen que ver con los gazpachos andaluces. Los gazpachos yeclanos van sobre unas tortas de unos cuarenta centímetros de diámetro hechas con harina de trigo, tortas que han de usarse también como manteles en la mesa.

Está calculado que se necesita un cuarto de kilo de harina por comensal. Con la harina se hacen las tortas cocidas en el horno. La mitad de esas tortas se cortan en trozos pequeños que, acompañados de carne de pollo, conejo, los imprescindibles caracoles de monte y, por supuesto, alguna hierba aromática que puede ser tomillo o hierbabuena, se cocerán al fuego y se convertirán en los famosos GAZPACHOS YECLANOS. Cuando todo esto está cocinado, se vierten sobre las tortas que previamente han sido colocadas en la mesa. Lo bueno y típico de esta comida es que se come sin usar la cuchara, es decir cogiendo trozos de torta y gazpachos. Alguien decía que los yeclanos se comían hasta los manteles, y no le faltaba razón. Lástima que las buenas costumbres se vayan perdiendo. Ahora, las nuevas generaciones usan la cuchara y dejan para el final comer las tortas acompañadas casi siempre de una sardina salada.

Con esta suculenta comida, regada con un buen vino, los ciudadanos están preparados para celebrar la Subida de la Virgen a su santuario. Por si no es suficiente, para el recorrido de la Virgen hacia el Castillo es costumbre casi obligatoria llevar algo de comida y bebida para pasar la tarde. El acompañamiento a la Virgen se hace delante o detrás de la imagen. Otras muchas personas se sitúan a los lados del recorrido, se sientan en las piedras del monte y empiezan a dar buena cuenta de lo que llevan para comer, que generalmente son castañas crudas , higos secos, cacahuetes, mantecados, rollicos yeclanos y empanadas. De bebida, coñac, aguardientes, anís dulce, y, por supuesto, una buena bota de vino de la tierra. Antigüamente, y en la plaza del Ayuntamiento, se celebraban rifas de caramelos; a decir verdad, únicamente comíamos caramelos cuando llegaban estas fiestas o cuando íbamos a alguna boda. Estas rifas las hacían unos señores, casi siempre los mismos, que aprovechaban la ocasión para sacar algún dinero. Utilizando barajas españolas pegaban cuatro cartas a un cartón y vendían los cartones por ejemplo a una peseta cada uno de ellos. Una vez todos vendidos, con otro juego de cartas, el dueño le decía a alguien del público que levantase una carta. Con esa carta a la vista sabía el público a quién le había tocado el cartucho de caramelos.

En las frías mañanas del mes de diciembre se agradecen los almuerzos y desayunos que se ofrecen durante estas fiestas y que se basan en las famosas GACHAZMIGAS YECLANAS, acompañadas de longanizas y tocino de cerdo y regadas con vino de la tierra.

lunes, 30 de noviembre de 2009

OTROS MOMENTOS DE OCIO

Nos ha gustado siempre ir al teatro, a los toros y a otros muchos espectáculos. Cuando vivíamos en Villena fuimos a ver a Manolo Escobar, que actuó en la plaza de toros. Por aquellas fechas, creo recordar que transcurría el año 1972, se dedicó a hacer una gira por casi toda España. La entrada nos costó 150 pesetas a cada uno. El aforo de la plaza era de 7500 personas, y digo que era porque en la actualidad está con todo el graderío totalmente desaparecido a la espera de que alguna vez puedan o quieran reconstruirlo. La plaza estaba totalmente llena y había espectadores ocupando gran parte del ruedo.
En la década de los setenta fuimos varias veces a corridas de toros y novilladas. Al teatro tambien hemos ído varias veces a ver alguna obra de zarzuela, o del género de "varietés". Cuando vinimos a vivir a Santomera, como está a sólo once kilómetros de la capital, íbamos al Romea a ver algún espectáculo, a los toros y a otros actos.
Recuerdo que la primera vez que El Juli vino a torear a la plaza de Murcia fuimos mi mujer, mi hija menor y yo. La entrada nos costó 3200 pesetas a cada uno, y porque la sacamos de la zona de andanadas, lo más alto de la plaza. Pero bien mereció la pena, ya que disfrutamos de un gran espectáculo.
En otra ocasión vimos patinaje artístico sobre hielo en el Palacio de Deportes de Murcia. Este grupo de artistas llevaban más de veinte años sin actuar en España. Las entradas costaron bastande dinero, pero también mereció la pena. Cuando íbamos a Murcia, al teatro, lo hacíamos los viernes, y a la primera sesión. ¿Por qué a la primera sesión?, porque costaba un cincuenta por ciento menos que la de la noche, escogíamos una buena fila de butacas y podíamos después nerendar con el dinero que ahorrábamos en las entradas. Solíamos ir con nuestro coche, que aparcábamos lo más cerca posible del teatro. Cuando salíamos no había problema alguno; pero la inseguridad ha ido aumentando y, debido a ello, hemos decidido no ir más al teatro.

CON JAMÓN Y VINO, A DIVERTIRNOS.

En los ratos de ocio de que he disfrutado en la vida, incluso en el trabajo, me ha gustado poner un poco de humor siempre y cuando se trate de personas que admitan las bromas. Por ejemplo en bodas, comuniones o bautizos. En la mesa que hemos ocupado, ya sean familia o no, hemos acabado pasándolo muy bien aunque al principio no haya conocido a casi nadie; y, si los presentes son amigos, pues mucho mejor. Recuerdo que cuando se casó Juan Ruiz, el grupo de amigos que éramos empezamos la juerga a las diez de la mañana y acabamos sobre las ocho de la tarde/noche. Yo vivía en Villena. Todavía era soltero. La boda se celebró en Yecla en el mes de junio. Antes de celebrarse la misa, este amigo, es decir el novio, nos llevó a que viéramos el piso en donde iba a vivir. Cuando estaba enseñándonos la casa nos dimos cuenta de que en la despensa tenía un jamón y una garrafa de vino de doce litros. Lo primero que hicimos fue coger el jamón y el vino para llevárnoslos. El no dijo ni media palabra. Una vez celebrados la misa y el convite de boda, cuando eran aproximadamente las tres de la tarde (en aquellos tiempos las bodas se celebraban a las doce de la mañana como muy tarde y los convites tampoco eran como los de ahora, que duran cuatro o cinco horas), cogimos el jamón y el vino y nos fuimos paseando por las calles y jardines de Yecla. Donde nos parecía nos sentábamos a comer jamón y beber vino. Como era verano, cualquier sitio era bueno para hacer paradas, sobre todo en algunas de las terrazas que los bares tenían abiertas. Procurábamos, eso sí, pedir alguna cerveza para que el dueño del bar no se molestase y ganase algo de dinero. Por dondequiera que íbamos llamábamos la atención por la juerga que llevábamos; pero una cosa estaba clara, que no nos metíamos con nadie. A las ocho y media de la tarde estábamos en la estación del tren que yo tenía que coger para ir a Villena. Del jamón sólo quedó el hueso, y de la garrafa de vino, únicamente el envase. En nuestra peña de amigos tomamos por costumbre sacar a hombros hasta la calle al novio, una vez terminados el casamiento y el convite, como se hace con los toreros cuando termina la corrida y se han portado bien. Las fotos que conservamos dan buena fe de lo que estoy contando.

Con el transcurso del tiempo y debido a las circunstancias de la vida se pierde la ilusión hacia las juergas. Llegan los hijos, aumentan las obligaciones familiares que nos atan bastante, los amigos se dispersan por motivo del trabajo, nos vamos haciendo mayores y nos apetece menos hacer reuniones como las de antes.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

MAS OPERACIONES

Volviendo un poco en el tiempo, tengo que contar las dos últimas operaciones que me han hecho. Una de ellas fue por el motivo de que se me desplazaron dos pequeños cálculos que tenía en el riñon izquierdo y se situaron en el conducto de la orina. El dolor era intenso e insoportable, hasta el punto de que me tuvieron que ingresar en el hospital Morales Meseguer para extraerlos. En esta ocasión los días que estuve hospitalizado fueron pocos, pero no satisfactorios, porque al poco tiempo empecé a tener infecciones en la orina. El médico de cabecera me prescribíó cultivos de orina y, a la vista de los resultados, me puso un tratamiento a base de antibioticos; pero la infección no desaparecía. Viendo que aquello no mejoraba, optó por enviarme de nuevo al urólogo. Este doctor me hizo unas cuantas pruebas y se dió cuenta de que en el riñón izquierdo tenía un piedra bastante considerable que estaba muy agarrada al riñón. La solución que me dió fue que no tomara más antibióticos y que cada año pasara una revisión en urología. El caso es que la infección ha desaparecido y que, posiblemente, la causa fuesen los dos cálculos que me quitaron. Lo cierto es que desde que me operaron han transcurrido más de cinco años y todo está muy tranquilo. Espero que sea por mucho tiempo. Según el urólogo, con la piedra que tengo en el riñón me puedo morir de viejo sin sentir la necesidad de operarme.

