miércoles, 30 de septiembre de 2009

VUELVO A MI VIDA LABORAL

Mi trabajo lo llevaba lo mejor que podía y sabía. Cada día que pasaba las responsabilidades eran mayores; si a esto añadimos la úlcera que desde hacía tiempo venía padeciendo, mi salud cada día se resentía más, pero había que seguir luchando. Una de las cosas que no debí hacer cuando me trasladaron fue empezar a fumar de nuevo. Hacía seis años que lo había dejado, pero cuando vienes a un lugar nuevo, será por los nervios o porque conoces nuevas personas y te ofrecen un cigarro, el caso es que cogí de nuevo el vicio del maldito tabaco. Esto fué mi perdición.

Era el año 1.975. Este año murió nuestro caudillo de España, que durante cuarenta años nos manejó como quiso e hizo de nosotros lo que le vino en gana. La noche en que murió era jueves veinte de noviembre. Esa noche en Televisión Española pusieron la película de guerra Objetivo Birmania, protagonizada por Clar Gable.

Los acontecimientos que se vivieron tras la muerte de Franco ya sabemos los que fueron. La empresa Forte desde siempre ha dado y sigue dando bastante pan, pero... muy duro; quiero decir con esto que en cualquier puesto se trabajaba duro y con presión por parte de los directores de cada una de las factorías que había en la empresa. Esto era así y sigue siéndolo. Por lo tanto, o lo tomabas o lo dejabas. Pero, ¡ojalá existieran en España muchas empresas como Forte!, ya que, primeramente, durante los treinta y tres años que he permanecido en ella ha sido empresa modelo en cotizaciones a la Seguridad Social; en segundo lugar, jamás me quedé ni una semana sin cobrar, ni un mes cuando nos pagaban por meses; y, en tercer lugar, si te correspondían siete pesetas te daban seis, pero no cuatro como otras muchas empresas. En Forte cobrábamos nuestras vacaciones de verano y de invierno. En marzo de cada año recibíamos la parte proporcional de los beneficios de la empresa. También nos equipaban con prendas y calzado de trabajo. Pero no todo era tan bueno. Cuando más tranquilo estabas, venía alguien de los de arriba y, por muy bien que estuvieses haciendo las cosas, nunca te decían ¡qué bien está esto!. Por ahí te rompían la moral.

Pasaba el tiempo e íbamos conociendo a más personas, tanto de Santomera como de otros lugares, y a familiares de los compañeros de trabajo. Pero, por mucho que uno se empeñe, siempre serás forastero. La vida continuaba. Cuando nos parecía nos íbamos a Alicante a pasar el fin de semana en casa de mis cuñados. Ellos se alegraban mucho, sobre todo de ver a las chiquillas, que poco a poco se íban haciendo mayores y a las consideraban como hijas suyas; de hecho las vieron antes que yo al nacer. Cuando les daban vacaciones en los colegios, pasaban, particularmente la mayor, al menos un par de meses disfrutando de todo cuanto había en la finca y en el chalet tipo mansión, con grades zonas ajardinadas, piscina, pasillos con pérgolas en donde se podía tomar el sol o la sombra, disfrutar de las ricas frutas que allí había, tales como peras, ciruelas, higos y limoneros. De éstos había novecientos árboles. El dueño de todo esto era soltero. Tenía dos hermanas más, una de ellas casada. Todos ellos, como ya he comentado anteriormente, trabajaban en la Clínica de la Concepción de Madrid como facultativos.

Mis vacaciones las tomaba yo la última semana del mes de Agosto para así celebrar y disfrutar de las fiestas de Moros y Cristianos, que se celebran del cuatro al nueve de septiembre de cada año. Yo seguía siendo festero, razón de más para tener ganas de tomar las vacaciones, ver a los amigos, compañeros de comparsa y demás conocidos. Mi hermano Martín tambien era festero y en dos ocasiones ostentamos los cargos de Capitán y Alférez de nuestra comparsa. Hay que ser muy responsables para cumplir con estos cargos porque durante los cinco días que duran las fiestas son muchos los actos que se celebran y no puedes fallar a ninguno de ellos.

