martes, 4 de agosto de 2009

COMIENZA UNA NUEVA ETAPA EN MI VIDA

Poco a poco mi mujer y yo nos íbamos haciendo la idea de lo que nos había ocurrido, pero teníamos que seguir luchando. Lo que más me interesaba a mí era mi puesto de trabajo, que tenía que defender a capa y espada. Me quedaba toda una vida por delante.
Recuerdo que una de las primeras nóminas que cobré en Forte, S.A. fue de unas 5.ooo pts. al mes. No es que fuese mucho dinero, pero estaba bien. De esa cantidad tenía que pagar una letra del piso, 502 pts. El resto, para comer y demás gastos. Por eso, en cuanto pude, no tuve más remedio que empezar a hacer chapuzas los sábados y domingos. Como ya comenté anteriormente, cuando nos casamos no teníamos ni muebles de comedor, sólo una mesa de cocina y otra en la salita de estar. Con el dinero que ganaba en los trabajos extras nos compramos los muebles del comedor, cuyo importe fue de 7.000 pts. Dado que no me faltaba el trabajo, lo pagamos en poco tiempo.

Tanto en la empresa como en el trabajo me sentía muy a gusto. Esta empresa se dedicaba a fabricar bloques de cara vista para fachadas con una máquina americana de las que en España solamente había tres, una en Madrid, otra en Sevilla y la otra en Villena. El material que esta máquina fabricaba era prácticamente desconocido en todo el levante español y había que promocionarlo lo antes y mejor posible. Así que lo primero que hizo Forte fue montar un equipo de vendedores comerciales para las provincias de Alicante, Valencia, Albacete y Murcia. Como técnico de montaje y asesoramiento me pusieron a mí. Yo tenía la ventaja de ser albañil.

Con todos estos medios y las instrucciones técnicas de los americanos se empezaron a montar en la fábrica una serie de muros como exposición de cara a los clientes. Al mismo tiempo se editó una revista ilustrativa que detallaba los pasos para el montaje de este nuevo material. Pronto empezó a dar sus frutos. A medida que pasaba el tiempo mayor era el número de nuevos clientes y nuevas obras, y aumentaba también el requerimiento que se me hacía para asesorar técnica y prácticamente a los albañiles y demás clientes. Todo esto motivó que yo empezara a viajar cada día más, conocer a personas del ramo, arquitectos, aparejadores, maestros de obras y, sobre todo, a los oficiales, que era con quienes más tendría que convivir para explicar los pros y los contras de estos nuevos materiales de cara vista que la Empresa Forte fabricaba.

Cuando yo entré a trabajar en la empresa Forte todos los que me conocían me preguntaban por qué, teniendo los conocimientos que yo tenía en mi profesión, no me dedicaba a trabajar por mi cuenta. Yo les respondía que, para trabajar uno por su cuenta, hay que ser, en un noventa por ciento de los casos, un poco de todo esto: un cara dura, un fresco, un ladrón y un sinvergüenza, y no hacer ascos a muchas cosas. Como yo no reunía esas condiciones no podía trabajar por mi cuenta,. Muchos me daban la razón porque en donde estaban trabajando les estaban haciendo lo que yo les decía.

Con el transcurso del tiempo aumentaba mi trabajo fuera de fuera de mi jornada en la fábrica. Hube de decir a mi hermano Martín que me ayudase. También se lo dije a mi cuñado Pascual. Este me contestó que no tenía necesidad de trabajar tanto; por eso vivió siempre de alquiler. Tambien se lo propuse al marido de mi prima Pilar, el cual me dijo que de acuerdo, que siempre venía bien ganarse algún dinero extra. La razón de que no nos faltara el trabajo extra era que, dondequiera que íbamos, trabajábamos con ganas, y, a la hora de cobrar, éramos bastante considerados y conscientes de que las personas que hacían una reparación era en su mayoría por necesidad. Estoy hablando de los años 68/69.

Por estos años FRANCO, sí, nuestro Jefe de Estado, transmitía el mensaje de que, aquí en España, cada uno podía trabajar las horas que quisiera; nos daba fútbol y toros en la tele cuando la mayor parte de las casas no disponía de televisor; había que verla en los bares. Con este sistema y con las horas extraordinarias no nos dejaba pensar en la politica, y nos tenía hipotecados. Había facilidad para trabajar las horas que uno quería, también para comprar en los comercios toda clase de electrodomésticos y pagarlos poco a poco. Por ejemplo yo compré una lavadora a mi mujer, que hasta entonces lavaba a mano. Fue una buena decisión para aliviar el trabajo de Paquita. Los fines de semana nos podíamos permitir el lujo de irnos a tomarnos unas cervezas al bar de la plaza de toros en donde hacían unos callos y unos caracoles que estaban para chuparse los dedos, todo esto lo hacíamos a fuerza de ser unos esclavos de nuestro trabajo.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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