La última operación que me hicieron fué en el año 2005. Motivo, VARICES. La intervención se llevó a cabo en el Hospital Reina Sofia de Murcia, recientemente inagurado por aquellas fechas. Alguien decía que solamente a las mujeres las operaban de varices. Nada más lejos de la realidad; yo puedo decir que he tenido mala suerte porque tampoco me he escapado de ellas. La pierna izquierda se me cargaba y se me hinchaban las venas, sintiendo al mismo tiempo bastante dolor. Lo puse en conocimiento del médico de cabecera, que me recetó antiinflamatorios y alguna otra cosa más. Cuando me harté de tomar medicamentos y de ponerme pomadas volví al médico y le dije por qué no me enviaba al especialista. El, convencido de que no mejoraba, no dudó ni un momento en hacerlo, aunque siempre me decía que no me operarían y que tendría que aguantarme y padecer las molestias. El especialista, me hizo unas pruebas y, una vez que tuvo el resultado, me dijo que lo mejor era operarme. Cuanto antes, le contesté. Me pusieron en lista de espera y me llamaron enseguida.

De todas las operaciones que me han hecho es en esta donde más he sufrido, y mira que llevo... Cuando entré en el quirófano y empezaron a prepararme, me pincharon en la espalda para dormirme de cintura para abajo. Tuvieron que repetir tres veces el pinchazo porque no acertaban a dar en el punto clave para dormirme, hasta que ¡por fin!... En esta ocasión también presencié cómo trabajaban los médicos. Se trataba de dar un corte de unos cinco centímetros en la pierna, justo por encima del pié; y otro corte de unos diez centímetros en la ingle. Una vez hechos estos cortes, localizan la vena afectada y empiezan a tirar de ella hasta extraerla; y tal como va saliendo, la colocan en una especie de tubo como si fuese un macarrón largo.

La recuperación fue bastante mal debido a que casi toda la parte del muslo se me puso más negra que el luto. Por si faltaba algo, cuando me pusieron el esparadrapo para sujetar la herida, como no me afeitaron bien la parte en donde tenían que cortar, cuando fuí a que me quitasen la mitad de los puntos, llevaba el esparadrapo pegado al bello. Os podéis imaginar el daño que tuve que soportar cuando metieron las tijeras.

Pero al fin, a base de paciencia y aguante, la cosa se soluciónó con bastante éxito. Una cosa es cierta, que a pesar de todas las operaciones que lleva mi cuerpo y con setenta y un años, me encuentro en muy buenas condiciones físicas porque cada día me hago al menos seis o siete kilómetros andando, incluso domingos y festivos. Si multiplicamos esos kilómetros por los días que tiene un año, resultan más de 2.500 kilómetros.

sábado, 21 de noviembre de 2009

YO TAMBIEN FRACASÉ

A lo largo de los años he sufrido fracasos, tanto profesionales como de otra índole. En lo profesional se produjo uno estando trabajando en Forte, y cuando todavía llevaba poco tiempo en la empresa.

El hecho fue que yo preparé una cimentación para posicionar un silo de cemento a granel con una cabida de 30 tm. para fabricar productos Forte. Un día y desde primeras horas de la mañana empezamos a hacer el rebaje del terreno hasta una altura de 0,80 m. y con una superficie de cuatro por cuatro m., o sea, más que suficiente para depositar las patas del silo, que, como mucho, no superaban los 2,5 m. entre ejes de una pata a otra. Todo fué perfecto, la cimentación quedó terminada sobre las cinco de la tarde, a la espera de descargar esa misma noche una cuba de cemento debajo de las patas. Como medida de precaución colocamos unas planchas de hierro porque el hormigón no estaba todavía lo suficientemente fraguado para recibir el peso del silo cargado.

Sobre las doce de la noche llegó el camión y empezó a descargar mediante un compresor que, impulsando el cemento por una manguera, produce una vibración continua sobre el silo, y, éste, a su vez, lo transmite a la plaforma en donde está el silo. El chófer se marchó dejando la descarga en marcha. Cuando creyó que ya había acabado, acudió y lo único que encontró fue el silo tumbado en el suelo y, gran parte de él, chafado. Ya se pueden imaginar lo que me esperaba al día siguiente. Tengo que admitir que la culpa fué mía por no advertir tajantemente que el hormigón no estaba en condiciones de recibir tanto peso. La consecuencia que aquello originó fue que las máquinas de aquella sección no pudieron empezar a trabajar por no disponer de cemento a granel. Como era natural el jefe supremo se enteró en cuanto llegó a la fábrica. Pidió conocer los motivos de lo que había ocurrido. No tardaron ni diez minutos en llamarme al despacho de D. Bernardo Forte, que así se le llamaba nuestro jefe.

Cuando empezó a pedirme explicaciones le dije que la culpa era totalmente mía, por no advertir de que aquello no estaba en condiciones para soportar el peso que le echaron. No quise decirle que a mí me presionaron para que aquel trabajo estuviese termidado antes del final del día.

Por lo tanto, no tuve más remedio que aguantarme la reprimenda que me dieron; eso sí, con mucha educación y con palabras que a veces hacen más daño que si te dan un grito.

Que yo recuerde, este fué el caso más grave que me ha ocurrido, porque cosas menos importantes he tenido muchas; pero yo digo aquello de que quien no se equivoca es porque no hace nada. Lo bueno es reconocer las culpas cuando uno las tiene. A veces también he fallado en cosas que han perjudicado a alguien, pero creo que jamás con mala intención. Lo dificil es convencer a esas personas perjudicadas de que no había mala voluntad.

Otro de los fracasos que he tenido en mi vida fue el siguiente: Resulta que la empresa me propuso que estudiara DELINEACION para así poder hacer los planos que se necesitaban en algunos proyectos. Les dije que me parecía buena la idea, pero que no me encontraba capacitado para llevar a buen puerto lo que me ofrecían. Me contestaron que lo intentase. Yo les contesté que de acuerdo, que por probar no iba a quedar. Así que, en cuanto pude, me puse en contacto con CEAC y solicité un curso por correspondencia. Este curso lo empecé con bastante ilusión y sacrificio, porque cada día y después de la jornada de trabajo, que siempre era de diez horas, me dedicaba a estudiar. Al principio iba bastante bien, las lecciones que yo enviaba a CEAC las aprobaba. Lo que mejor se me daba era el dibujar los pequeños planos, que eran bastante sencillos. Lo peor, las lecciones de cálculos, o sea las matemáticas. La cosa no funcionaba porque me faltaba lo principal, LA BASE. Me resultaba muy difícil, a mis cuarenta y cinco años, compaginar el estudio con el trabajo y la familia. Se me hacía más complicado cada día, hasta que me dije a mí mismo, hasta aquí he llegado, no sigo porque estoy perdiendo el tiempo y no quiero que la empresa malgaste más dinero conmigo.

Me quedó algo positivo, que aprendí a dibujar. Mi sirvió para expresar detalles constructivos de nuestros materiales y de las fachadas, que los vendedores utilizaban de cara a los clientes. Estos detalles ayudaban también a los albañiles, e incluso a arquitectos y aparejadores, porque de alguna manera disipaban cualquier duda que pudieran tener. Pero una cosa estaba clara, una vez más yo había fracasado en lo que la empresa Forte se proponía conmigo. A decir verdad, algo aprendí. Como dice el refrán, el saber no ocupa lugar.

martes, 17 de noviembre de 2009

A VIAJAR CON EL IMSERSO


El primer viaje que hicimos mi mujer y yo fue a Roquetas de Mar ( Almería), lugar bastante conocido por las personas de la 3ª edad. Lo del IMSERSO es una de las mejores cosas que los gobiernos de España han hecho para las personas mayores. Por poco dinero se puede disfrutar de unos cuantos días de descanso y ocio. Nos lo merecemos los mayores. Se lo merecen, sobre todo, las mujeres, que no se jubilan, ya que siguen llevando el peso de las tareas de la casa y, en muchos casos, el cuidado de los nietos durante el tiempo en que sus padres están en el trabajo.

Mi mujer y yo hemos visitado muchísimos lugares. De Andalucía nos faltan por ver solamente Cádiz y Jaén. Cataluña la hemos recorrido casi por completo, al igual que Castilla y León, la Comunidad Valenciana, Canarias, Islas Baleares, Asturias, Cantabria, Galicia, País Vasco y Andorra. Nos hemos asomado también a Portugal y a Francia. Hemos caminado por una gran cantidad de pueblos grandes y pequeños admirando las bellezas y curiosidades de todos ellos.

Si en este mundo hay personas a las que les gusta viajar, mi mujer está en la primera línea de todas ellas. Es capaz de subir a un autobús a primeros de año y estar viajando hasta el día de Noche Vieja. Le gusta ir de un lado para otro. No se queja de nada. Lo importante, viajar.


Otras cosas buenas que tiene el IMSERSO son que, en la mayoría de los hoteles, hay bufet libre, y que por dormir no te cobran nada; esto último es broma, quiero decir con ello que todos aprovechamos para alargar las sesiones de descanso en la cama.

sábado, 7 de noviembre de 2009

LA MADRE ESPERANZA


Por el año 1.985 y viviendo en Santomera me vinieron a visitar a casa un fotógrafo de Santomera llamado Alberto y su amigo Mauricio. Al fotógrafo ya le conocía yo de haber ido a hacerme alguna que otra foto para algún documento de los que de vez en cuando necesitamos. A Mauricio le conocía desde que vine á Forte los Sotos. Este señor fue el que me proporcionó la vivienda cuando vinimos a Santomera; era dueño de una empresa de transportes que trabajaba para Forte. Alberto pertenecía y sigue perteneciendo a la Asociación de la Madre Esperanza, religiosa e hija predilecta de Santomera, que por el año 1915, cuando tenía veintidós años, salió del pueblo e ingresó en el convento de las Hijas del Calvario, de Villena. Este convento estaba situado en un lugar montañoso muy bonito a donde acudían muchas personas el último día de la semana de Pascua a merendar. Actualmente no va ya nadie a este lugar porque pasa por allí la autovía Alicante-Albacete que han construido recientemente.

La Asociación de la Madre Esperanza quería rescatar la cruz que había en el pequeño campanario de este convento, para llevarla a Colevalenza, lugar donde está enterrada la Madre Esperanza. Para conseguir esa cruz había que contactar con alguna persona que tuviera alguna influencia en Villena y que pudiese facilitarnos el rescate de la cruz.

Como todo en esta vida, las situaciones se enlazan unas con otras. El fotógrafo y Mauricio vinieron a mi casa a preguntarme si yo conocía a alguien de Villena que tuviera amistad con el párroco de la iglesia. Les dije que sí, que precisamente el Jefe de Personal de todas las factorías de Forte había estudiado teología y había estado a punto de cantar misa; pero, que, de la noche a la mañana, se arrepintió, dió marcha atrás y se casó, llegando a tener seis hijos. Durante los siete años que trabajé en la Forte de Villena mi relación con el Jefe de Personal fue magnífica, hasta el punto de que, cuando venía a la fábrica de Forte Los Sotos, lo primero que hacía era preguntar por mí para saludarme. Así que, lo de comentarle el tema de la cruz se estaba poniendo bien. Cuando se lo dije me contestó, "Juan, no te preocupes que en cuanto llegue a Villena hablaré con D. Arsenio, que es el párroco de la iglesia de Santiago". Al día siguiente me llamó diciéndome que cuando quisiéramos podíamos ir a rescatar la cruz, pero que antes le avisara para que nos acompañase para presentarnos a D. Arsenio. Lo hicimos así. Un sábado por la tarde fuimos a Villena en el coche del fotógrafo con la intención de solucionar el tema cuanto antes. Hablamos con el párroco. No hubo ningún problema, faltaba sólo empezar a actuar.

Como herramienta llevé un pico de albañilería. Fuimos al lugar y empezamos a trabajar. Me subí por donde pude y como pude, saltando de un muro a otro hasta llegar a la cruz. Actuamos con mucho cuidado porque era difícil alcanzar el objetivo. Las fotografías son el mejor testigo de lo que hicimos. Rescatada la cruz, dimos las gracias a todas las personas que nos facilitaron la operación.

A las dos o tres semanas de haber hecho esto, una noche llaman á mi casa, ¿ quien es? "Abre, Juan, soy Alberto" No esperaba yo la visita de dos monjas que habían venido desde Asturias para saber y conocer a la persona que había rescatado la cruz del convento en donde estuvo la Madre Esperanza. La visita fue corta. Una vez que me conocieron y me dieron las gracias, me entregaron un pequeño regalo como agradecimiento a lo conseguido; el regalo era una réplica de un pequeño hórreo de porcelana y plata que todavía conservo. Siempre me ha gustado satisfacer, en la medida de mis posibilidades, las solicitudes que me llegan pidiéndome un favor.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

LOS DOMINGOS, A LA PLAYA


Desde que vinimos a vivir a Santomera teníamos las playas más cerca que cuando vivíamos en Villena, y, siempre que podíamos, nos íbamos para darnos unos baños, que son muy saludables, y para refrescarnos un poquito. Pero nunca fuimos capaces de alquilar una casa, ni siquiera para una semana, porque el presupuesto económico no nos lo permitía; eran muchos los gastos a que hacer frente y entraba solamente un jornal.

Durante los meses de verano aprovechábamos unos ocho o diez domingos para ir de playa. Nos levantábamos a las seis y media de la mañana. Preparábamos algunos bocadillos, refrescos, frutas y alguna cosa más que se nos ocurría, colocábamos todo en nuestra nevera portátil y, a bordo de nuestro flamante renault cinco, nos íbamos a Torrevieja, o a Santiago de la Ribera, o, como últimamente, a Lo Pagán. En la playa de Santiago de La Rivera había una pescadería que era también restaurante. Cuando llegábamos, lo primero que hacíamos era comprar lo que nos gustaba para almorzar y comer. Los dueños se encargaban de preparar lo que habíamos comprado; a la hora convenida lo teníamos todo dispuesto. Este sistema resultaba bastante cómodo y económico; así hasta que nuestras hijas, que se iban haciendo mayores, quisieron acompañarnos. En dos o tres ocasiones disfrutaron de la playa con nosotros mis hermanos y unos amigos de Villena. Recuerdo un fin de semana en que nos reunimos catorce personas en el piso en donde vivíamos. En aquella ocasión más de la mitad tuvimos que acostarnos en el suelo, sobre colchones y mantas. Menos mal que era verano. Hay un refrán que dice "sarna con gusto no pica". En cierta ocasión, mi hermana y unos amigos de Villena alquilaron una casa en Santa Pola para quince días y non invitaron a pasar el fin de semana con ellos. De una u otra manera lo pasábamos lo mejor que podíamos.

Pero los tiempos cambian y, últimamente, los únicos que íbamos a la playa éramos mi mujer y yo. Manteníamos la costumbre de levantarnos temprano para estar en la playa a las ocho de la mañana. Aparcábamos el cochecillo, colocábamos nuestra sombrilla y nos íbamos a desayunar churros con chocolate a un bar que estaba muy cerca. A continuación nos metíamos en el agua hasta las nueve y media; era la mejor hora , cuando estábamos más tranquilos y cuando el agua estaba limpísima. Después, a dar buena cuenta de bocadillos y refrescos. De nuevo al agua y, a las doce y media, cuando la playa se atiborra de personas que te pisan al menor descuido, recogíamos nuestros bártulos y, para casa, que nuestra hija tenía ya la comida preparada. Nos duchábamos, comíamos y a echar la siesta.

Los últimos baños nos los dábamos a mitad del mes de agosto. De seguido había que ir a Villena a disfrutar de las fiestas de Moros y Cristianos con los amigos que teníamos allí.

