En junio del año 2004 falleció mi cuñado José a los 81 años. En su adolescencia se marchó voluntario a la guerra civil española. Fué reclamado por sus padres y volvió a casa; pero a los dos meses volvió a escaparse para irse de nuevo a la guerra. Viendo sus padres que era una tontería volver a reclamarlo, dejaron que el destino marcase su vida. Tuvo la gran suerte de que, acabada la guerra, pudo regresar sano y salvo. Once meses después de la muerte de mi cuñado José falleció otro cuñado, marido de mi hermana, a la edad de 77 años. Este otro cuñado vivió siempre entregado a su familia hasta el final de sus días. Durante los años 2007 y 2008 fallecieron siete miembros de mi familia: cuatro primas hermanas, un primo hermano, mi hermano Martín a los 76 años y, por último, mi otro cuñado Pascual a los 88 años. A fecha de hoy no me quedan hermanos, ni cuñados, ni primos hermanos; únicamente quedan mi hermana Fina y mis tres cuñadas.
Por todo esto digo que nacer el último en una familia es algo muy triste. Cada día sientes que te estás quedando más solo y ves que poco a poco tus familiares se van marchando para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario