lunes, 30 de noviembre de 2009

OTROS MOMENTOS DE OCIO

Nos ha gustado siempre ir al teatro, a los toros y a otros muchos espectáculos. Cuando vivíamos en Villena fuimos a ver a Manolo Escobar, que actuó en la plaza de toros. Por aquellas fechas, creo recordar que transcurría el año 1972, se dedicó a hacer una gira por casi toda España. La entrada nos costó 150 pesetas a cada uno. El aforo de la plaza era de 7500 personas, y digo que era porque en la actualidad está con todo el graderío totalmente desaparecido a la espera de que alguna vez puedan o quieran reconstruirlo. La plaza estaba totalmente llena y había espectadores ocupando gran parte del ruedo.
En la década de los setenta fuimos varias veces a corridas de toros y novilladas. Al teatro tambien hemos ído varias veces a ver alguna obra de zarzuela, o del género de "varietés". Cuando vinimos a vivir a Santomera, como está a sólo once kilómetros de la capital, íbamos al Romea a ver algún espectáculo, a los toros y a otros actos.
Recuerdo que la primera vez que El Juli vino a torear a la plaza de Murcia fuimos mi mujer, mi hija menor y yo. La entrada nos costó 3200 pesetas a cada uno, y porque la sacamos de la zona de andanadas, lo más alto de la plaza. Pero bien mereció la pena, ya que disfrutamos de un gran espectáculo.
En otra ocasión vimos patinaje artístico sobre hielo en el Palacio de Deportes de Murcia. Este grupo de artistas llevaban más de veinte años sin actuar en España. Las entradas costaron bastande dinero, pero también mereció la pena. Cuando íbamos a Murcia, al teatro, lo hacíamos los viernes, y a la primera sesión. ¿Por qué a la primera sesión?, porque costaba un cincuenta por ciento menos que la de la noche, escogíamos una buena fila de butacas y podíamos después nerendar con el dinero que ahorrábamos en las entradas. Solíamos ir con nuestro coche, que aparcábamos lo más cerca posible del teatro. Cuando salíamos no había problema alguno; pero la inseguridad ha ido aumentando y, debido a ello, hemos decidido no ir más al teatro.

CON JAMÓN Y VINO, A DIVERTIRNOS.

En los ratos de ocio de que he disfrutado en la vida, incluso en el trabajo, me ha gustado poner un poco de humor siempre y cuando se trate de personas que admitan las bromas. Por ejemplo en bodas, comuniones o bautizos. En la mesa que hemos ocupado, ya sean familia o no, hemos acabado pasándolo muy bien aunque al principio no haya conocido a casi nadie; y, si los presentes son amigos, pues mucho mejor. Recuerdo que cuando se casó Juan Ruiz, el grupo de amigos que éramos empezamos la juerga a las diez de la mañana y acabamos sobre las ocho de la tarde/noche. Yo vivía en Villena. Todavía era soltero. La boda se celebró en Yecla en el mes de junio. Antes de celebrarse la misa, este amigo, es decir el novio, nos llevó a que viéramos el piso en donde iba a vivir. Cuando estaba enseñándonos la casa nos dimos cuenta de que en la despensa tenía un jamón y una garrafa de vino de doce litros. Lo primero que hicimos fue coger el jamón y el vino para llevárnoslos. El no dijo ni media palabra. Una vez celebrados la misa y el convite de boda, cuando eran aproximadamente las tres de la tarde (en aquellos tiempos las bodas se celebraban a las doce de la mañana como muy tarde y los convites tampoco eran como los de ahora, que duran cuatro o cinco horas), cogimos el jamón y el vino y nos fuimos paseando por las calles y jardines de Yecla. Donde nos parecía nos sentábamos a comer jamón y beber vino. Como era verano, cualquier sitio era bueno para hacer paradas, sobre todo en algunas de las terrazas que los bares tenían abiertas. Procurábamos, eso sí, pedir alguna cerveza para que el dueño del bar no se molestase y ganase algo de dinero. Por dondequiera que íbamos llamábamos la atención por la juerga que llevábamos; pero una cosa estaba clara, que no nos metíamos con nadie. A las ocho y media de la tarde estábamos en la estación del tren que yo tenía que coger para ir a Villena. Del jamón sólo quedó el hueso, y de la garrafa de vino, únicamente el envase. En nuestra peña de amigos tomamos por costumbre sacar a hombros hasta la calle al novio, una vez terminados el casamiento y el convite, como se hace con los toreros cuando termina la corrida y se han portado bien. Las fotos que conservamos dan buena fe de lo que estoy contando.

