martes, 27 de octubre de 2009

FALSA CRISIS ECONOMICA EN LA EMPRESA

A principios del año 1996 Forte Los Sotos intenta hacer un Expediente de Regulación de Empleo, poniendo de excusa el descenso en las ventas. Hace una lista de los empleados que, según la empresa, no pueden continuar en la misma debido a los años de antigüedad con que cuenta cada uno, lo que supone mucho dinero a la hora de pagar indemnizaciones.

La lista era ésta:

  • Guillermo Robles, vendedor, 15 años de antigüedad
  • Julio Martínez, palista, 20 años
  • José Ros, cuerpo de fábrica, 25 años
  • José Paredes, maquinista, 20
  • Manuel Mazón, mecánico, 20
  • Antonio Asensio, 20
  • Dolores García, 25
  • Juan Rodríguez, 28

A primeros del mes de enero del año 1996 la empresa pone en conocimiento de los tres enlaces sindicales que hay en ella por obligación y no por gusto, lo que tiene pensado hacer; pero no les dice todavía quiénes van a figurar en la lista. Los enlaces lo comunican a todos los compañeros, lo que provoca ansiedad, estrés y un sin vivir generalizado que rompe por completo la buena armonía que había entre compañeros; porque, claro, ¿ a quién le va a tocar?, era la pregunta que todos nos hacíamos. Todo eran caras serias, mal humor, y así estuvimos quince días hasta que la empresa presentó la lista en la Delegación de Trabajo, la entregó a los enlaces sindicales y la puso en el tablón de anuncios. Como es lógico esto cayó como jarro de agua fría en los que figurábamos en ella. Todo lo contrario ocurrió en los que no aparecían en ella. Lo peor, el comportamiento de algunos compañeros de los no afectados en los despidos; ese mismo día cambiaron por completo de carácter, ya aparecían las risas, ya se gastaban bromas como si allí no hubiese ocurrido nada. ¡Hay que ver cómo cambiamos las personas en tan poco tiempo!

A los dos o tres días de aparecer la lista nos dieron en mano a cada uno de los afectados la carta de despido. Yo, particularmente, no le deseo a nadie que pase por momentos como éste, y menos llevando veintiocho años dejándome la piel cada día y en cada cosa como si fuese mía la empresa. Pero eso no me pesa porque a mí me parieron así.

Ante esta situación lo primero que hicimos los afectados fue ir a Comisiones Obreras de Orihuela. Todos estábamos afiliados a este sindicato. La primera decepción que llevamos fue que los delegados del sindicato nos dijeron que la cosa no estaba nada fácil para nosotros, que teníamos el 50% de posibilidades de ganar, y que, si nos metíamos en juicio con la empresa, ese juicio podía durar cinco o seis meses, y que durante ese tiempo no cobraríamos ni un duro.

Al oir a los delegados sindicales lo que opinaban de nuestro problema tomamos la decisión de ir a Murcia y buscar un abogado laboralista para que llevara nuestro caso. A este señor le enseñamos nuestras cartas de despido. Nos dijo que eran despidos improcedentes, que nos iba a defender a capa y espada, pero que, para empezar, necesitaba 8.000 pesetas, cantidad que le entregamos en ese momento para que no tuviera problemas. A los dos días nos llama y nos dice que no puede hacerse cargo de nuestro caso porque él pertenece a Murcia y no puede actuar en la provincia de Alicante, que es donde está ubicada la empresa Forte Los Sotos; pero el dinero que le entregamos no nos lo devuelve porque, nos dice, lo ha gastado en hacer gestiones y por el tiempo empleado. A esta clase de personas se les llama aprovechados, frescos y sinvergüenzas, ¿ o no?...

En la segunda reunión que tenemos en el sindicato de Comisiones Obreras de Orihuela, los delegados del mismo nos dicen que para los ocho obreros de la lista la empresa no podía pagar nada más que seis millones de pesetas a repartir según años de antigüedad en la misma. Cuando nos hicieron esta oferta estaba ya presente el abogado que la empresa había contratado para echarnos a la calle a los ocho obreros. Nosotros, como era lógico, no aceptamos para nada dicha oferta. Los delegados de Comisiones Obreras nos decían una y otra vez que no sacaríamos más dinero y que únicamente obtendríamos el paro y algo de dinero de la caja de compensación, y a largo plazo. Muy mal se nos estaban poniendo las cosas a todos nosotros. Hasta tres reuniones tuvimos con los delegados de Orihuela y en ninguna de ellas estuvieron presentes los enlaces sindicales de la empresa ni manifestaron nada en nuestro favor. Tras cada reunión que teníamos con los delegados de Comisiones Obreras, el abogado de la empresa, como no había estado presente, preguntaba si habíamos firmado lo que nos ofrecían.

