jueves, 1 de octubre de 2009

EL CARNET DE CONDUCIR A LOS 40 AÑOS


Como yo no tenía carnet de conducir y cada día había que ir a más obras a las que los vendedores habían vendido productos nuestros, no había más remedio que echar mano de estos vendedores. Ellos me llevaban con sus coches a las obras para que yo empezara el replanteo. Una vez hecho este trabajo, el problema continuaba. La solución era que, o bien el dueño de la obra, o bien el vendedor, me llevaran de nuevo a la fábrica. Los vendedores eran varios, cada uno con su zona de ventas. Ellos se encargaban de llevarme a las obras. La empresa veía que esto resultaba un tanto complicado, y los vendedores perdían tiempo y se quejaban. Ante esta situación el Sr. Colomina, que era el director de esta factoría, me pidió que, por favor, hiciese un esfuerzo para sacarme el carnet de conducir. El coste corría a cargo de la empresa. Estaba claro que había que hacer un esfuerzo y conseguirlo.

Pero yo tenía cuarenta años y no había tocado jamás un coche. No es lo mismo que cuando eres joven. Una tarde fuí a Orihuela y me apunté en la autoescuela. Al día siguiente empecé a estudiarme el código de circulación, que por aquellos tiempos constaba de setecientas veinticuatro preguntas, incluyendo las señales de tráfico. En la parte teórica no tuve ningún problema. Cuando fuí a examinarme del teórico me sobraron veintitrés minutos de los treinta que daban. Conseguí el aprobado. Lo peor estaba por llegar. El exámen de práctica lo tuve que repetir cuatro veces. ¿Motivo?, lo que he comentado antes, el no haber tocado nunca un coche y que no me gustaba.

Al día siguiente de conseguir el carnet tuve que ir a una obra que había en el pueblo de Mula. Sólo yo sé lo que pasé al tener que cruzar toda Murcia con un coche seat seiscientos que la empresa tenía para el servicio de la misma. Poco a poco fuí cogiendo el tranquillo al coche y a las carreteras. Yo tenía permiso para hacer uso de este coche cuando me apeteciera e irme a donde quisiera. A la empresa le convenía esto por la publicidad que le proporcionaba. El coche era totalmente rojo y llevaba el anagrama de Forte en letras blancas. Le hice un montón de kilómetros visitando obras y desplazándonos a donde nos apetecía los fines de semana. Más de una vez me dejó tirado en la cerretera debido a que, como estaba para el servicio de fábrica, pasaba por muchas manos. Ahora que limpiarlo..., los únicos, mi mujer y yo.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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