jueves, 15 de octubre de 2009

NUEVO CAMBIO DE VIVIENDA


Como ya comenté en entradas anteriores, durante dieciocho años convivimos con el personal del Centro de Urgencias de Santomera. Tuvimos también como vecinos a la familia de Juan Carlos, empleado en la farmacia de Dª Joaquina, dueña, a su vez, del edificio donde estaba ubicado el Centro de Urgencias. Cuando Juan Carlos se trasladó a otra vivienda, llegó otra familia, que estuvo aquí un corto espacio de tiempo porque les estaban construyendo la suya. Cuando estos se marcharon, el siguiente en ocuparla fue un encargado de la compañía de aguas de Santomera, que permaneció hasta que le trasladaron al pueblo de Ronda. Después, un guardia civil con su familia. Coincidió que, por aquellas fechas, se produjo el golpe de estado de Tejero. Ese mismo día, cuando yo venía de trabajar, bajaba por las escaleras el citado guardia civil y me dijo "Juan, me voy, que me han llamado del cuartel, pasa esto". Le dije que me había enterado por la radio del coche cuando volvía con un compañero de ver unas obras en Santiago de la Ribera. El me aconsejó que evitara, en lo posible, salir a la calle esa noche. El piso en que vivía era más bien pequeño, ya que eran seis hijos y la mujer. Tan pronto como pudieron, se marcharon a una vivienda apropiada a la familia que eran. La vivienda de marras fue ocupada ahora por Joaquín Barranco y familia. Por estas fechas fue cuando la selección española de fútbol ganó a la de Malta por doce goles a uno.

A mi mujer y a la de Joaquín les gustaba jugar de vez en cuando a los cupones de la ONCE. Un cupón costaba cincuenta pesetas. Tuvieron la gran suerte de que les tocase el primer premio valorado en cien mil pesetas, cincuenta mil para cada una. Fueron a Murcia a cobrarlo. Paquita compró un décimo de lotería de quinientas pesetas y le tocaron otras cinco mil. Se entusiasmó y cada día compraba un cupón de la ONCE. Le dije: "mira, tú haz lo que quieras, pero, si crees que te va a tocar otra vez, es posible que pierdas todo lo que has ganado". Ella se lo pensó y me dijo: "tienes razón", y, a partir de aquel momento dejó de jugar y tomó como costumbre echar el dinero en una hucha en lugar de jugárselo. No obstante, muy de tarde en tarde se jugaba algún cupón.

En el año 1.990 el servicio de urgencias se lo llevaron a otro lugar y la dueña alquiló el local que había quedado libre y lo mismo hizo con el piso que había frente a donde nosotros vivíamos. Todo esto coincidió con la venida de los primeros emigrantes de Marruecos, y la dueña lo alquiló a estas personas, que en principio eran cuatro. Su comportamiento era bueno y no había ningún problema. Pero a los dos meses se metieron en el piso cuatro personas mas, y aquello ya no era lo mismo. Por si faltaba poco, el local en donde había estado el servicio de urgencias también fue alquilado alquiló y en el se acomodaron una doce o quince personas. A partir de aquellos momentos se empezaron a complicar las cosas. El patio de luces de la planta baja coincidía con la ventana de nuestra cocina. Estas personas cocinaban en el patio y los olores subían y se introducían en nuestra cocina. No estábamos acostumbrados a aquellos olores y lo pasábamos bastante mal. Si añadimos que tenían mal comportamiento y que cada día que pasaba aquello íba de mal en peor, no tuvimos más remedio que buscar la forma de salir de allí cuanto antes. Nos lo tomamos con calma y empezamos a buscar una zona y vivienda que nos gustase. Muchas fueron las que vimos, pero ninguna encajaba en lo que buscábamos, hasta que, por fin, nos enteramos de que en la calle Villaconchita acababan de empezar a hacer seis viviendas de proteción oficial. La empresa promotora era también la constructora. Cuando hablé con estos señores estaban haciendo el rebaje de la planta semisótano del edificio.

Era el mes de junio del año 1.991. Les pedí los planos de las viviendas para ver la superficies de los pisos y su distribución. Hablé con mi familia. Estábamos de acuerdo en que aquello nos gustaba. El precio, 6.300.000 pts. a pagar en quince años, nos parecía también aceptable. Aunque las viviendas eran subvencionadas, a mí no me daban los 300.000 de pts. que facilitaba el Ministerio de la Vivienda a fondo perdido. ¿Razón?, que mi nómina superaba el mínimo exigible. Tuve la suerte de que mi empresa seguiría dándome el dinero que me pagaba hasta entonces por el alquiler de la vivienda, once mil pesetas mensuales. Forte estuvo abonándome dicha cantidad hasta el día de mi jubilación.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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