Recuerdo que en el año 1956, en el mes de febrero, España sufrió una ola de frío intenso que tuvo una duración de un mes. En el pueblo de Ayelo de Malferit no hubo ni un solo día en que no estuviésemos por debajo de los cero grados. Aún así, nosotros no paramos de trabajar ni un solo día. El agua que empleábamos estaba en unas balsas que había en la calle. Todos los días teníamos que romper el hielo y “garvillar” el agua para que no apareciesen trozos de hielo en los muros que estábamos enluciendo. Aún así, tan pronto como echábamos el yeso en las paredes, veíamos cómo se cristalizaba.En este pueblo de Ayelo de Malferit fue en donde yo vi por primera vez las fiestas de los toros sueltos por las calles, que son bastante divertidas y que se celebran en la primera semana del mes de Agosto.
El doce de octubre de 1956, festividad de la Virgen del Pilar, debería haberse celebrado en la plaza de toros de Valencia una corrida de toros en la que estaba programada la actuación del torero murciano Manuel Cascales. En vísperas del Pilar hubo en Valencia unas grandes inundaciones. La corrida de toros fue suspendida. Durante el tiempo que duraron las inundaciones, la Región de Murcia (los huertanos) se volcó en ayudar incondicionalmente al pueblo de Valencia, y, sobre todo, con el burro Platero. En Murcia hubo una campaña benéfica a favor de los dannificados por estas inundaciones, y esa campaña recibió el nombre de "Platero".
El tiempo íba pasando, y el trabajo era cada vez más duro. El sueldo era el mismo, es decir cuarenta pesetas al día y doce o catorce horas en cada jornada. Recuerdo que en una semana hicimos la fachada de dieeciséis viviendas a base de muros de piedra y ladrillos entre dos oficiales, un peón y yo amasando; algo impensable con los medios de que disponíamos por aquellos tiempos.
Como he comentado anteriormente, a Yecla íbamos cada tres semanas. Los domingos los dedicábamos a jugar al fútbol o a ir al único cine que había en el pueblo. Por aquella época estaban de moda las películas de Antonio Molina, y, como siempre, las del oeste. Los compañeros de más edad pasaban el rato jugando a las cartas o tomándose algún que otro litro de vino. De vez en cuando a alguno se le subía a la cabeza pero jamás se metieron en follón alguno.
Cuando llevaba once meses en aquella empresa, decidí irme a Yecla a trabajar. Estuve un corto espacio de tiempo en otra empresa, hasta que varios compañeros de los que habíamos estado en Ayelo de Malferit nos fuimos a la empresa de Alfredo Corral Cervera.
Antes de empezar a contar mi vida en la nueva empresa quiero relatar el final de mi estancia en Ayelo de Malferit.
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