MI PRIMERA OPERACION TRAS LA JUBILACION

La primera operación que me hicieron después de jubilarme fue la de tiroides. En varios de los análisis que me efectuaron en las anteriores operaciones aparecía que yo tenía calcio de más. Hay personas a las que les falta, y otras, a las que les sobra. Esta anomalía que yo tenía la detectó el urólogo. Mi dijo "Juan, tengo que saber por qué ocurre esto". Me mandó hacerme unas pruebas y descubrió la causa: no funcionaba bien el tiroides, una de las cuatro glándulas que tenemos en el cuello. La solución pasaba por operarme. Me pusieron en lista de espera en el hospital Morales Meseguer, de Murcia. La intervención consistía en hacer un corte de diez centímetros en la parte baja del cuello para solventar el buen funcionamiento de esa glándula. La estancia en el hospital de desarrolló dentro de la normalidad, y a los ocho días me dieron el alta y volví a casa.

Como todo había ido bien, pensé que no iba a tener problemas; pero nada más lejos de la realidad, porque no podía valerme por mí mismo, hasta el punto de que mi mujer y mi hija me tenían que ayudar a levantarme y a acostarme. Viendo que no mejoraba acudimos al médico de cabecera, que nos dijo que era debido a la mala postura en que me tuvieron para operarme y que las molestias posoperatorias eran normales. Me aconsejaron acudir a un fisioterapeuta para que me diese algunas sesiones de masajes para descargar el agarrotamiento de los músculos afectados. Me enteré de que en el Centro de la Tercera Edad de Santomera había una fisioterapeuta que se dedicaba a estos menesteres. Hablé con ella, me dijo que no había ningún problema, que por cada sesión me cobraría 600 pesetas y que me daría las que hiciesen falta para dejarme en condiciones; y así fue. Hasta diez sesiones tuvo que darme; los primeros días me producía bastante dolor, pero, a medida que pasaba el tiempo, notaba la mejoría. Me dejó como nuevo en el plazo previsto.

lunes, 2 de noviembre de 2009

COMIENZA LA ERA DE VIAJAR


Los primeros viajes que hicimos mi mujer y yo fueron los que organizó a tierras gallegas una agencia de viajes cuando vivíamos en Villena. A ese viaje se apuntaron también mi hermano Martín, mi primo Jerónimo y mi prima Fina, todos ellos acompañados de su correspondiente pareja. La agencia fletó un autobús de cincuenta plazas, que se completó con compañeros de trabajo y conocidos de Villena. Fue un viaje maravilloso. Durante una semana recorrimos gran parte de las tierras gallegas disfrutando de los encantos que la naturaleza les ha proporcionado.

Con anterioridad a este viaje, la empresa Forte organizó uno a Madrid, pero sólo de tres días. Esta vez éramos todos obreros de la empresa con nuestras familias. Visitamos Toledo, Valle de Los Caídos en Paracuellos del Jarama, El Escorial, el Aeropuerto de Barajas, Madrid capital y el Museo de Cera. Cuando vas por primera vez al Valle de Los Caídos y ves la obra tan inmensa que hay allí, te paras a pensar y te preguntas ¿cómo es posible que la hicieran, básicamente, con el esfuerzo de los presos de la guerra civil española?

Las obras, según una placa que hay al entrar en la cripta, se empezaron al acabar la guerra en el año 1939, y se terminaron el año 1959, veinte años más tarde. ¿Cuántas personas murieron en esa obra en esos años? Según los historiadores, un número bastante elevado; unos de frío, otros de hambre, otros de enfermedades contraídas allí, y, supongo que bastantes, de pena por estar viviendo en aquel infierno privados de libertad y alejados de sus seres queridos. La cripta tiene una longitud de 300 metros, su anchura es de 22 y la altura de 11. La cruz que hay en lo alto de la montaña mide 150 metros de altura y sus brazos tienen 25 metros cada uno. Cada uno de los cuatro evangelistas que hay al pie de la cruz mide 18 metros de altura; desde la explanada que hay abajo se ven como si su altura fuese la de una persona normal.

Posteriormente a este viaje, hicimos otro de tres días a Granada, visitando Sierra Nevada, sus alrededores y un poco de Las Aalpujarras. También visitamos el palacio de Carlos V y lo que pudimos de la capital. El hotel donde nos hospedamos era malísimo en todo los sentidos; mala la comida, los aseos sucios, las habitaciones con bastantes cucarachas. Como las comidas eran malas, nos apañábamos saliendo fuera del hotel a tomarnos unas cervezas y jamón, que era lo mejor que te podías tomar. La mejor comida nos la dieron cuando regresábamos de este viaje en Puerto Lumbreras; nos sirvieron patatas a lo pobre y carne a la brasa. ¡Con qué poco nos conformamos los pobres!

Al poco tiempo repetimos viaje a Madrid y Valle de los Caídos. Recuerdo que la primera vez que fuimos la tumba de Franco estaba vacía y en esta ocasión ya estaba ocupada. Se hallaba junto a la de José Antonio Primo de Rivera.


Cuando hemos viajado, hemos llevado siempre a nuestras hijas; primero, por no cargar de obligaciones a la familia, en segundo lugar porque éramos sus padres, y, en tercer lugar porque los viajes los hacíamos por capricho. En más de una ocasión nos ocurría que no podíamos ir a una obra de teatro o a otro tipo de espectáculo porque no permitían entrar a menores.

En el mes de septiembre del año 1989 todavía estaba muy reciente la muerte de mi madre y, para evitar estar en Villena durante las fiestas de Moros y Cristianos, optamos por irnos de viaje a Asturias y Cantabria. Este viaje lo organizó una agencia de Villena. La duración del mismo fue de diez días. Fue la primera vez que nuestras hijas no vinieron con nosotros. Se quedaron a disfrutar de las fiestas, pues la mayor ya tenía diecinueve años, la menor catorce y ya podían valerse por sí mismas. Ese año las fiestas estuvieron pasadas por agua debido a una gota fría que se formó en el sureste español; dejaron de celebrarse varios actos de las mismas. Muchas personas de Villena achacaban las lluvias a un aficionado a la meteorología que es de ese pueblo y que predijo que se acercaba una gota fría y que las fiestas iban a estar pasadas por agua. Acertó, pero muchos festeros se cabrearon con él, y hubo alguien que fue en su busca para recriminarle el haber pronosticado lo de las lluvias. Este viaje a Asturias y Cantabria lo hicimos con personas de Murcia, Alicante, Alcoy, Valencia, Villarreal, Alcira y de Castellón de La plana; o sea, un autobús completo y cada uno de un padre y una madre. El precio por persona fue de 58.000 pesetas, incluídas todas las excursiones y visitas. Quien no haya estado nunca en esas tierras se llevará una gran sorpresa cuando, al salir del túnel, se encuentra con las maravillosas vistas que ofrecen, porque cambian como de la noche al día. Fue una estancia de siete días en el bonito pueblo de Santillana del Mar. De regreso a Villena, dormimos una noche en Gijon y otra en un hotel Meliá en Valladolid. Visitamos una sidrería en Gijón, en donde degustamos la deliciosa sidra. En San Vicente de la Barquera disfrutamos de comer unas deliciosas sardinas y otros pescados. Anduvimos por los Lagos de Covadonga, por los Picos de Europa. En Potes visitamos el Parque de la Naturaleza de Cabárceno. Vimos la Universidad Popular de Gijón, la cueva de Covadonga en Cangas de Onís, Santander capital, Parque de la Magdalena, Naranco de Bulmes, todo el desfiladero del Rio Sella y los acantilados de la cornisa cantábrica. Lo mejor de todo, la gran camaradería de todas las personas que componíamos el grupo; por aquello de que en visitas todos somos buenos el comportamiento fue maravilloso.

viernes, 30 de octubre de 2009

ME RETIRO DEL TRABAJO


Cuando cumplí los sesenta y dos años, la empresa y yo llegamos a un acuerdo económico, porque mi objetivo estaba ya conseguido. El acuerdo fue, tres millones de pesetas y dos años de paro cobrando ciento sesenta mil pesetas mensuales. Así hasta que cumplí los sesenta y cuatro años. Como me retiré en el mes de marzo y cumplo los años en el mes de enero, me jubilé definitivamente en enero del año 2002. ¿ Y por qué ?; pues muy sencillo, porque empezaría cobrando doscientas diez y seis mil pesetas limpias todos los meses del año, más las dos pagas extras de verano y de navidad, todo esto teniendo en cuenta que me retiré a los sesenta y cuatro y que me descontaron un 6% del 100% que me correspondía por tener cotizados más de cuarenta y un años. El 6% de descuento se debía a que me jubilé un año antes de los sesenta y cinco.

