miércoles, 1 de julio de 2009

EMPIEZA MI VIDA DE EMIGRANTE

El día 3 del mes de Mayo del año 1955 fue mi primera salida de Yecla para trabajar fuera en la profesión de albañilería. La empresa era de Yecla y el empresario, Manolico, "El Rata" (el apodo decía ya bastante). Su empresa tenía una obra de cien viviendas para agricultores en el pueblo de Ayelo de Malferit (Valencia). Este señor, antes de darme trabajo, me hizo pasar unas pruebas de una semana en unas obras que tenía en Yecla. Si dabas buen resultado, te contrataba para la obra que había en Ayelo de Malferit, y, si no, te decía que de momento no le hacías falta, que ya te avisaría. En Yecla, antes de irme a esta empresa, ganaba veinticuatro pesetas en una jornada de ocho horas. El jornal que la nueva empresa me pagaba era de cuarenta pesetas al día, con una jornada de trabajo de diez horas en invierno y de doce o trece en verano; pero, ninguno de los que estábamos trabajando allí estaba dado de alta en la Seguridad Social. Éramos unos veinte. Algunos estaban casados y se llevaron a sus esposas e hijos. La empresa alquiló una casa muy grande, tipo palacete, que disponía de bastantes habitaciones tanto en la planta alta como en la baja. Esta casa también disponía de un par de cuadras que estaban ocupadas por un montón de muebles, más bien viejos, y en desuso por parte de la dueña de esa casa. Por haber, había hasta dos perros galgos, a los que la dueña quería más que a su propia familia, que, por cierto, no era muy extensa. En una de las habitaciones nos acostábamos once compañeros; eso sí, en el suelo y cada uno en su colchoneta de paja. A los ocho días de estar trabajando en esta empresa me dio un cólico intestinal. Lo pasé bastante mal. Los que no teníamos allí a la esposa íbamos cada tres semanas a Yecla. El medio de transporte era un autobús que hacía el trayecto de Villena a Valencia y viceversa. De Villena a Yecla utilizábamos un tren de vía estrecha que hacía el recorrido de Alcoy a Cieza pasando por Jumilla y Yecla. Si uno de estos autobuses llegaba al punto en donde estábamos y venía completo, nos subíamos a la baca del autobús. En aquellos tiempos estaba permitido. Los jóvenes nos lo pasábamos de lo lindo.El pueblo era pequeño. Nunca les habían hecho tantas viviendas de una vez. Los vecinos estaban muy contentos. Cuando llegamos, nos propusimos respetar las costumbres y a las personas que habitaban allí. El resultado fue magnífico mientras permanecimos en aquel pueblo.

Recuerdo que en el año 1956, en el mes de febrero, España sufrió una ola de frío intenso que tuvo una duración de un mes. En el pueblo de Ayelo de Malferit no hubo ni un solo día en que no estuviésemos por debajo de los cero grados. Aún así, nosotros no paramos de trabajar ni un solo día. El agua que empleábamos estaba en unas balsas que había en la calle. Todos los días teníamos que romper el hielo y “garvillar” el agua para que no apareciesen trozos de hielo en los muros que estábamos enluciendo. Aún así, tan pronto como echábamos el yeso en las paredes, veíamos cómo se cristalizaba.En este pueblo de Ayelo de Malferit fue en donde yo vi por primera vez las fiestas de los toros sueltos por las calles, que son bastante divertidas y que se celebran en la primera semana del mes de Agosto.


El doce de octubre de 1956, festividad de la Virgen del Pilar, debería haberse celebrado en la plaza de toros de Valencia una corrida de toros en la que estaba programada la actuación del torero murciano Manuel Cascales. En vísperas del Pilar hubo en Valencia unas grandes inundaciones. La corrida de toros fue suspendida. Durante el tiempo que duraron las inundaciones, la Región de Murcia (los huertanos) se volcó en ayudar incondicionalmente al pueblo de Valencia, y, sobre todo, con el burro Platero. En Murcia hubo una campaña benéfica a favor de los dannificados por estas inundaciones, y esa campaña recibió el nombre de "Platero".

El tiempo íba pasando, y el trabajo era cada vez más duro. El sueldo era el mismo, es decir cuarenta pesetas al día y doce o catorce horas en cada jornada. Recuerdo que en una semana hicimos la fachada de dieeciséis viviendas a base de muros de piedra y ladrillos entre dos oficiales, un peón y yo amasando; algo impensable con los medios de que disponíamos por aquellos tiempos.

Como he comentado anteriormente, a Yecla íbamos cada tres semanas. Los domingos los dedicábamos a jugar al fútbol o a ir al único cine que había en el pueblo. Por aquella época estaban de moda las películas de Antonio Molina, y, como siempre, las del oeste. Los compañeros de más edad pasaban el rato jugando a las cartas o tomándose algún que otro litro de vino. De vez en cuando a alguno se le subía a la cabeza pero jamás se metieron en follón alguno.

Cuando llevaba once meses en aquella empresa, decidí irme a Yecla a trabajar. Estuve un corto espacio de tiempo en otra empresa, hasta que varios compañeros de los que habíamos estado en Ayelo de Malferit nos fuimos a la empresa de Alfredo Corral Cervera.
Antes de empezar a contar mi vida en la nueva empresa quiero relatar el final de mi estancia en Ayelo de Malferit.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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