Pero todo en la vida cambia y lo de festero no íba a ser menos, sobre todo si estás tanto tiempo apartado de lo que es la comparsa, como era mi caso por estar viviendo en Santomera. Poco a poco se me iban quitando las ganas de salir de festero, y pasé de ser socio activo a socio protector. ¿Y por qué? Pues muy sencilllo, cada dos o tres años la comparsa cambiaba el traje de festero y lógicamente esto suponía un nuevo gasto económico; por otro lado, para disfrutar de verdad de lo que conlleva una comparsa, tienes que estar y vivir allí en donde percibes el ambiente que hay dentro y fuera de ella. Estuve hasta que cumplí los diecinueve años perteneciendo a la comparsa de Ballesteros, de los cuales durante siete también pertenecí a la directiva de la misma. Cuando llegan estas fiestas, me paso por la sede de mi comparsa aunque ya no pertenezca a ella, y lo hago para para saludar a los pocos amigos que todavía quedan y que, por desgracia cada vez son menos porque ya han fallecido. Esto da mucha pena.

Mi vida continuaba sin dejar de trabajar y sacando mi familia adelante. Los trabajos de montaje de la nueva factoría avanzaban a buen ritmo, no exentos de problemas pero superándolos lo mejor que podía y sabía. Mi especialidad en la empresa como técnico posventa de los más de trecientos y pico de productos que Forte fabricaba iba mejorando y las obras lógicamente tambiéen lo hacían. Cada día que pasaba había que acudir a más obras, hasta el punto de que Forte aumentó la plantilla de vendedores. La empresa tenía un problema conmigo, yo no disponía del carnet de conducir.

lunes, 28 de septiembre de 2009

ETAPA MUY DURA PARA MI MUJER

Con mi traslado de trabajo quien peor lo pasó fue mi mujer, porque en Santomera no conocíamos a nadie y por las dos chiquillas, una con cinco años y la otra con siete meses. La única cosa positiva, que ella no tenía que ir a trabajar, que no es poco; muchas mujeres no tenían esa suerte, a ella le bastaba con tener que cuidar de las dos chiquillas y hacer las cosas de la casa.
Poco a poco fuimos habituándonos al clima de estas tierras y a las personas que, con el paso del tiempo, fuimos conociendo. Los domingos por la tarde, después de salir a pasear por donde podíamos, tras el paseo nos íbamos a merendar al bar de Paco el Carlos, donde había un gran surtido de embutidos de la tierra; también hacía unos michirones que estaban para chuparse los dedos.
Era el verano del año 1.975. Las primeras personas con las que entablamos amistad fueron los padres de Pilar, una compañera de trabajo que tenía su puesto de trabajo en las oficinas de la empresa; los padres de Pilar eran bastante mayores que nosotros y vivían a dos kilómetros de Santomera, en lo que era zona de huerta.
Como mi mujer apenas tenía trabajo, por las tardes cogía a las dos chiquillas, una en el cochecito de paseo y la otra andando, y se iban a casa de los padres de Pilar. Estaban allí hasta que yo salía de trabajar y nos veníamos a casa. Esto lo hacíamos porque en verano, como duran tanto los días, nos sobraba tiempo para todo. Hasta que llegó el mes de septiembre y nuetra hija mayor empezó a ir al colegio de primaria. Lo hizo con casi seis años, ya que había nacido en el mes de enero. Perdió casi un curso. Su único colegio de primaria fue el de La Virgen del Rosario, donde terminó los estudios obligatorios. De allí pasó al Instituto de segunda enseñanza Julián Andúgar, en Santomera. Desde el principio nos hemos preocupado, tanto mi mujer como yo, de si iba bien o no, si tenía deberes o alguna u otra obligación escolar. Cuando había alguna reunión de padres siempre iba yo para ver si hacía falta alguna visita al profesorado. Tanto mi mujer como yo nunca tuvimos ningún problema en esta etapa de estudios. Cuando terminó en el instituto nos dijo que le gustaba continuar estudiando, cosa que nos pareció bien. A partir de esa decisión empezó su carrera universitaria en Murcia, eligiendo filología hispánica. Con suerte y sacrificio por parte de ella, consiguió el objetivo en los cinco años que duraba esta carrera. Una vez conseguida esta meta, tuvo la gran suerte de que, al día siguiente, le llamaron para hacer una sustitución en Jumilla. A partir de aquel día no ha dejado de trabajar en varios sitios de la región de Murcia. Estuvo trece años como interina. Hasta que en el año dos mil siete se presentó a las oposiciones consiguiendo plaza fija.
En cuanto empezó a trabajar, nos dijo que quería emanciparse y hacer su vida. Nosotros no le pusimos ningún impedimento puesto que ya era mayor de edad. A día de hoy está viviendo a sus anchas y haciendo lo que más le conviene. Sigue soltera y sin idea de casarse, sobre todo a la vista de cómo están las cosas de los matrimonios. Esta hija nuestra fue en su niñez festera de la comparsa de Ballesteros. A ella le gustaban mucho las fiestas. Fué la primera madrina infantil de la comparsa. Con anterioridad no existían las madrinas infantiles. En el acto de presentación de la madrina infantil se estrenó una bandera para realzar el momento, y hubo un pequeño banquete en un salón de celebraciones de bodas y demás eventos públicos.
Intentamos también inculcar el espíritu festero en la hija menor, pero no hubo forma. Cuando tenía dos años le hicímos su traje de Ballestera y nos decía que no le gustaba. No tuvimos más remedio que dejarla estar y hacer caso a su voluntad.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