A partir de aquellas fechas experimenté una enorme tranquilidad, ya no tenía que levantarme cada día a las seis y media de cada mañana. Aún así, los vendedores continuaron llevándome planos de obras para hacer los cálculos del material que necesitaban. El precio por plano era de mil pesetas. Había obras que en veinte minutos ya las tenía estudiadas, otras me costaban una hora o más; pero, en cualquier caso, les hacía un gran favor a los vendedores y yo me ganaba un dinero, que siempre viene bien. Siempre he dicho que, por poco que uno gane, nunca pierde, y que más vale un toma que dos te daré.

Una vez que uno se ha jubilado empieza a plantearse en qué va a emplear el tiempo libre. Me propuse dedicarme a andar, que es muy saludable, para no perder el hábito adquirido en la empresa, donde cada día y a lo largo de casi veinte años hacía una media de quince kilómetros. Como dispones de mucho tiempo libre, puedes hacer bastantes cosas; por ejemplo, hacer nuevos amigos para compartir el tiempo libre con ellos. Puedes hacerte socio del Hogar del Pensionista, donde pasar tres o cuatro horas diarias jugando al dominó, leyendo el periódico o escribiendo cualquier cosilla. Te entretienes también arreglando, siempre que sepas hacerlo, las pequeñas cosas de la casa; si no sabes, mejor el profesional, aunque te cueste un dinerillo.

martes, 27 de octubre de 2009

FALSA CRISIS ECONOMICA EN LA EMPRESA

A principios del año 1996 Forte Los Sotos intenta hacer un Expediente de Regulación de Empleo, poniendo de excusa el descenso en las ventas. Hace una lista de los empleados que, según la empresa, no pueden continuar en la misma debido a los años de antigüedad con que cuenta cada uno, lo que supone mucho dinero a la hora de pagar indemnizaciones.

La lista era ésta:

  • Guillermo Robles, vendedor, 15 años de antigüedad
  • Julio Martínez, palista, 20 años
  • José Ros, cuerpo de fábrica, 25 años
  • José Paredes, maquinista, 20
  • Manuel Mazón, mecánico, 20
  • Antonio Asensio, 20
  • Dolores García, 25
  • Juan Rodríguez, 28

A primeros del mes de enero del año 1996 la empresa pone en conocimiento de los tres enlaces sindicales que hay en ella por obligación y no por gusto, lo que tiene pensado hacer; pero no les dice todavía quiénes van a figurar en la lista. Los enlaces lo comunican a todos los compañeros, lo que provoca ansiedad, estrés y un sin vivir generalizado que rompe por completo la buena armonía que había entre compañeros; porque, claro, ¿ a quién le va a tocar?, era la pregunta que todos nos hacíamos. Todo eran caras serias, mal humor, y así estuvimos quince días hasta que la empresa presentó la lista en la Delegación de Trabajo, la entregó a los enlaces sindicales y la puso en el tablón de anuncios. Como es lógico esto cayó como jarro de agua fría en los que figurábamos en ella. Todo lo contrario ocurrió en los que no aparecían en ella. Lo peor, el comportamiento de algunos compañeros de los no afectados en los despidos; ese mismo día cambiaron por completo de carácter, ya aparecían las risas, ya se gastaban bromas como si allí no hubiese ocurrido nada. ¡Hay que ver cómo cambiamos las personas en tan poco tiempo!

A los dos o tres días de aparecer la lista nos dieron en mano a cada uno de los afectados la carta de despido. Yo, particularmente, no le deseo a nadie que pase por momentos como éste, y menos llevando veintiocho años dejándome la piel cada día y en cada cosa como si fuese mía la empresa. Pero eso no me pesa porque a mí me parieron así.

Ante esta situación lo primero que hicimos los afectados fue ir a Comisiones Obreras de Orihuela. Todos estábamos afiliados a este sindicato. La primera decepción que llevamos fue que los delegados del sindicato nos dijeron que la cosa no estaba nada fácil para nosotros, que teníamos el 50% de posibilidades de ganar, y que, si nos metíamos en juicio con la empresa, ese juicio podía durar cinco o seis meses, y que durante ese tiempo no cobraríamos ni un duro.

Al oir a los delegados sindicales lo que opinaban de nuestro problema tomamos la decisión de ir a Murcia y buscar un abogado laboralista para que llevara nuestro caso. A este señor le enseñamos nuestras cartas de despido. Nos dijo que eran despidos improcedentes, que nos iba a defender a capa y espada, pero que, para empezar, necesitaba 8.000 pesetas, cantidad que le entregamos en ese momento para que no tuviera problemas. A los dos días nos llama y nos dice que no puede hacerse cargo de nuestro caso porque él pertenece a Murcia y no puede actuar en la provincia de Alicante, que es donde está ubicada la empresa Forte Los Sotos; pero el dinero que le entregamos no nos lo devuelve porque, nos dice, lo ha gastado en hacer gestiones y por el tiempo empleado. A esta clase de personas se les llama aprovechados, frescos y sinvergüenzas, ¿ o no?...

En la segunda reunión que tenemos en el sindicato de Comisiones Obreras de Orihuela, los delegados del mismo nos dicen que para los ocho obreros de la lista la empresa no podía pagar nada más que seis millones de pesetas a repartir según años de antigüedad en la misma. Cuando nos hicieron esta oferta estaba ya presente el abogado que la empresa había contratado para echarnos a la calle a los ocho obreros. Nosotros, como era lógico, no aceptamos para nada dicha oferta. Los delegados de Comisiones Obreras nos decían una y otra vez que no sacaríamos más dinero y que únicamente obtendríamos el paro y algo de dinero de la caja de compensación, y a largo plazo. Muy mal se nos estaban poniendo las cosas a todos nosotros. Hasta tres reuniones tuvimos con los delegados de Orihuela y en ninguna de ellas estuvieron presentes los enlaces sindicales de la empresa ni manifestaron nada en nuestro favor. Tras cada reunión que teníamos con los delegados de Comisiones Obreras, el abogado de la empresa, como no había estado presente, preguntaba si habíamos firmado lo que nos ofrecían.

A la semana de estar peleando y rechazando todo lo que nos ofrecían se encedió una luz a nuestro favor. Nuestra compañera de trabajo María Dolores estaba casada y su marido, que tenía un pequeño negocio, necesitaba de vez en cuando una persona que le solucionara el papeleo y, cuando eso ocurría, acudía a un abogado laboralista de Murcia. Nuestra compañera comentó con este abogado lo que nos estaba pasando. Lo primero que le dijo a nuestra compañera fue que no firmase ningún papel de los que le presentaban en sitio alguno. Ella nos lo comunicó a nosotros y le preguntamos si este abogado podría hacerse cargo de nuestro caso. Aceptó sin problema alguno de momento. Este señor lo primero que hizo fue convocarnos a una reunión en su despacho. Nos pidió toda clase de documentos en los que figurase el tiempo que cada uno de nosotros llevaba en la empresa. Estos datos se los pudimos dar a través de las nóminas, en las que figuraba antigüedad y categoría de cada uno. A continuación nos dijo que necesitaba una autorización de los enlaces sindicales de la empresa para poder actuar en nuestra defensa. La autorización se la concedieron sin problema alguno. Creo que fue lo único que hicieron a nuestro favor, habría sido muy fuerte negarse. Lo siguiente que tuvimos que hacer los ocho implicados fue darle poderes para actuar con los derechos que las leyes exigían. Con todos estos requisitos y documentos se presentó en Magistratura de Alicante y empezó a exponer las razones por las cuales nuestros despidos eran improcedentes. Pero todavía faltaba algo. Nos dijo que hacía falta un auditor de cuentas para ir a la empresa a escarbar en el tema económico y que esto nos podía costar unas 100.000 pesetas. Le dijimos que tirase para adelante porque estábamos dispuestos a todo.
Pero mira por dónde, alguien obtuvo documentos que sin querer vinieron a sus manos y se los presentó a nuestro abogado. Con aquellos documentos nuestro abogado hizo una demanda a la empresa presentándolos en Magistratura. Esto eliminaba el tener que contratar al auditor de cuentas que nos había pedido, cosa que nos alegró muchísimo. La empresa, al ver que las cosas las iba teniendo más dificiles, optó por meternos miedo diciéndonos que si no firmábamos los despidos incrementaría la lista y que, en vez de ser ocho personas, íbamos a ser diez, y por el mismo dinero, es decir 6 millones de pesetas. Nuestro abogado nos decía que nosotros tranquilos, que las cosas empezaban a ponerse bien. A todo esto, la fecha de los quince días que teníamos a partir de cuando nos dieron las cartas de despidos se iba acercando. Recuerdo que una noche, estando yo en casa, llamó el jefe de personal de la empresa pregúntandome quién era el abogado que nos estaba llevando el caso, cómo se llamaba, de dónde era. No fiándome, le contesté que no sabía nada de nada, cosa que no le convenció. Peor para él. Supuse que era para entrar en contacto con el abogado y ver de convencerle económicamente para que diera marcha atrás; pero no lo consiguió. La empresa continuó poniendose nerviosa a raiz de que su abogado hizo acto de presencia en Magistratura, y más todavía cuando le comunicaron que las cosas se les estaban complicando.