Con el transcurso del tiempo y debido a las circunstancias de la vida se pierde la ilusión hacia las juergas. Llegan los hijos, aumentan las obligaciones familiares que nos atan bastante, los amigos se dispersan por motivo del trabajo, nos vamos haciendo mayores y nos apetece menos hacer reuniones como las de antes.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

MAS OPERACIONES

Volviendo un poco en el tiempo, tengo que contar las dos últimas operaciones que me han hecho. Una de ellas fue por el motivo de que se me desplazaron dos pequeños cálculos que tenía en el riñon izquierdo y se situaron en el conducto de la orina. El dolor era intenso e insoportable, hasta el punto de que me tuvieron que ingresar en el hospital Morales Meseguer para extraerlos. En esta ocasión los días que estuve hospitalizado fueron pocos, pero no satisfactorios, porque al poco tiempo empecé a tener infecciones en la orina. El médico de cabecera me prescribíó cultivos de orina y, a la vista de los resultados, me puso un tratamiento a base de antibioticos; pero la infección no desaparecía. Viendo que aquello no mejoraba, optó por enviarme de nuevo al urólogo. Este doctor me hizo unas cuantas pruebas y se dió cuenta de que en el riñón izquierdo tenía un piedra bastante considerable que estaba muy agarrada al riñón. La solución que me dió fue que no tomara más antibióticos y que cada año pasara una revisión en urología. El caso es que la infección ha desaparecido y que, posiblemente, la causa fuesen los dos cálculos que me quitaron. Lo cierto es que desde que me operaron han transcurrido más de cinco años y todo está muy tranquilo. Espero que sea por mucho tiempo. Según el urólogo, con la piedra que tengo en el riñón me puedo morir de viejo sin sentir la necesidad de operarme.

La última operación que me hicieron fué en el año 2005. Motivo, VARICES. La intervención se llevó a cabo en el Hospital Reina Sofia de Murcia, recientemente inagurado por aquellas fechas. Alguien decía que solamente a las mujeres las operaban de varices. Nada más lejos de la realidad; yo puedo decir que he tenido mala suerte porque tampoco me he escapado de ellas. La pierna izquierda se me cargaba y se me hinchaban las venas, sintiendo al mismo tiempo bastante dolor. Lo puse en conocimiento del médico de cabecera, que me recetó antiinflamatorios y alguna otra cosa más. Cuando me harté de tomar medicamentos y de ponerme pomadas volví al médico y le dije por qué no me enviaba al especialista. El, convencido de que no mejoraba, no dudó ni un momento en hacerlo, aunque siempre me decía que no me operarían y que tendría que aguantarme y padecer las molestias. El especialista, me hizo unas pruebas y, una vez que tuvo el resultado, me dijo que lo mejor era operarme. Cuanto antes, le contesté. Me pusieron en lista de espera y me llamaron enseguida.

De todas las operaciones que me han hecho es en esta donde más he sufrido, y mira que llevo... Cuando entré en el quirófano y empezaron a prepararme, me pincharon en la espalda para dormirme de cintura para abajo. Tuvieron que repetir tres veces el pinchazo porque no acertaban a dar en el punto clave para dormirme, hasta que ¡por fin!... En esta ocasión también presencié cómo trabajaban los médicos. Se trataba de dar un corte de unos cinco centímetros en la pierna, justo por encima del pié; y otro corte de unos diez centímetros en la ingle. Una vez hechos estos cortes, localizan la vena afectada y empiezan a tirar de ella hasta extraerla; y tal como va saliendo, la colocan en una especie de tubo como si fuese un macarrón largo.

La recuperación fue bastante mal debido a que casi toda la parte del muslo se me puso más negra que el luto. Por si faltaba algo, cuando me pusieron el esparadrapo para sujetar la herida, como no me afeitaron bien la parte en donde tenían que cortar, cuando fuí a que me quitasen la mitad de los puntos, llevaba el esparadrapo pegado al bello. Os podéis imaginar el daño que tuve que soportar cuando metieron las tijeras.

Pero al fin, a base de paciencia y aguante, la cosa se soluciónó con bastante éxito. Una cosa es cierta, que a pesar de todas las operaciones que lleva mi cuerpo y con setenta y un años, me encuentro en muy buenas condiciones físicas porque cada día me hago al menos seis o siete kilómetros andando, incluso domingos y festivos. Si multiplicamos esos kilómetros por los días que tiene un año, resultan más de 2.500 kilómetros.

sábado, 21 de noviembre de 2009

YO TAMBIEN FRACASÉ

A lo largo de los años he sufrido fracasos, tanto profesionales como de otra índole. En lo profesional se produjo uno estando trabajando en Forte, y cuando todavía llevaba poco tiempo en la empresa.

El hecho fue que yo preparé una cimentación para posicionar un silo de cemento a granel con una cabida de 30 tm. para fabricar productos Forte. Un día y desde primeras horas de la mañana empezamos a hacer el rebaje del terreno hasta una altura de 0,80 m. y con una superficie de cuatro por cuatro m., o sea, más que suficiente para depositar las patas del silo, que, como mucho, no superaban los 2,5 m. entre ejes de una pata a otra. Todo fué perfecto, la cimentación quedó terminada sobre las cinco de la tarde, a la espera de descargar esa misma noche una cuba de cemento debajo de las patas. Como medida de precaución colocamos unas planchas de hierro porque el hormigón no estaba todavía lo suficientemente fraguado para recibir el peso del silo cargado.

Sobre las doce de la noche llegó el camión y empezó a descargar mediante un compresor que, impulsando el cemento por una manguera, produce una vibración continua sobre el silo, y, éste, a su vez, lo transmite a la plaforma en donde está el silo. El chófer se marchó dejando la descarga en marcha. Cuando creyó que ya había acabado, acudió y lo único que encontró fue el silo tumbado en el suelo y, gran parte de él, chafado. Ya se pueden imaginar lo que me esperaba al día siguiente. Tengo que admitir que la culpa fué mía por no advertir tajantemente que el hormigón no estaba en condiciones de recibir tanto peso. La consecuencia que aquello originó fue que las máquinas de aquella sección no pudieron empezar a trabajar por no disponer de cemento a granel. Como era natural el jefe supremo se enteró en cuanto llegó a la fábrica. Pidió conocer los motivos de lo que había ocurrido. No tardaron ni diez minutos en llamarme al despacho de D. Bernardo Forte, que así se le llamaba nuestro jefe.

Cuando empezó a pedirme explicaciones le dije que la culpa era totalmente mía, por no advertir de que aquello no estaba en condiciones para soportar el peso que le echaron. No quise decirle que a mí me presionaron para que aquel trabajo estuviese termidado antes del final del día.

Por lo tanto, no tuve más remedio que aguantarme la reprimenda que me dieron; eso sí, con mucha educación y con palabras que a veces hacen más daño que si te dan un grito.

Que yo recuerde, este fué el caso más grave que me ha ocurrido, porque cosas menos importantes he tenido muchas; pero yo digo aquello de que quien no se equivoca es porque no hace nada. Lo bueno es reconocer las culpas cuando uno las tiene. A veces también he fallado en cosas que han perjudicado a alguien, pero creo que jamás con mala intención. Lo dificil es convencer a esas personas perjudicadas de que no había mala voluntad.

Otro de los fracasos que he tenido en mi vida fue el siguiente: Resulta que la empresa me propuso que estudiara DELINEACION para así poder hacer los planos que se necesitaban en algunos proyectos. Les dije que me parecía buena la idea, pero que no me encontraba capacitado para llevar a buen puerto lo que me ofrecían. Me contestaron que lo intentase. Yo les contesté que de acuerdo, que por probar no iba a quedar. Así que, en cuanto pude, me puse en contacto con CEAC y solicité un curso por correspondencia. Este curso lo empecé con bastante ilusión y sacrificio, porque cada día y después de la jornada de trabajo, que siempre era de diez horas, me dedicaba a estudiar. Al principio iba bastante bien, las lecciones que yo enviaba a CEAC las aprobaba. Lo que mejor se me daba era el dibujar los pequeños planos, que eran bastante sencillos. Lo peor, las lecciones de cálculos, o sea las matemáticas. La cosa no funcionaba porque me faltaba lo principal, LA BASE. Me resultaba muy difícil, a mis cuarenta y cinco años, compaginar el estudio con el trabajo y la familia. Se me hacía más complicado cada día, hasta que me dije a mí mismo, hasta aquí he llegado, no sigo porque estoy perdiendo el tiempo y no quiero que la empresa malgaste más dinero conmigo.