TENGO QUE TRAERME A LA FAMILIA

Ante el hecho de que estaría por tiempo indefinido en la nueva factoría no tuve más remedio que empezar a hacer gestiones para traer la familia lo más cerca posible de mi puesto de trabajo. También había otro motivo, que mi hija mayor estaba en puertas de empezar a ir al colegio por primera vez; así que, por el mes de Junio empecé a hacer gestiones para buscar vivienda. En principio lo hice en Orihuela, pero no me convencía demasiado porque suponía tener que recorrer cada día nueve kilómetros para ir a trabajar. Si a esto añadimos que yo no tenía todavía el carnet de conducir, el problema era mayor; de lo único que disponía para ir a trabajar era de un ciclomotor de 49 cc.

La siguiente opción la busqué en Santomera, que por aquellas fechas era pedanía de Murcia y no tenía Ayuntamiento. Santomera era un pequeño pueblo de unos seis mil habitantes. La mayor parte de sus calles estaban sin asfaltar. En muchas de sus casas tenían y criaban animales para el sustento propio. Las personas de este pueblo han sido y siguen siendo buenísimas y nobles para mí y mi familia. Santomera es un pueblo que acoge al forastero con los brazos abiertos. Así que, sin pensarlo dos veces, buscamos vivienda para vivir en Santomera.

Tengo que agradecerlo a la persona, en este caso Mauricio González, que me ayudó a encontrar un piso. Este Sr., que por desgracia falleció en el año dos mil cuatro, era dueño de una empresa de transporte que trabajaba para Forte S.A. en la factoría que estábamos montando. El piso que alquilamos era con cargo a la empresa Forte. Era de la dueña de una de las dos farmacias que por aquellos tiempos había en Santomera. Estaba totalmente limpio de muebles, a excepción de algunos utensilios de farmacia. Mi mujer y yo vimos lo que nos hacía falta, se lo comuniqué a la empresa y se llevó todo lo necesario para vivir más o menos en condiciones. En la mañana del día ocho de Julio del año 1.975 nos vinimos a vivir a Santomera mi mujer, mis dos hijas y yo. La mayor tenía cinco años, la menor siete meses. Ese día, como era domingo y todas las tiendas estaban cerradas, mi mujer no pudo comprar nada para preparar la comida. Nos fuimos al bar de Paco el Carlos a comernos unos bocadillos. Este bar era bastante famoso por los jamones y embutidos que podías tomar. El patio de este bar lindaba con la parte posterior del piso en que nosotros íbamos a vivir, piso ubicado en la calle Virgen del Rosario nº 5 planta alta. En dicha planta había también otra vivienda. En ella vivían Juan Carlos y su familia. La planta baja estaba dedicada al servicio médico de urgencias de Santomera. Nos venía bien tener este servicio tan a mano. Lo peor era cuando llevaban a alguien en mal estado y se escuchaban los gritos de dolor.