A partir de esos momentos nuestro abogado nos dijo "¿veis qué prisa tiene la empresa en que esto termine? Pues ahora van a correr más". Tenía razón, él había ya hecho la cuenta de cada uno de nosotros para el caso de que la empresa nos despidiera y tuviera que indemnizarnos. De los ocho que éramos sólo quedábamos seis, ya que dos se echaron atrás cuando vieron que las cosas empezaban a ponerse difíciles; estaban despedidos al igual que nosotros, pero se conformaban con lo de los seis millones que nos daban en principio. Cuando faltaban tres días para cumplirse el plazo de los quince, nuestro abogado tenía suficientes datos, obtenidos a través de Magistratura, para asegurar que la cantidad que debía pagar la empresa era 50.000.000 de pesetas a repartir según los años de cada uno en la misma. Toda esta información la presentó nuestro abogado al abogado de la empresa, y éste a su vez a la empresa. El tema estaba claro, o nos readmitían o ponían los 50 millones encima de la mesa. Ante este fracaso por parte del abogado de la empresa, ésta, cuando faltaban 24 horas para cumplirse el plazo de "dinero o readmisión" no tuvo otro remedio que correr y darse mucha prisa en avisarnos a cada uno de nosotros por teléfono y con un telegrama con el siguiente texto: "EXPEDIENTE DE REGULACION DE EMPLEO QUEDA NULO, PRESENTESE MAÑANA EN SU PUESTO HABITUAL DE TRABAJO. FORTE LOS SOTOS S.A." Pues bien, eso fue lo que hicimos, presentarnos en nuestros puestos.

Lamentable pero cierto, hubo alguien del personal de oficinas que, cuando nos vió llegar, dijo: "¡ ya están aquí otra vez !", pero no con buenas intenciones. A esta persona, con el paso del tiempo, un día en que hubo un cambio en los mandos de la empresa, no le dió tiempo de coger sus pertenencias personales y verse de patitas en la calle.

En la factoría de Villena también se hizo a la misma vez regulación de empleo despidiendo a 23 obreros, muchos de ellos con bastantes años en la empresa. Los despidos de estos obreros también eran improcedentes. Varios de ellos se acercaban a los 60 años de edad y no pusieron demasiada resistencia para evitarlo. Nosotros entramos en contacto con ellos para explicarles lo que estábamos haciendo, con la idea de que hiciesen lo mismo; pero apenas nos escucharon. Al final fueron todos a la calle por cuatro duros. El abogado de la empresa de Villena era el mismo que nos quería despedir a nosotros. Recuerdo que una noche, y desde mi casa, llamamos a uno de los enlaces, para decírles que, por favor, no firmasen y que hiciesen lo mismo que nosotros. Pero, como he dicho antes, no hicieron caso y mucho menos los que estaban deseando salir de la empresa.

Cuando nos readmitieron a nosotros, los de Villena, a excepción de los que no querían estar más tiempo en Forte, nos dieron la enhorabuena por conseguir no ser despedidos y por haber echado un pulso a la empresa y haberlo ganado.

Puedo decir que, a partir de readmitirnos, las cosas continuaron igual que antes por no decir mejor; no hubo ninguna represalia por parte de la empresa con ninguno de nosotros, todo lo contrario, a medida que el tiempo pasaba yo íba teniendo más cotizaciones a mi favor y, por otro lado, me pusieron una prima fija económica de 50.000 pesetas mensuales por buen rendimiento en el trabajo. Cuando la empresa se planteó hacer la regulación de empleo parece ser que a mí me incluyeron únicamente por completar la lista, al menos esto era lo que me decían el jefe del personal y el director de la factoría de Forte los Sotos, y que, una vez acabada la regulación, volverían a llamarme para trabajar. Pero no me fiaba ni de mi sombra, porque hay que ver lo mal que se pasa cuando te encuentras en una situación de despido como yo me ví. Es tan grande el golpe que recibes moralmente que no tienes ganas ni de ver a ciertas personas por mucho que te prometan que te van a llamar de nuevo.

Con el paso del tiempo, lo que sí hizo la empresa fue dar oportunidad a todo el que quería dejar de trabajar de llegar a un acuerdo económico con muchas ventajas para el obrero. Hubo alguien que aceptó esta solución. Dado que habían pasado ya dos años desde el episodio de nuestra readmisión, era importante la suma de dinero que la empresa ofrecía para estos casos. Como era optativo, a mí particularmente me interesaba mucho más continuar trabajando el máximo de tiempo para así conseguir cuantas más cotizaciones mejor y, al mismo tiempo, acercarme a los sesenta y dos años, que era la meta que yo me había planteado para retirarme del trabajo. De esta forma conseguí cinco años más de cotizaciones a la Seguridad Social.

lunes, 26 de octubre de 2009

NUESTRA HIJA MENOR TAMBIEN QUIERE ESTUDIAR



Nuestra hija Pilar, cuando tuvo la edad para ir al colegio, lo hizo al mismo que su hermana, al Virgen del Rosario de Santomera. Todos los días se marchaban las dos juntas. La mayor tenía ya diez años y la menor, cinco. Cuando Pilar terminó la Primaria nos dijo a su madre y a mí que le gustaría seguir los estudios.

El siguiente paso fue ir al Instituto Julián Andugar de Santomera. Cuando terminó la enseñanza secundaria volvió a decirnos que quería continuar estudiando y que le gustaba la carrera de Estadística; pero había un problema, que en Murcia no existía esa especialidad, sí la había en Alicante. Tuvimos, una vez más, la suerte de cara, ya que mis cuñados Ana y Pepe vivían todavía en Villafranqueza. Ellos mismos nos propusieron que la chiquilla se quedase en su casa. A ellos les venía de perlas el poder disfrutar de su sobrina Pilar, ya que, como he comentado anteriormente, no tenían hijos. A mis cuñados se les llenaba la boca al decir "mi sobrina está estudiando en la Universidad".

Nos encontrábamos en el año 1.993. Por esas fechas comenzó la construcción de la Universidad Miguel Hernández en Elche. Cuando Pilar llevaba dos años en la Universidad de Alicante, la de Elche estaba ya acabada. Había que ponerla en funcionamiento para descargar en ella una parte de la de Alicante, que en aquellos momentos contaba con unos 30. 000 alumnos, de los cuales solamente 300 estudiaban Estadística. Así que, de alguna manera, se acabó el estar tan bien en casa de sus tíos. Durante el tiempo en que Pilar estuvo en Alicante íbamos con bastante frecuencia a pasar los fines de semana. Nos acogían siempre con sumo gusto. De hecho, durante veintinueve años seguidos hemos pasado allí, en familia, las fiestas navideñas. En ocasiones, los de Yecla se unían a nosotros con sus hijos y nietos. Cuando era así, poníamos la mesa grande del comedor, que no se quitaba hasta que cada grupo familiar volvía a su casa. ¡Qué bien lo pasábamos todos juntos¡..., !cuánta alegría¡ y ¡cuánta añoranza!...

