miércoles, 10 de junio de 2009

GRATIS AL CINE

Volviendo un poco en el tiempo, cuando tenía 10 u 11 años, recuerdo que era Domingo y, además, invierno. Le pedí a mi madre que me diese dinero para irme al cine, que por aquellos tiempos echaban dos películas en cada sesión, una a las 7 de la tarde y otra a las 10 de la noche.
Cuando le pedí a mi madre el dinero me dijo que no había, que me esperase un momento que iba a traer unos boniatos del horno, que cogiera uno y me fuese al parque a pasearme. Y, efectívamente eso fué lo que hice. Como faltaba poco tiempo para que empezase en el cine la sesión de las siete, se me ocurrió acercarme a la puerta de entrada a la general. Cuando abrieron las puertas había una cola de gente bastante considerable, pero, una vez que todas aquellas personas entraron, sólo quedó el portero. Yo me acerqué a la puerta y le dije al portero: "Oiga, por favor, déjeme entrar gratis que no llevo dinero". La respuesta fué tajante: "Nene, no me molestes y vete de aquí". Yo me retiré un poco para atrás. Al rato volví a insistirle y me dió la misma respuesta; pero yo llevaba debajo del jersey el boniato que mi madre había traído del horno, y me dije: "Ahora es la mía", me saqué el boniato y empezé a dar bocados delante del portero. Yo observé que él miró al boniato. De pronto me dice: "¡nene! dame medio boniato y entra lo más rápido posible". Este señor era muy flaco y tenía cara de hambre como muchas personas en aquellos tiempos.

1 comentario:

David Val Palao dijo...

Estimado Juan:

Acabo de descubrir tu blog y ya me he leído varias entradas. Me parece muy interesante. Voy a enlazarlo con mi blog para que los que leen el mío tengan acceso al tuyo. Y seguiremos hablando... Tus anécdotas e historias me parecen realmente interesantes.

Un saludo!

LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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