Con todo el personal de este centro nos llevábamos muy bien. Las personas que trabajaban allí se hacían las comidas en el mismo centro. El cocinero era un chófer de ambulancia llamado Restituto. La cocina de estos señores estaba en el patio de luces, que era el mismo que coincidía con nuestra cocina; así que, cuando les faltaba algún ingrediente para cocinar, no tenían más que llamar a mi mujer y decir: "¡Paquita!... ¿tienes una cebolla?", o alguna otra cosa que ellos no tenían en ese momento. Y así estuvimos conviviendo durante dieciseis años, hasta que este centro se lo llevaron a otro lugar.

martes, 22 de septiembre de 2009

OTRA VEZ EMBARAZADA

Por el mes de Mayo del año 1.974 mi mujer quedó embarazada de la que sería nuestra sugunda hija. La diferencia de edad iba a ser de cinco años. También en esta ocasión sería con cesárea. La fecha de dar a luz se aproximaba y, cuando faltaba un mes, mi mujer se marchó a Alicante a casa de su hermana Ana para estar más tranquila y acompañada.
Llegó la hora de la verdad. El veintidós de Enero del año 1.975, sobre las ocho de la mañana, mi mujer empieza a tener algunas molestias. Estaba advertida de que, al menor síntoma, se marchase a la Residencia. Eso fue lo que mi cuñado Pepe y mi cuñada Ana hicieron, avisaron a un taxista, fueron a la Residencia, entregaron los papeles y, de inmediato, la ingresaron en maternidad. Cuando me avisaron, yo estaba trabajando; así que, en cuanto pude, me marché a mi casa, le di a mi madre la noticia y, en cuanto pudimos, cogimos el primer tren hacia Alicante. Una vez en la estación de Alicante, un taxi nos llevó a la Residencia. Cuando llegamos, estaba casi todo hecho. A las once del día veintidós de Enero nació nuestra segunda hija. Se le puso de nombre María del Pilar. Lo de Pilar fue para recordar de alguna manera el día de nuestra boda, doce de Octubre, festividad del Pilar.
Cuando mi mujer dió a luz, el médico nos comentó que teníamos ya dos hijas y que sería conveniente el no tener más, porque llevaba tres cesáreas y podía ser peligroso para mi mujer una nueva intervención de esas características.

jueves, 17 de septiembre de 2009

HABIAMOS TOCADO TECHO.

A finales del año 1.973 Forte S.A. empieza a montar una nueva factoría en la provincia de Alicante, concretamente en el término municipal de Orihuela, lindando con la provincia de Murcia. Era una finca que en su mayor parte estaba plantada de naranjos. Dentro de estos terrenos también había una fábrica de harinas inactiva desde hacía muchos años. La superficie del terreno era de 157.000 m2. En principio se hizo cargo de los primeros pasos el Sr. Sánchez, que estaba de director en la pequeña factoría que había en Murcia capital.

Parece ser que al Sr. Forte no le convencía cómo se estaban llevando a cabo los trabajos de esta nueva instalación en Orihuela. Por este motivo decidió que el Sr. Colomina, director de la central de Villena, tomara las riendas de esta nueva factoría. Ante esta decisión, el Sr. Colomina comunicó al Sr. Forte que yo también tendría que ser trasladado para ayudar a montar la nueva fábrica en Orihuela. La verdad es que en Villena ya habíamos tocado techo los dos, los trabajos más importantes estaban realizados. Del mantenimiento se encargarían mi hermano Martín y el tío Juan.