A la semana de estar peleando y rechazando todo lo que nos ofrecían se encedió una luz a nuestro favor. Nuestra compañera de trabajo María Dolores estaba casada y su marido, que tenía un pequeño negocio, necesitaba de vez en cuando una persona que le solucionara el papeleo y, cuando eso ocurría, acudía a un abogado laboralista de Murcia. Nuestra compañera comentó con este abogado lo que nos estaba pasando. Lo primero que le dijo a nuestra compañera fue que no firmase ningún papel de los que le presentaban en sitio alguno. Ella nos lo comunicó a nosotros y le preguntamos si este abogado podría hacerse cargo de nuestro caso. Aceptó sin problema alguno de momento. Este señor lo primero que hizo fue convocarnos a una reunión en su despacho. Nos pidió toda clase de documentos en los que figurase el tiempo que cada uno de nosotros llevaba en la empresa. Estos datos se los pudimos dar a través de las nóminas, en las que figuraba antigüedad y categoría de cada uno. A continuación nos dijo que necesitaba una autorización de los enlaces sindicales de la empresa para poder actuar en nuestra defensa. La autorización se la concedieron sin problema alguno. Creo que fue lo único que hicieron a nuestro favor, habría sido muy fuerte negarse. Lo siguiente que tuvimos que hacer los ocho implicados fue darle poderes para actuar con los derechos que las leyes exigían. Con todos estos requisitos y documentos se presentó en Magistratura de Alicante y empezó a exponer las razones por las cuales nuestros despidos eran improcedentes. Pero todavía faltaba algo. Nos dijo que hacía falta un auditor de cuentas para ir a la empresa a escarbar en el tema económico y que esto nos podía costar unas 100.000 pesetas. Le dijimos que tirase para adelante porque estábamos dispuestos a todo.
Pero mira por dónde, alguien obtuvo documentos que sin querer vinieron a sus manos y se los presentó a nuestro abogado. Con aquellos documentos nuestro abogado hizo una demanda a la empresa presentándolos en Magistratura. Esto eliminaba el tener que contratar al auditor de cuentas que nos había pedido, cosa que nos alegró muchísimo. La empresa, al ver que las cosas las iba teniendo más dificiles, optó por meternos miedo diciéndonos que si no firmábamos los despidos incrementaría la lista y que, en vez de ser ocho personas, íbamos a ser diez, y por el mismo dinero, es decir 6 millones de pesetas. Nuestro abogado nos decía que nosotros tranquilos, que las cosas empezaban a ponerse bien. A todo esto, la fecha de los quince días que teníamos a partir de cuando nos dieron las cartas de despidos se iba acercando. Recuerdo que una noche, estando yo en casa, llamó el jefe de personal de la empresa pregúntandome quién era el abogado que nos estaba llevando el caso, cómo se llamaba, de dónde era. No fiándome, le contesté que no sabía nada de nada, cosa que no le convenció. Peor para él. Supuse que era para entrar en contacto con el abogado y ver de convencerle económicamente para que diera marcha atrás; pero no lo consiguió. La empresa continuó poniendose nerviosa a raiz de que su abogado hizo acto de presencia en Magistratura, y más todavía cuando le comunicaron que las cosas se les estaban complicando.

