miércoles, 11 de marzo de 2009

HAZAÑAS INFANTILES

La infancia de aquellos tiempos era muy precaria, pero mucho más sencilla que la de ahora porque, para jugar, con cualquier cosa nos entreteníamos.
Y de lo primero que encontrábamos nos hacíamos un juguete. Por ejemplo, con los botes de la leche, nos hacíamos unos zapatos para así ser mas altos que los demás, y con ellos celebrábamos carreras. Con las fundas de las cajas de cerillas, que eran de cartón, formábamos paquetes de 40 unidades, para después jugárnoslos con unos tejos de mármol que cada uno nos buscábamos por nuestra cuenta.
De mi infancia puedo decir que fué muy corta, o lo que es lo mismo, yo no tuve tiempo de ser chiquillo debido a las necesidades que había en casa. Recuerdo que un día, yendo a la escuela, el maestro nos dijo que si queríamos irnos a estudiar para cura, y, mira por donde, del colegio se marcharon 5 compañeros. Uno de ellos fué el hijo de la familia que convivía en la misma casa que nosotros. A esta familia se le notaba que le gustaba bastante la iglesia; de hecho, al hijo le pusieron de nombre Africano García Yañez. A mí se me ocurrió comentarlo en casa. Lógicamente no me hiceron ni caso, porque mi padre ya había fallecido en las circustancias que he descrito anteriormente.
También recuerdo que, de vez en cuando, iba algún circo a Yecla. Siempre los montaban en la plaza de San Cayetano. Estos circos eran de madera, al igual que los vestuarios. En estas maderas había unos agujeros por donde los chiquillos nos asomábamos para ver si, cuando las artistas se cambiaban de ropa, se les podía ver algo. Porque, a pesar de todo, ya teníamos nuestra picardía.
Pero ¿qué ocurría?... que, cuando más tranquilos estábamos, aparecía el dueño y se liaba a dar patadas a todo aquel que pillaba.
Por cierto, a mí me pilló, y jamás en mi vida me habían dado una patada tan grande como aquella. Creo que a partir de aquel momento se me empezó a producir una hernia discal que con el tiempo me tuvieron que operar. Hay que reconocer que éramos chiquillos, y ya se sabe lo que son los chiquillos.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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