Me quedó algo positivo, que aprendí a dibujar. Mi sirvió para expresar detalles constructivos de nuestros materiales y de las fachadas, que los vendedores utilizaban de cara a los clientes. Estos detalles ayudaban también a los albañiles, e incluso a arquitectos y aparejadores, porque de alguna manera disipaban cualquier duda que pudieran tener. Pero una cosa estaba clara, una vez más yo había fracasado en lo que la empresa Forte se proponía conmigo. A decir verdad, algo aprendí. Como dice el refrán, el saber no ocupa lugar.

martes, 17 de noviembre de 2009

A VIAJAR CON EL IMSERSO


El primer viaje que hicimos mi mujer y yo fue a Roquetas de Mar ( Almería), lugar bastante conocido por las personas de la 3ª edad. Lo del IMSERSO es una de las mejores cosas que los gobiernos de España han hecho para las personas mayores. Por poco dinero se puede disfrutar de unos cuantos días de descanso y ocio. Nos lo merecemos los mayores. Se lo merecen, sobre todo, las mujeres, que no se jubilan, ya que siguen llevando el peso de las tareas de la casa y, en muchos casos, el cuidado de los nietos durante el tiempo en que sus padres están en el trabajo.

Mi mujer y yo hemos visitado muchísimos lugares. De Andalucía nos faltan por ver solamente Cádiz y Jaén. Cataluña la hemos recorrido casi por completo, al igual que Castilla y León, la Comunidad Valenciana, Canarias, Islas Baleares, Asturias, Cantabria, Galicia, País Vasco y Andorra. Nos hemos asomado también a Portugal y a Francia. Hemos caminado por una gran cantidad de pueblos grandes y pequeños admirando las bellezas y curiosidades de todos ellos.

Si en este mundo hay personas a las que les gusta viajar, mi mujer está en la primera línea de todas ellas. Es capaz de subir a un autobús a primeros de año y estar viajando hasta el día de Noche Vieja. Le gusta ir de un lado para otro. No se queja de nada. Lo importante, viajar.


Otras cosas buenas que tiene el IMSERSO son que, en la mayoría de los hoteles, hay bufet libre, y que por dormir no te cobran nada; esto último es broma, quiero decir con ello que todos aprovechamos para alargar las sesiones de descanso en la cama.

sábado, 7 de noviembre de 2009

LA MADRE ESPERANZA


Por el año 1.985 y viviendo en Santomera me vinieron a visitar a casa un fotógrafo de Santomera llamado Alberto y su amigo Mauricio. Al fotógrafo ya le conocía yo de haber ido a hacerme alguna que otra foto para algún documento de los que de vez en cuando necesitamos. A Mauricio le conocía desde que vine á Forte los Sotos. Este señor fue el que me proporcionó la vivienda cuando vinimos a Santomera; era dueño de una empresa de transportes que trabajaba para Forte. Alberto pertenecía y sigue perteneciendo a la Asociación de la Madre Esperanza, religiosa e hija predilecta de Santomera, que por el año 1915, cuando tenía veintidós años, salió del pueblo e ingresó en el convento de las Hijas del Calvario, de Villena. Este convento estaba situado en un lugar montañoso muy bonito a donde acudían muchas personas el último día de la semana de Pascua a merendar. Actualmente no va ya nadie a este lugar porque pasa por allí la autovía Alicante-Albacete que han construido recientemente.

La Asociación de la Madre Esperanza quería rescatar la cruz que había en el pequeño campanario de este convento, para llevarla a Colevalenza, lugar donde está enterrada la Madre Esperanza. Para conseguir esa cruz había que contactar con alguna persona que tuviera alguna influencia en Villena y que pudiese facilitarnos el rescate de la cruz.

