lunes, 30 de noviembre de 2009

CON JAMÓN Y VINO, A DIVERTIRNOS.

En los ratos de ocio de que he disfrutado en la vida, incluso en el trabajo, me ha gustado poner un poco de humor siempre y cuando se trate de personas que admitan las bromas. Por ejemplo en bodas, comuniones o bautizos. En la mesa que hemos ocupado, ya sean familia o no, hemos acabado pasándolo muy bien aunque al principio no haya conocido a casi nadie; y, si los presentes son amigos, pues mucho mejor. Recuerdo que cuando se casó Juan Ruiz, el grupo de amigos que éramos empezamos la juerga a las diez de la mañana y acabamos sobre las ocho de la tarde/noche. Yo vivía en Villena. Todavía era soltero. La boda se celebró en Yecla en el mes de junio. Antes de celebrarse la misa, este amigo, es decir el novio, nos llevó a que viéramos el piso en donde iba a vivir. Cuando estaba enseñándonos la casa nos dimos cuenta de que en la despensa tenía un jamón y una garrafa de vino de doce litros. Lo primero que hicimos fue coger el jamón y el vino para llevárnoslos. El no dijo ni media palabra. Una vez celebrados la misa y el convite de boda, cuando eran aproximadamente las tres de la tarde (en aquellos tiempos las bodas se celebraban a las doce de la mañana como muy tarde y los convites tampoco eran como los de ahora, que duran cuatro o cinco horas), cogimos el jamón y el vino y nos fuimos paseando por las calles y jardines de Yecla. Donde nos parecía nos sentábamos a comer jamón y beber vino. Como era verano, cualquier sitio era bueno para hacer paradas, sobre todo en algunas de las terrazas que los bares tenían abiertas. Procurábamos, eso sí, pedir alguna cerveza para que el dueño del bar no se molestase y ganase algo de dinero. Por dondequiera que íbamos llamábamos la atención por la juerga que llevábamos; pero una cosa estaba clara, que no nos metíamos con nadie. A las ocho y media de la tarde estábamos en la estación del tren que yo tenía que coger para ir a Villena. Del jamón sólo quedó el hueso, y de la garrafa de vino, únicamente el envase. En nuestra peña de amigos tomamos por costumbre sacar a hombros hasta la calle al novio, una vez terminados el casamiento y el convite, como se hace con los toreros cuando termina la corrida y se han portado bien. Las fotos que conservamos dan buena fe de lo que estoy contando.

Con el transcurso del tiempo y debido a las circunstancias de la vida se pierde la ilusión hacia las juergas. Llegan los hijos, aumentan las obligaciones familiares que nos atan bastante, los amigos se dispersan por motivo del trabajo, nos vamos haciendo mayores y nos apetece menos hacer reuniones como las de antes.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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