viernes, 12 de junio de 2009

LAS PROSTITUTAS

Más arriba de la calle donde yo vivía se encontraba una casa de prostitutas, que estaba regentada por la señora Lola, conocida por todos como la Tía Madriles. Por aquella época estas casas, al igual que las mujeres que trabajaban en ellas, estaban controladas por las autoridades tanto sanitarias como gubernativas. Detrás de esa casa había un monte totalmente pegado a la vivienda.
Los chiquillos que vivíamos por allí subíamos a ese monte a jugar. A veces, en vez de jugar, nos dedicábamos a tirar piedras al tejado de las prostitutas, hasta que, o bien salía alguna de ellas, o alguna de las autoridades que casi siempre estaban por allí. Cuando salían las mujeres nos decían: "¡Hijos de puta! ¿por qué no tiráis las piedras a vuestra casa?" Nosotros salíamos corriendo, pero a los pocos días ya nos tenían otra vez haciendo los gamberros. De vez en cuando nos veíamos perdidos porque alguien salía detrás de nosotros y nos refugiábamos en una cueva llamada la Cueva de los Sastres porque en tiempos pasados vivió allí, al parecer, una familia de sastres.
Cuando los chiquillos y chiquillas teníamos tiempo jugábamos a ser artistas de cine o a ser médicos o enfermeras. De vez en cuando en este monte nos reuníamos 30 ó 40 chiquillos que nos dividíamos en dos grupos y empezábamos a tirarnos piedras los unos a los otros hasta que alguien salía escalabrado. Cuando llegaba la primavera, nos hacíamos unas cometas y unos cachirulos para hacerlos volar en el monte.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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