Como todo en esta vida, las situaciones se enlazan unas con otras. El fotógrafo y Mauricio vinieron a mi casa a preguntarme si yo conocía a alguien de Villena que tuviera amistad con el párroco de la iglesia. Les dije que sí, que precisamente el Jefe de Personal de todas las factorías de Forte había estudiado teología y había estado a punto de cantar misa; pero, que, de la noche a la mañana, se arrepintió, dió marcha atrás y se casó, llegando a tener seis hijos. Durante los siete años que trabajé en la Forte de Villena mi relación con el Jefe de Personal fue magnífica, hasta el punto de que, cuando venía a la fábrica de Forte Los Sotos, lo primero que hacía era preguntar por mí para saludarme. Así que, lo de comentarle el tema de la cruz se estaba poniendo bien. Cuando se lo dije me contestó, "Juan, no te preocupes que en cuanto llegue a Villena hablaré con D. Arsenio, que es el párroco de la iglesia de Santiago". Al día siguiente me llamó diciéndome que cuando quisiéramos podíamos ir a rescatar la cruz, pero que antes le avisara para que nos acompañase para presentarnos a D. Arsenio. Lo hicimos así. Un sábado por la tarde fuimos a Villena en el coche del fotógrafo con la intención de solucionar el tema cuanto antes. Hablamos con el párroco. No hubo ningún problema, faltaba sólo empezar a actuar.

Como herramienta llevé un pico de albañilería. Fuimos al lugar y empezamos a trabajar. Me subí por donde pude y como pude, saltando de un muro a otro hasta llegar a la cruz. Actuamos con mucho cuidado porque era difícil alcanzar el objetivo. Las fotografías son el mejor testigo de lo que hicimos. Rescatada la cruz, dimos las gracias a todas las personas que nos facilitaron la operación.

A las dos o tres semanas de haber hecho esto, una noche llaman á mi casa, ¿ quien es? "Abre, Juan, soy Alberto" No esperaba yo la visita de dos monjas que habían venido desde Asturias para saber y conocer a la persona que había rescatado la cruz del convento en donde estuvo la Madre Esperanza. La visita fue corta. Una vez que me conocieron y me dieron las gracias, me entregaron un pequeño regalo como agradecimiento a lo conseguido; el regalo era una réplica de un pequeño hórreo de porcelana y plata que todavía conservo. Siempre me ha gustado satisfacer, en la medida de mis posibilidades, las solicitudes que me llegan pidiéndome un favor.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

LOS DOMINGOS, A LA PLAYA


Desde que vinimos a vivir a Santomera teníamos las playas más cerca que cuando vivíamos en Villena, y, siempre que podíamos, nos íbamos para darnos unos baños, que son muy saludables, y para refrescarnos un poquito. Pero nunca fuimos capaces de alquilar una casa, ni siquiera para una semana, porque el presupuesto económico no nos lo permitía; eran muchos los gastos a que hacer frente y entraba solamente un jornal.

Durante los meses de verano aprovechábamos unos ocho o diez domingos para ir de playa. Nos levantábamos a las seis y media de la mañana. Preparábamos algunos bocadillos, refrescos, frutas y alguna cosa más que se nos ocurría, colocábamos todo en nuestra nevera portátil y, a bordo de nuestro flamante renault cinco, nos íbamos a Torrevieja, o a Santiago de la Ribera, o, como últimamente, a Lo Pagán. En la playa de Santiago de La Rivera había una pescadería que era también restaurante. Cuando llegábamos, lo primero que hacíamos era comprar lo que nos gustaba para almorzar y comer. Los dueños se encargaban de preparar lo que habíamos comprado; a la hora convenida lo teníamos todo dispuesto. Este sistema resultaba bastante cómodo y económico; así hasta que nuestras hijas, que se iban haciendo mayores, quisieron acompañarnos. En dos o tres ocasiones disfrutaron de la playa con nosotros mis hermanos y unos amigos de Villena. Recuerdo un fin de semana en que nos reunimos catorce personas en el piso en donde vivíamos. En aquella ocasión más de la mitad tuvimos que acostarnos en el suelo, sobre colchones y mantas. Menos mal que era verano. Hay un refrán que dice "sarna con gusto no pica". En cierta ocasión, mi hermana y unos amigos de Villena alquilaron una casa en Santa Pola para quince días y non invitaron a pasar el fin de semana con ellos. De una u otra manera lo pasábamos lo mejor que podíamos.

