miércoles, 25 de noviembre de 2009

MAS OPERACIONES

Volviendo un poco en el tiempo, tengo que contar las dos últimas operaciones que me han hecho. Una de ellas fue por el motivo de que se me desplazaron dos pequeños cálculos que tenía en el riñon izquierdo y se situaron en el conducto de la orina. El dolor era intenso e insoportable, hasta el punto de que me tuvieron que ingresar en el hospital Morales Meseguer para extraerlos. En esta ocasión los días que estuve hospitalizado fueron pocos, pero no satisfactorios, porque al poco tiempo empecé a tener infecciones en la orina. El médico de cabecera me prescribíó cultivos de orina y, a la vista de los resultados, me puso un tratamiento a base de antibioticos; pero la infección no desaparecía. Viendo que aquello no mejoraba, optó por enviarme de nuevo al urólogo. Este doctor me hizo unas cuantas pruebas y se dió cuenta de que en el riñón izquierdo tenía un piedra bastante considerable que estaba muy agarrada al riñón. La solución que me dió fue que no tomara más antibióticos y que cada año pasara una revisión en urología. El caso es que la infección ha desaparecido y que, posiblemente, la causa fuesen los dos cálculos que me quitaron. Lo cierto es que desde que me operaron han transcurrido más de cinco años y todo está muy tranquilo. Espero que sea por mucho tiempo. Según el urólogo, con la piedra que tengo en el riñón me puedo morir de viejo sin sentir la necesidad de operarme.

La última operación que me hicieron fué en el año 2005. Motivo, VARICES. La intervención se llevó a cabo en el Hospital Reina Sofia de Murcia, recientemente inagurado por aquellas fechas. Alguien decía que solamente a las mujeres las operaban de varices. Nada más lejos de la realidad; yo puedo decir que he tenido mala suerte porque tampoco me he escapado de ellas. La pierna izquierda se me cargaba y se me hinchaban las venas, sintiendo al mismo tiempo bastante dolor. Lo puse en conocimiento del médico de cabecera, que me recetó antiinflamatorios y alguna otra cosa más. Cuando me harté de tomar medicamentos y de ponerme pomadas volví al médico y le dije por qué no me enviaba al especialista. El, convencido de que no mejoraba, no dudó ni un momento en hacerlo, aunque siempre me decía que no me operarían y que tendría que aguantarme y padecer las molestias. El especialista, me hizo unas pruebas y, una vez que tuvo el resultado, me dijo que lo mejor era operarme. Cuanto antes, le contesté. Me pusieron en lista de espera y me llamaron enseguida.

De todas las operaciones que me han hecho es en esta donde más he sufrido, y mira que llevo... Cuando entré en el quirófano y empezaron a prepararme, me pincharon en la espalda para dormirme de cintura para abajo. Tuvieron que repetir tres veces el pinchazo porque no acertaban a dar en el punto clave para dormirme, hasta que ¡por fin!... En esta ocasión también presencié cómo trabajaban los médicos. Se trataba de dar un corte de unos cinco centímetros en la pierna, justo por encima del pié; y otro corte de unos diez centímetros en la ingle. Una vez hechos estos cortes, localizan la vena afectada y empiezan a tirar de ella hasta extraerla; y tal como va saliendo, la colocan en una especie de tubo como si fuese un macarrón largo.

La recuperación fue bastante mal debido a que casi toda la parte del muslo se me puso más negra que el luto. Por si faltaba algo, cuando me pusieron el esparadrapo para sujetar la herida, como no me afeitaron bien la parte en donde tenían que cortar, cuando fuí a que me quitasen la mitad de los puntos, llevaba el esparadrapo pegado al bello. Os podéis imaginar el daño que tuve que soportar cuando metieron las tijeras.

Pero al fin, a base de paciencia y aguante, la cosa se soluciónó con bastante éxito. Una cosa es cierta, que a pesar de todas las operaciones que lleva mi cuerpo y con setenta y un años, me encuentro en muy buenas condiciones físicas porque cada día me hago al menos seis o siete kilómetros andando, incluso domingos y festivos. Si multiplicamos esos kilómetros por los días que tiene un año, resultan más de 2.500 kilómetros.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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