Cuando Pilar pasó a la Universidad de Elche, iba en el tren de cercanías que va de Murcia a Alicante. Este tren pasaba y sigue pasando por la estación del pueblo de Beniel, que dista de Santomera unos cuatro kilómetros. Durante más de tres años estuve yo madrugando para llevar a Pilar a la estación de Beniel, para subir al tren que pasaba a las siete y diez de la mañana. Volvía a recogerla a las ocho y veinte de la tarde. Yo empezaba a trabajar a las siete de la mañana, así que, para llegar a tiempo, nos levantábamos a las seis. Cuando ella tenía exámenes la llevaba directamente a la Universidad y, más de una vez, dependiendo de la hora en que terminaba, volvía a recogerla. Así hasta que terminó su diplomatura en Estadística.

Pilar llegó hasta donde pudo sin escatimar esfuerzos para estudiar. Lo malo es que, al igual que en muchas carreras, hay más ratas que agujeros y es dificil encontrar trabajo por muchas oposiciones a que te presentes. La solución que ha elegido nuestra hija es la de darse de alta en la Seguridad Social e impartir clases particulares en casa: Primaria, Eso, Secundaria, Universidad, Matemáticas, Estadistica, Acceso de mayores de 25 años a la Universidad, Oposiciones (parte de matemáticas). Y así hasta que algún día suene la flauta y pueda colocarse. Mientras llega, continuará con lo que está haciendo.

OTRA OPERACION MAS

El año 1995 me tuvieron que intervenir de nuevo debido a que tenía problemas al orinar. Cuando me operaron de la próstata nadie me dijo que a los dos años debía pasar una revisión para ver si habían quedado algunas secuelas. Yo notaba que, a medida que el tiempo transcurría, orinaba menos cantidad cada vez, pero, como no tenía ninguna molestia, no me preocupaba; hasta que, casi a los cuatro años de estar operado, me di cuenta de que no era normal. Lo consulté con el médico de cabecera, que me envió al urólogo. Me hicieron unas pruebas y, efectívamente, el conducto de la orina se estaba obstruyendo. Me dijo el médico que había que operar para limpiar todo el conducto. "Cuanto antes mejor", le dije.
Me pusieron en lista de espera. Me llamaron a los pocos días. En esta ocasión me operaron en el Hospital Provincial. Todavía estaba en pie el antiguo. Cuando entré en el quirófano me preguntaron los médicos si quería ver mi operación. Yo les pregunté en plan de broma si estaban abonados a Canal Plus. Ellos siguiéndome la broma me contestaron que sí y yo les dije que adelante y que de acuerdo. Una vez en la mesa de operaciones me inyectaron anestesia solamente de cintura para abajo, y, efectivamente, presencié en primera fila la intervención. Vi que introducían algo por el conducto de la orina y limpiaban lo que estaba obstruyéndolo. Aquello fue una nueva experiencia y, además, salió de maravilla. Estuve tres o cuatro días en el Hospital y, al igual que en anteriores operaciones, no tuve fiebre y la tensión se mantuvo en 12/7. Estuve un mes de baja.
Pero, como siempre, a los cinco o seis días, los vendedores de la empresa empezaron a llevarme planos a mi casa para calcular el material que iba a hacer falta para las obras. A las dos semanas y por petición de la empresa, comencé a ir a la fábrica a supervisar lo que se estaba fabricando, sobre todo el material que se fabricaba para obras públicas, y dar el visto bueno o rechazarlo.

viernes, 16 de octubre de 2009

MI TERCERA OPERACION, HERNIA DISCAL

Cuando yo tenía treinta años ya llevaba bastantes realizando muchos esfuerzos debido a mi profesión de albañil. Por estos motivos, de vez en cuando me atacaba la lumbalgia y lo pasaba bastante mal. En ocasiones tenía que coger la baja laboral y estar siete u ocho días sin trabajar, a base de inyecciones, que, la mayoría de las veces, eran bastante dolorosas. Había que tirar para adelante. Nunca he escatimado esfuerzos en ningún tipo de trabajo y más en aquellos tiempos en que apenas había maquinaria para trabajar en la albañilería. Hoy los esfuerzos son menores y se rinde mucho más. Por este y otros muchos motivos siempre he padecido de lumbagias. Así un año y otro, hasta que viéndome perdido, no tuve más remedio que gastarme los dineros en un traumatólogo particular, que, por cierto, era y sigue siendo bastante bueno. Estoy hablando del doctor D. Jose Antonio Hernandez Cabrera. Este doctor trabaja en la Ciudad Sanitaria La Arrixaca de El Palmar. También tiene consulta particular en Murcia capital. Es pariente lejano mío; sus abuelos maternos eran primos de mis abuelos maternos. Cuando yo fuí la primera vez a su consulta nos dimos a conocer, y es que su padre vivía en Jacarilla, un pueblo muy cercano a la factoría de Forte. Como resulta que todos ellos eran también de Yecla y los abuelos del doctor todavía vivían, el tema de mi operación estaba mucho más facil a nivel de papeles y demás cosas.

Tengo que contar que la abuela materna de este doctor y mi madre se llevaban mejor que si hubiesen sido hermanas. Sobre todo, cuando mi padre estaba en la cárcel, nos daba lo que podía para que comiésemos cuando en mi casa estábamos tan mal . Pero bien, vayamos a lo que fue mi tercera operación. Este especialista me mandó hacerme una resonancia magnética, que tuve que pagar de mi bolsillo y que por aquellos tiempos costaba 60.000 pesetas. A mí, por influencia del doctor, me costó 50.000. Aparte de todo esto, él consiguió que, en vez de hacerme todas las pruebas en el hospital de Murcia, me las hiciesen en donde él trabajaba, para así poder operarme él personalmente. Como era lógico, me pusieron en lista de espera como a todo paciente.

El día cuatro de octubre del año 1.993 me llamaron por teléfono a mi trabajo. Una compañera cogió el teléfono y el recado. María José, que así se llama mi compañera, me avisó a través de los "gualquitalki" que teníamos en la empresa, ya que la distancia que había entre las oficinas y los puestos de trabajo a veces era de unos trescientos metros. A las 13.30 horas, como todos los días, dejé de trabajar para irme a comer. Mi compañera me había comunicado que antes de las seis de la tarde tenía que ingresar en La Arrixaca. Cuando llegué a casa estaba ya la comida en la mesa como de costumbre. Ese día mi mujer había preparado unos gazpachos yeclanos con conejo y sus correspondientes caracoles de monte. Este es un plato exquisito. Cuando terminamos de comer empezamos a preparar el viaje a La Arrixaca. Fuimos en autobús. Antes de las cinco estábamos en el hospital. Entregamos los papeles necesarios y me hicieron el ingreso. En cuanto me asignaron habitación me realizaron las últimas pruebas de tensión y alguna otra más. Sobre las ocho de la noche me dieron la cena, poca cosa porque al día siguiente me operaban. Al igual que en otras ocasiones colocaron el cartelito en la pared, "quirofano".

Estas noches, a la espera de la intervención, se hacen eternas. El reloj parece que no anda y la mente no para de dar vueltas. Hay momentos en que te sientes optimista, en otros, pesimista. Además, como faltaban habitaciones, varios pacientes estábamos en los pasillos. Recuerdo que al fondo había una cama con un hombre que había sufrido un accidente laboral. Se llamaba Fernando, y su mujer, Paquita. Pasó toda la noche quejándose. Tenía motivos para ello ya que, en el accidente que había tenido en la cooperativa del vino del pueblo de Bullas cuando se encontraba descargando un tractor cargado de uva y resbaló con la mala suerte de que el sinfín le enganchó la pierna derecha, prácticamente le destrozó dicha pierna y se la tuvieron que amputar a la altura media del muslo. Pero vamos a lo que fue mi operación. El día cinco de octubre me llevaron al quirófano a las diez de la mañana, y a las dos de la tarde estaba ya en la habitación. Según el médico todo había salido bien. Al otro día, sobre las once de la mañana, llegó el médico que me había operado y me dijo "Juan, incorpórate en la cama poco a poco y quédate sentado un momento". Eso hice. "Ahora pon los pies en el suelo y camina lentamente para que vea yo cómo estás". Hasta que me dijo "bien, ya puedes volver a la cama".