Pero los tiempos cambian y, últimamente, los únicos que íbamos a la playa éramos mi mujer y yo. Manteníamos la costumbre de levantarnos temprano para estar en la playa a las ocho de la mañana. Aparcábamos el cochecillo, colocábamos nuestra sombrilla y nos íbamos a desayunar churros con chocolate a un bar que estaba muy cerca. A continuación nos metíamos en el agua hasta las nueve y media; era la mejor hora , cuando estábamos más tranquilos y cuando el agua estaba limpísima. Después, a dar buena cuenta de bocadillos y refrescos. De nuevo al agua y, a las doce y media, cuando la playa se atiborra de personas que te pisan al menor descuido, recogíamos nuestros bártulos y, para casa, que nuestra hija tenía ya la comida preparada. Nos duchábamos, comíamos y a echar la siesta.

Los últimos baños nos los dábamos a mitad del mes de agosto. De seguido había que ir a Villena a disfrutar de las fiestas de Moros y Cristianos con los amigos que teníamos allí.

MI PRIMERA OPERACION TRAS LA JUBILACION

La primera operación que me hicieron después de jubilarme fue la de tiroides. En varios de los análisis que me efectuaron en las anteriores operaciones aparecía que yo tenía calcio de más. Hay personas a las que les falta, y otras, a las que les sobra. Esta anomalía que yo tenía la detectó el urólogo. Mi dijo "Juan, tengo que saber por qué ocurre esto". Me mandó hacerme unas pruebas y descubrió la causa: no funcionaba bien el tiroides, una de las cuatro glándulas que tenemos en el cuello. La solución pasaba por operarme. Me pusieron en lista de espera en el hospital Morales Meseguer, de Murcia. La intervención consistía en hacer un corte de diez centímetros en la parte baja del cuello para solventar el buen funcionamiento de esa glándula. La estancia en el hospital de desarrolló dentro de la normalidad, y a los ocho días me dieron el alta y volví a casa.

Como todo había ido bien, pensé que no iba a tener problemas; pero nada más lejos de la realidad, porque no podía valerme por mí mismo, hasta el punto de que mi mujer y mi hija me tenían que ayudar a levantarme y a acostarme. Viendo que no mejoraba acudimos al médico de cabecera, que nos dijo que era debido a la mala postura en que me tuvieron para operarme y que las molestias posoperatorias eran normales. Me aconsejaron acudir a un fisioterapeuta para que me diese algunas sesiones de masajes para descargar el agarrotamiento de los músculos afectados. Me enteré de que en el Centro de la Tercera Edad de Santomera había una fisioterapeuta que se dedicaba a estos menesteres. Hablé con ella, me dijo que no había ningún problema, que por cada sesión me cobraría 600 pesetas y que me daría las que hiciesen falta para dejarme en condiciones; y así fue. Hasta diez sesiones tuvo que darme; los primeros días me producía bastante dolor, pero, a medida que pasaba el tiempo, notaba la mejoría. Me dejó como nuevo en el plazo previsto.

lunes, 2 de noviembre de 2009

COMIENZA LA ERA DE VIAJAR


Los primeros viajes que hicimos mi mujer y yo fueron los que organizó a tierras gallegas una agencia de viajes cuando vivíamos en Villena. A ese viaje se apuntaron también mi hermano Martín, mi primo Jerónimo y mi prima Fina, todos ellos acompañados de su correspondiente pareja. La agencia fletó un autobús de cincuenta plazas, que se completó con compañeros de trabajo y conocidos de Villena. Fue un viaje maravilloso. Durante una semana recorrimos gran parte de las tierras gallegas disfrutando de los encantos que la naturaleza les ha proporcionado.

Con anterioridad a este viaje, la empresa Forte organizó uno a Madrid, pero sólo de tres días. Esta vez éramos todos obreros de la empresa con nuestras familias. Visitamos Toledo, Valle de Los Caídos en Paracuellos del Jarama, El Escorial, el Aeropuerto de Barajas, Madrid capital y el Museo de Cera. Cuando vas por primera vez al Valle de Los Caídos y ves la obra tan inmensa que hay allí, te paras a pensar y te preguntas ¿cómo es posible que la hicieran, básicamente, con el esfuerzo de los presos de la guerra civil española?