A partir de esos momentos nuestro abogado nos dijo "¿veis qué prisa tiene la empresa en que esto termine? Pues ahora van a correr más". Tenía razón, él había ya hecho la cuenta de cada uno de nosotros para el caso de que la empresa nos despidiera y tuviera que indemnizarnos. De los ocho que éramos sólo quedábamos seis, ya que dos se echaron atrás cuando vieron que las cosas empezaban a ponerse difíciles; estaban despedidos al igual que nosotros, pero se conformaban con lo de los seis millones que nos daban en principio. Cuando faltaban tres días para cumplirse el plazo de los quince, nuestro abogado tenía suficientes datos, obtenidos a través de Magistratura, para asegurar que la cantidad que debía pagar la empresa era 50.000.000 de pesetas a repartir según los años de cada uno en la misma. Toda esta información la presentó nuestro abogado al abogado de la empresa, y éste a su vez a la empresa. El tema estaba claro, o nos readmitían o ponían los 50 millones encima de la mesa. Ante este fracaso por parte del abogado de la empresa, ésta, cuando faltaban 24 horas para cumplirse el plazo de "dinero o readmisión" no tuvo otro remedio que correr y darse mucha prisa en avisarnos a cada uno de nosotros por teléfono y con un telegrama con el siguiente texto: "EXPEDIENTE DE REGULACION DE EMPLEO QUEDA NULO, PRESENTESE MAÑANA EN SU PUESTO HABITUAL DE TRABAJO. FORTE LOS SOTOS S.A." Pues bien, eso fue lo que hicimos, presentarnos en nuestros puestos.

Lamentable pero cierto, hubo alguien del personal de oficinas que, cuando nos vió llegar, dijo: "¡ ya están aquí otra vez !", pero no con buenas intenciones. A esta persona, con el paso del tiempo, un día en que hubo un cambio en los mandos de la empresa, no le dió tiempo de coger sus pertenencias personales y verse de patitas en la calle.

En la factoría de Villena también se hizo a la misma vez regulación de empleo despidiendo a 23 obreros, muchos de ellos con bastantes años en la empresa. Los despidos de estos obreros también eran improcedentes. Varios de ellos se acercaban a los 60 años de edad y no pusieron demasiada resistencia para evitarlo. Nosotros entramos en contacto con ellos para explicarles lo que estábamos haciendo, con la idea de que hiciesen lo mismo; pero apenas nos escucharon. Al final fueron todos a la calle por cuatro duros. El abogado de la empresa de Villena era el mismo que nos quería despedir a nosotros. Recuerdo que una noche, y desde mi casa, llamamos a uno de los enlaces, para decírles que, por favor, no firmasen y que hiciesen lo mismo que nosotros. Pero, como he dicho antes, no hicieron caso y mucho menos los que estaban deseando salir de la empresa.

Cuando nos readmitieron a nosotros, los de Villena, a excepción de los que no querían estar más tiempo en Forte, nos dieron la enhorabuena por conseguir no ser despedidos y por haber echado un pulso a la empresa y haberlo ganado.

Puedo decir que, a partir de readmitirnos, las cosas continuaron igual que antes por no decir mejor; no hubo ninguna represalia por parte de la empresa con ninguno de nosotros, todo lo contrario, a medida que el tiempo pasaba yo íba teniendo más cotizaciones a mi favor y, por otro lado, me pusieron una prima fija económica de 50.000 pesetas mensuales por buen rendimiento en el trabajo. Cuando la empresa se planteó hacer la regulación de empleo parece ser que a mí me incluyeron únicamente por completar la lista, al menos esto era lo que me decían el jefe del personal y el director de la factoría de Forte los Sotos, y que, una vez acabada la regulación, volverían a llamarme para trabajar. Pero no me fiaba ni de mi sombra, porque hay que ver lo mal que se pasa cuando te encuentras en una situación de despido como yo me ví. Es tan grande el golpe que recibes moralmente que no tienes ganas ni de ver a ciertas personas por mucho que te prometan que te van a llamar de nuevo.

Con el paso del tiempo, lo que sí hizo la empresa fue dar oportunidad a todo el que quería dejar de trabajar de llegar a un acuerdo económico con muchas ventajas para el obrero. Hubo alguien que aceptó esta solución. Dado que habían pasado ya dos años desde el episodio de nuestra readmisión, era importante la suma de dinero que la empresa ofrecía para estos casos. Como era optativo, a mí particularmente me interesaba mucho más continuar trabajando el máximo de tiempo para así conseguir cuantas más cotizaciones mejor y, al mismo tiempo, acercarme a los sesenta y dos años, que era la meta que yo me había planteado para retirarme del trabajo. De esta forma conseguí cinco años más de cotizaciones a la Seguridad Social.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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