jueves, 4 de junio de 2009

MI MADRE EN EL CALABOZO

De vez en cuando, los guardias Municipales pasaban revisión a las pesas de las balanzas de que disponía cada una de las revendedoras para pesar los géneros.
Nosotros teníamos una pesa de 2 kilos a la que se le había caido el plomo que lleva en la parte de abajo, pero le pusimos unos alambres que compensaban la falta de plomo, y, además, estaba comprobada con otras y era correcta. Cuando este guardia nos pasó revisión, se empeñó en que la pesa no valía. Mi madre le demostró que estaba igual de exacta que las demás, pero el guardia dijo que tenía que multarla. Mi madre le contestó que no había derecho a que la multase.
Por contestarle de esta manera, se la llevó detenida a la comisaría, y allí la tuvieron más de una hora. Viendo yo que no venía, me dió por llorar; y no recuerdo bien quién fué a la comisaría para interceder por mi madre. Como fruto de esta intervención, la dejaron en libertad. Cuando esto ocurrió tendría yo unos diez u once años.
Había que aguantar porque era la única forma de que mi madre nos diera de comer.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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