miércoles, 2 de diciembre de 2009

MIS SOBRINOS.

He tenido siete sobrinos; tres de mi hermano Pedro, dos de mi hermana Fina y dos de mi hermano Martín. De todos ellos actualmente viven sólo seis. El primero que vino al mundo fue Juan José, hijo de Pedro y Ana. Nació el 23 de Octubre del año 1950. Por aquellas fechas yo estaba de pastorcillo. El segundo hijo de este matrimonio fue Pedro, que nació el 27 de Febrero de 1956. El tercero, Angel, nacido el 2 de Agosto del año 1961. Cuando nació Juan José, como era el primer sobrino que había en la familia, llenó a todos de alegría; para él eran todas las caricias tanto en la casa de la abuela materna como en la de la abuela paterna. Estaba la mayor parte del tiempo en brazos de unos u otros, ya que en aquellos tiempos solamente los ricos disponían de cochecito de paseo. Quien menos disfrutaba de él era yo, porque iba al pueblo únicamente cada quince días.
Con el transcurso del tiempo fueron llegando los demás sobrinos, que llenaron también de alegría las casas. Por lógica Juan José fue el primero en ir a la escuela y, tambien por lógica, el primero en empezar a trabajar. De hecho, cuando terminaba de hacer sus deberes escolares, iba a la obra en donde estábamos trabajando y se ponía a ayudarnos en lo que podía para así ir aprendiendo el oficio de albañil. Recuerdo que una tarde se encontraba en la obra también el tío Juan, abuelo materno de Juan José, que nos ayudaba en lo que podía para no aburrirse, porque era bastante mayor ya. Era una obra de cuatro plantas. Estábamos pavimentando la tercera. El tío Juan nos llevaba el mortero con unas calderetas. Juan José se encontraba allí también y de pronto grita: "¡padre, el abuelo se ha caído por el hueco de las escaleras!". Mi hermano y yo, asustados, salimos corriendo hacia las escaleras, cuando vemos venir al tío Juan cargado con dos calderetas más fresco que una lechuga.
De haber sido cierto, el disgusto habría sido terrible y las consecuencias, gravísimas. Todo quedó en que al chiquillo se le ocurrió gastar una broma. La regañina que le dedicó su padre fue bastante gorda y no era para menos, advirtiéndole de que jamás volviera a hacer semejante cosa. El chiquillo fue creciendo y aprendió muy pronto el oficio de albañil, echó novia e hizo la mili. Cuando volvió ya licenciado su padre le dió el mando de la empresa, aunque bajo la mirada vigilante de mi hermano. Juan José era con todo el mundo la simpatía personificada y hacía amigos en menos que canta un gallo. A los veintiséis años se casó con una chica de Denia y formaron un matrimonio que se llevaba estupendamente. A los dos años de casados tuvieron un hijo, con tan mala suerte, que a los tres días se murió. Esto les afectó muchísimo. Cuando empezaban a superar esta desgracia, mi sobrino tuvo un accidente laboral a consecuencia del cual falleció a la edad de veintinueve años. Su mujer tenía veintisiete. Con el paso del tiempo su mujer rehizo su vida casándose con otro hombre; y actualmente viven felices. Tanto ella como nosotros seguimos siendo sobrina y tíos, como antes.

De los demás sobrinos tengo que decir que todos son maravillosos, buenas personas, trabajadores y que, a día de hoy, han formado sus familias y siguen viviendo y luchando para sacar adelante a sus hijos.

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LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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