domingo, 11 de octubre de 2009

MI SEGUNDA OPERACION


El año 92 me tuvieron que operar de la próstata. Desde hacía bastante tiempo venía padeciendo y teniendo dificultad para orinar. El tiempo pasaba pero yo no hacía caso. El problema era cada vez mayor y, como siempre, acudimos al médico cuando ya no podía aguantar más. El médico de cabecera me puso un tratamiento para ver si la situación mejoraba; pero no, el malestar era cada vez mayor. Me hizo un volante para ir al urólogo. Las primeras pruebas me las hicieron en el ambulatorio del Carmen, de Murcia. A la vista de los resultados, el especialista me puso en lista de espera para operarme. Yo lo estaba pasando mal y, viendo que tardaban en llamarme, fui otra vez al especialista, que tampoco supo decirme cuándo me iba a llamar.

La solución que tomó fue la de colocarme una sonda para así aliviarme algo las muchas molestias que tenía cada vez que orinaba. Estuve con la sonda cincuenta días. Cada ocho, iba al ambulatorio de Santomera a que me la cambiasen. Lo pasaba mal cuando hacían el cambio. Aún así yo no dejé de trabajar porque, con la sonda puesta, apenas notaba molestias. Lo único que hacía de vez en cuando era vaciar la bolsa de plástico que llevaba atada en la parte baja de la pierna. En ocasiones lo hacía en las obras que íba a visitar. Así, hasta que me llamaron para ser operado.

Esto fue el día cuatro de mayo, y el día cinco fui intervenido en la clínica San Carlos de Murcia. Como dije anteriormente, esta clínica trabajaba para la Seguridad Social a través de intervenciones concertadas. Las enfermeras eran monjas, y la verdad es que hay una diferencia notable en el trato con los enfermos en calidad y buen hacer. Tambien había, como es lógico, ATS que pertenecían a la Seguridad Social. Uno de los que a mí me atendían era de Santomera, un profesional de los píes a la cabeza.

La primera noche después de operarme tuve una hemorragia. Una monja y el ATS antes mencionado se las vieron y desearon para cortarla. Lo intentaron un montón de veces sin resultado. Yo presenciaba todo lo que hacían y veía que que cada vez sangraba más. El ATS y la monja se miraban el uno al otro como diciendo . Lo consiguieron a fuerza de intentarlo. Durante el resto de la noche no me dejaron ni diez minutos sin observarme. Al día siguiente, cuando ya estaba todo más estabilizado, me dijeron que la noche anterior estuvieron a punto de llevarme al quirófano.

En esta clínica estuve ocho días. Las comidas eran bastante malas comparadas con las de otros hospitales. Me sirvieron carne sólo una vez en los ocho días, y porque era domingo. Así que, cuando me dieron el alta en la clínica, salí que daba pena verme. Más de un compañero de trabajo se quedó sorprendido, cuando vino a mi casa, de ver cómo estaba. En aquellos momentos no me lo dijeron, pero sí a las dos otres semanas. Volviendo a la operación, al día siguiente de ser intervenido, me dijo el médico, que yo, al igual que todas las personas operadas de próstata, jamás eyacularía espermatozoides, lo que quiere decir que nunca dejaría embarazada a una mujer. La convalecencia de esta operación duró un mes. Todo ese tiempo estuve de baja laboral. Tengo la suerte de que siempre se me han cicatrizado las heridas en poco tiempo, debido a que tengo muchas plaquetas. Además, en estas situaciones, apenas suelo tener fiebre y la tensión arterial no me baja de once o doce.

En cuanto pude me incorporé al trabajo. A partir de aquellas fechas iba a tener más responsabilidades, pero los esfuerzos físicos iban a ser menos. Se trataba de llevar el control de calidad de todo cuanto se fabricaba en esta factoría. Se iba ultimando el montaje de las últimas máquinas que Forte había adquirido para estar en la vanguardia de materiales de construcción. Además, si un compañero de las oficinas no podía ir a trabajar, me ocupaba yo de suplirle lo mejor que podía; por ejemplo, hacer albaranes, pesar camiones, atender el teléfono, o lo que buenamente se presentaba.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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