La última operación que me hicieron fué en el año 2005. Motivo, VARICES. La intervención se llevó a cabo en el Hospital Reina Sofia de Murcia, recientemente inagurado por aquellas fechas. Alguien decía que solamente a las mujeres las operaban de varices. Nada más lejos de la realidad; yo puedo decir que he tenido mala suerte porque tampoco me he escapado de ellas. La pierna izquierda se me cargaba y se me hinchaban las venas, sintiendo al mismo tiempo bastante dolor. Lo puse en conocimiento del médico de cabecera, que me recetó antiinflamatorios y alguna otra cosa más. Cuando me harté de tomar medicamentos y de ponerme pomadas volví al médico y le dije por qué no me enviaba al especialista. El, convencido de que no mejoraba, no dudó ni un momento en hacerlo, aunque siempre me decía que no me operarían y que tendría que aguantarme y padecer las molestias. El especialista, me hizo unas pruebas y, una vez que tuvo el resultado, me dijo que lo mejor era operarme. Cuanto antes, le contesté. Me pusieron en lista de espera y me llamaron enseguida.
De todas las operaciones que me han hecho es en esta donde más he sufrido, y mira que llevo... Cuando entré en el quirófano y empezaron a prepararme, me pincharon en la espalda para dormirme de cintura para abajo. Tuvieron que repetir tres veces el pinchazo porque no acertaban a dar en el punto clave para dormirme, hasta que ¡por fin!... En esta ocasión también presencié cómo trabajaban los médicos. Se trataba de dar un corte de unos cinco centímetros en la pierna, justo por encima del pié; y otro corte de unos diez centímetros en la ingle. Una vez hechos estos cortes, localizan la vena afectada y empiezan a tirar de ella hasta extraerla; y tal como va saliendo, la colocan en una especie de tubo como si fuese un macarrón largo.
La recuperación fue bastante mal debido a que casi toda la parte del muslo se me puso más negra que el luto. Por si faltaba algo, cuando me pusieron el esparadrapo para sujetar la herida, como no me afeitaron bien la parte en donde tenían que cortar, cuando fuí a que me quitasen la mitad de los puntos, llevaba el esparadrapo pegado al bello. Os podéis imaginar el daño que tuve que soportar cuando metieron las tijeras.
Pero al fin, a base de paciencia y aguante, la cosa se soluciónó con bastante éxito. Una cosa es cierta, que a pesar de todas las operaciones que lleva mi cuerpo y con setenta y un años, me encuentro en muy buenas condiciones físicas porque cada día me hago al menos seis o siete kilómetros andando, incluso domingos y festivos. Si multiplicamos esos kilómetros por los días que tiene un año, resultan más de 2.500 kilómetros.
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