Ese mismo día me dieron de comer como si no me hubiesen hecho nada. No tenía fiebre y la tensión era 11,5/6. Todo bien. Al día siguiente vino el médico a visitarme e informarme de lo que había hecho. "Mira, Juan, todo ha salido bien. Has de estar seis o siete meses de baja porque la hernia que te he operado la tienes en su sitio pero no puedes hacer ningún esfuerzo durante ese tiempo; así que, tranquilo y a recuperarte. Dentro de cinco días te vas a ir a tu casa. Antes te quitaremos la mitad de los puntos, ya que la herida va muy bien". Cuando me dieron el alta en La Arrixaca me dijeron que a los ocho días tenía que ir al ambulatorio a que me quitasen el resto de los puntos de la operación. A los quince días de quitármelos fuí a pasar revisión para que el médico viera en qué estado me encontraba. El resultado fué bastante bueno. Me dijo: "Juan, te queda otra hernia discal, pero no te la puedo tocar porque es muy arriesgado y posiblemente no quedarías bien del todo; así que lleva cuidado con los grandes esfuerzos".

Al mes de estar operado los vendedores comenzaron a requerir mis servicios. Debía reanudar los viajes que hacía con ellos a las obras y estudiar los planos con nuestros materiales. En realidad mi trabajo consistía en subirme al coche con ellos, ver la obra , recoger los planos y hacer el cálculo de materiales en casa tranquilamente. Yo me sacaba algún dinero extra que me venía como anillo al dedo. Como mi convalecencia continuaba, la empresa me pidió que, por favor, bajase algunos ratos para dar un vistazo a unas piezas que se estaban fabricando para obras públicas.

Puedo decir que durante mi recuperación y en el tiempo que empleé dando el visto bueno al material que se fabricó para obras públicas la empresa me compensó con unas trescientas mil pesetas. Este dinero me ayudaba para poder pagar parte del préstamo del piso.

Si mal no recuerdo, por el año 83/84 hubo una crisis de trabajo en la empresa. El director nos reunió a todos los obreros y nos dijo que la situación era bastante preocupante y que no había, más remedio que formar una cuadrilla de albañilería y salir fuera de la fábrica para hacer fachadas de las que los vendedores vendían a los clientes. Estaba claro a quién le íba a tocar hacer frente a esta situación; asi que me llevé a Angelín, un compañero que, algún año después (si mal no recuerdo el año 1.985), tuvo la mala suerte de que el día en que se celebra la fiesta de la Comunidad Valenciana sufrió un accidente en la carretera de Murcia a Alicante, a la altura del pueblo de Albatera, cuando se dirigía a una pequeña finca que tenía, a consecuencia del cual falleció en el acto.

Con el oficial y Angelin de peón hicimos dos fachadas, una en el pueblo de Rafal y otra en Callosa de Segura. Con estas dos obras nos aseguramos el trabajo de tres meses para tres obreros. También fuimos otro compañero y yo a Santiago de la Ribera a pavimentar un patio interior con baldosas de las que la empresa fabricaba. En cuatro días ingresamos en la empresa noventa mil pesetas. El desplazamiento lo hacíamos en el coche seiscientos de la empresa. Ibamos a gastos pagados, pero a buen seguro que la empresa ganó un buen dinero y que, al mismo tiempo, dimos un pequeño respiro a la crisis de trabajo que estaba padeciendo. El problema era de la empresa y no nuestro. Habríamos podido negarnos a salir de la fábrica, pero eso no cabía en las personas que trabajaban en Forte, aunque también había algunos que creían que, por el solo hecho de cruzar la puerta de entrada a la fábrica, ya tenían el sueldo ganado, algo que por desgracia ocurre en muchas de las empresas que hay en España.

jueves, 15 de octubre de 2009

NUEVO CAMBIO DE VIVIENDA


Como ya comenté en entradas anteriores, durante dieciocho años convivimos con el personal del Centro de Urgencias de Santomera. Tuvimos también como vecinos a la familia de Juan Carlos, empleado en la farmacia de Dª Joaquina, dueña, a su vez, del edificio donde estaba ubicado el Centro de Urgencias. Cuando Juan Carlos se trasladó a otra vivienda, llegó otra familia, que estuvo aquí un corto espacio de tiempo porque les estaban construyendo la suya. Cuando estos se marcharon, el siguiente en ocuparla fue un encargado de la compañía de aguas de Santomera, que permaneció hasta que le trasladaron al pueblo de Ronda. Después, un guardia civil con su familia. Coincidió que, por aquellas fechas, se produjo el golpe de estado de Tejero. Ese mismo día, cuando yo venía de trabajar, bajaba por las escaleras el citado guardia civil y me dijo "Juan, me voy, que me han llamado del cuartel, pasa esto". Le dije que me había enterado por la radio del coche cuando volvía con un compañero de ver unas obras en Santiago de la Ribera. El me aconsejó que evitara, en lo posible, salir a la calle esa noche. El piso en que vivía era más bien pequeño, ya que eran seis hijos y la mujer. Tan pronto como pudieron, se marcharon a una vivienda apropiada a la familia que eran. La vivienda de marras fue ocupada ahora por Joaquín Barranco y familia. Por estas fechas fue cuando la selección española de fútbol ganó a la de Malta por doce goles a uno.

A mi mujer y a la de Joaquín les gustaba jugar de vez en cuando a los cupones de la ONCE. Un cupón costaba cincuenta pesetas. Tuvieron la gran suerte de que les tocase el primer premio valorado en cien mil pesetas, cincuenta mil para cada una. Fueron a Murcia a cobrarlo. Paquita compró un décimo de lotería de quinientas pesetas y le tocaron otras cinco mil. Se entusiasmó y cada día compraba un cupón de la ONCE. Le dije: "mira, tú haz lo que quieras, pero, si crees que te va a tocar otra vez, es posible que pierdas todo lo que has ganado". Ella se lo pensó y me dijo: "tienes razón", y, a partir de aquel momento dejó de jugar y tomó como costumbre echar el dinero en una hucha en lugar de jugárselo. No obstante, muy de tarde en tarde se jugaba algún cupón.

En el año 1.990 el servicio de urgencias se lo llevaron a otro lugar y la dueña alquiló el local que había quedado libre y lo mismo hizo con el piso que había frente a donde nosotros vivíamos. Todo esto coincidió con la venida de los primeros emigrantes de Marruecos, y la dueña lo alquiló a estas personas, que en principio eran cuatro. Su comportamiento era bueno y no había ningún problema. Pero a los dos meses se metieron en el piso cuatro personas mas, y aquello ya no era lo mismo. Por si faltaba poco, el local en donde había estado el servicio de urgencias también fue alquilado alquiló y en el se acomodaron una doce o quince personas. A partir de aquellos momentos se empezaron a complicar las cosas. El patio de luces de la planta baja coincidía con la ventana de nuestra cocina. Estas personas cocinaban en el patio y los olores subían y se introducían en nuestra cocina. No estábamos acostumbrados a aquellos olores y lo pasábamos bastante mal. Si añadimos que tenían mal comportamiento y que cada día que pasaba aquello íba de mal en peor, no tuvimos más remedio que buscar la forma de salir de allí cuanto antes. Nos lo tomamos con calma y empezamos a buscar una zona y vivienda que nos gustase. Muchas fueron las que vimos, pero ninguna encajaba en lo que buscábamos, hasta que, por fin, nos enteramos de que en la calle Villaconchita acababan de empezar a hacer seis viviendas de proteción oficial. La empresa promotora era también la constructora. Cuando hablé con estos señores estaban haciendo el rebaje de la planta semisótano del edificio.

Era el mes de junio del año 1.991. Les pedí los planos de las viviendas para ver la superficies de los pisos y su distribución. Hablé con mi familia. Estábamos de acuerdo en que aquello nos gustaba. El precio, 6.300.000 pts. a pagar en quince años, nos parecía también aceptable. Aunque las viviendas eran subvencionadas, a mí no me daban los 300.000 de pts. que facilitaba el Ministerio de la Vivienda a fondo perdido. ¿Razón?, que mi nómina superaba el mínimo exigible. Tuve la suerte de que mi empresa seguiría dándome el dinero que me pagaba hasta entonces por el alquiler de la vivienda, once mil pesetas mensuales. Forte estuvo abonándome dicha cantidad hasta el día de mi jubilación.

LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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