A mediados de este año se me presentó la oportunidad de cambiar de vivienda. Lo primero que hice fué hablar con un corredor de compra/venta de viviendas para que vendiera mi piso y, a su vez, buscara otro que mejorara las condiciones del que yo tenía. Al poco tiempo hubo resultado. El mío se vendió en setecientas quince mil pesetas y el que yo compré me costó un millón ciento cincuenta mil pesetas. La diferencia entre el viejo y el nuevo era grande en términos de comodidad. Disponía de tres habitaciones dobles, un comedor bastante amplio, una cocina de once metros cuadrados, una despensa, un cuarto de baño completo, un pequeño patio de luces habitable en donde estaba la lavadora y una terraza comunitaria con un trastero de más de diez metros cuadrados para cada uno de los cuatro vecinos de que constaba el edificio. La planta baja estaba destinada a bajos comerciales. En la actualidad hay una farmacia.
Este piso ha sido y sigue siendo nuestra segunda vivienda. Hasta allí se desplazaba la familia cuando yo cogía las vacaciones. Nos íbamos a Villena a disfrutar las fiestas de Moros y Cristianos.
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