Las obras, según una placa que hay al entrar en la cripta, se empezaron al acabar la guerra en el año 1939, y se terminaron el año 1959, veinte años más tarde. ¿Cuántas personas murieron en esa obra en esos años? Según los historiadores, un número bastante elevado; unos de frío, otros de hambre, otros de enfermedades contraídas allí, y, supongo que bastantes, de pena por estar viviendo en aquel infierno privados de libertad y alejados de sus seres queridos. La cripta tiene una longitud de 300 metros, su anchura es de 22 y la altura de 11. La cruz que hay en lo alto de la montaña mide 150 metros de altura y sus brazos tienen 25 metros cada uno. Cada uno de los cuatro evangelistas que hay al pie de la cruz mide 18 metros de altura; desde la explanada que hay abajo se ven como si su altura fuese la de una persona normal.

Posteriormente a este viaje, hicimos otro de tres días a Granada, visitando Sierra Nevada, sus alrededores y un poco de Las Aalpujarras. También visitamos el palacio de Carlos V y lo que pudimos de la capital. El hotel donde nos hospedamos era malísimo en todo los sentidos; mala la comida, los aseos sucios, las habitaciones con bastantes cucarachas. Como las comidas eran malas, nos apañábamos saliendo fuera del hotel a tomarnos unas cervezas y jamón, que era lo mejor que te podías tomar. La mejor comida nos la dieron cuando regresábamos de este viaje en Puerto Lumbreras; nos sirvieron patatas a lo pobre y carne a la brasa. ¡Con qué poco nos conformamos los pobres!

Al poco tiempo repetimos viaje a Madrid y Valle de los Caídos. Recuerdo que la primera vez que fuimos la tumba de Franco estaba vacía y en esta ocasión ya estaba ocupada. Se hallaba junto a la de José Antonio Primo de Rivera.


Cuando hemos viajado, hemos llevado siempre a nuestras hijas; primero, por no cargar de obligaciones a la familia, en segundo lugar porque éramos sus padres, y, en tercer lugar porque los viajes los hacíamos por capricho. En más de una ocasión nos ocurría que no podíamos ir a una obra de teatro o a otro tipo de espectáculo porque no permitían entrar a menores.

En el mes de septiembre del año 1989 todavía estaba muy reciente la muerte de mi madre y, para evitar estar en Villena durante las fiestas de Moros y Cristianos, optamos por irnos de viaje a Asturias y Cantabria. Este viaje lo organizó una agencia de Villena. La duración del mismo fue de diez días. Fue la primera vez que nuestras hijas no vinieron con nosotros. Se quedaron a disfrutar de las fiestas, pues la mayor ya tenía diecinueve años, la menor catorce y ya podían valerse por sí mismas. Ese año las fiestas estuvieron pasadas por agua debido a una gota fría que se formó en el sureste español; dejaron de celebrarse varios actos de las mismas. Muchas personas de Villena achacaban las lluvias a un aficionado a la meteorología que es de ese pueblo y que predijo que se acercaba una gota fría y que las fiestas iban a estar pasadas por agua. Acertó, pero muchos festeros se cabrearon con él, y hubo alguien que fue en su busca para recriminarle el haber pronosticado lo de las lluvias. Este viaje a Asturias y Cantabria lo hicimos con personas de Murcia, Alicante, Alcoy, Valencia, Villarreal, Alcira y de Castellón de La plana; o sea, un autobús completo y cada uno de un padre y una madre. El precio por persona fue de 58.000 pesetas, incluídas todas las excursiones y visitas. Quien no haya estado nunca en esas tierras se llevará una gran sorpresa cuando, al salir del túnel, se encuentra con las maravillosas vistas que ofrecen, porque cambian como de la noche al día. Fue una estancia de siete días en el bonito pueblo de Santillana del Mar. De regreso a Villena, dormimos una noche en Gijon y otra en un hotel Meliá en Valladolid. Visitamos una sidrería en Gijón, en donde degustamos la deliciosa sidra. En San Vicente de la Barquera disfrutamos de comer unas deliciosas sardinas y otros pescados. Anduvimos por los Lagos de Covadonga, por los Picos de Europa. En Potes visitamos el Parque de la Naturaleza de Cabárceno. Vimos la Universidad Popular de Gijón, la cueva de Covadonga en Cangas de Onís, Santander capital, Parque de la Magdalena, Naranco de Bulmes, todo el desfiladero del Rio Sella y los acantilados de la cornisa cantábrica. Lo mejor de todo, la gran camaradería de todas las personas que componíamos el grupo; por aquello de que en visitas todos somos buenos el comportamiento fue maravilloso.

LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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