Así que, en el mes de Noviembre del año 1.974, empezamos a tomar las riendas de la nueva factoría. En esta al gual que en la de de Villena practicamente no había nada hecho, a excepción de lo poco que el Sr. Sánchez había realizado. El Sr. Colomina y su familia se instalaron en Murcia capital y yo me hospedé en el restaurante Los Naranjos, que estaba frente a la nueva factoría que íbamos a montar. Yo me marchaba a Villena los fines de semana y regresaba al trabajo los lunes. Quiérase o no, esto suponía una molestia para mí y también para mi familia, pero era la empresa la que mandaba y no había más remedio que obedecer. La única ventaja que iba a tener yo era la económica, por el aumento que me supuso sin haberlo pedido. Ocho meses estuve yo hospedado en el restaurante Los Naranjos, desde Noviembre hasta primeros del mes de Julio del año 1.975.

En principio, pensaba yo que, al acabar las obras de esta nueva factoría y dejarlo todo en condiciones, me trasladarían de nuevo a Villena; pero no fue así. Lo mismo pensó el Sr. Colomina. Pero, a medida que pasaba el tiempo, veíamos que nuestras ilusiones estaban cada vez más lejos. Tuvimos que hacernos a la idea de quedarnos aquí por tiempo indefinido.

martes, 15 de septiembre de 2009

TRES TIPOS DE ALBAÑILERÍA

A medida que el tiempo iba pasando, progresaba yo y la empresa Forte S.A me adjudicaba mayores responsabilidades. Yo ponía el máximo interés y realizaba mi trabajo lo mejor que podía y sabía.
Cuando yo entré a trabajar en esta empresa había un maestro de obras que se encargaba de hacer todos los trabajos de albañilería. Se llamaba Antonio Nortes. En su oficio era muy inteligente además de buena persona. Tenía sesenta años, pero se conservaba bastante bien. En su juventud fue futbolista; llegó a jugar en segunda división del fútbol español, según contaba él. Jugó en el Murcia y en el Cádiz. Cuando se casó fue a vivir a Villena y allí estuvo hasta el final de sus días. Murió a los ochenta y un años.
Parece ser que la empresa me contrató a mí con la idea de que poco a poco fuese sustituyendo al señor Norte. Para que esto sucediera, tendría que pasar un tiempo, y no poco; primero, porque los trabajos que yo hacía de albañilería eran de mantenimiento; segundo, porque en aquellos tiempos la empresa había comprado unos montes para abrir una cantera y extraer los áridos que necesitaba como materias propias para la fabricación de sus productos; y, tercero, porque yo no sabía lo suficiente para hacer las cimentaciones para la maquinaria de la nueva cantera. Desde siempre he pensado que en la albañilería ha habido tres tipos de obras: albañilería de viviendas, albañilería de obras industriales, y albañilería de obras hidráulicas. De estos tres tipos de obras, la única que yo dominaba muy bien era la de viviendas, en las otras dos era bastante inexperto, y así se demotró cuando la empresa me dijo que me hiciese cargo de las obras de la cantera. Sin reparo alguno les dije que no estaba preparado para hacer ese tipo de obras. Las tuvo que hacer el señor Norte, que era un gran maestro. En las obras hidráulicas el señor Norte también era inexperto. El único que estaba preparado para las obras hidráulicas era Jerónimo Tomás, que se encargaba de controlar el montaje de las instalaciones de tuberías que la empresa fabricaba. Jerónimo Tomás estaba casado con una prima hermana mía. De este señor aprendí bastante en los montajes de tubos, además él fue quien me dijo si yo quería entrar a trabajar en Forte S.A. como albañil.
Con el paso del tiempo fuimos haciendo obras de más envergadura en la fabrica. Una de ellas fue la nave en la cual se ubicaron los vestuarios, zona de duchas y comedor, incluyendo una cantina para los más de cien operarios que en aquel tiempo éramos en el cuerpo de fábrica, sin contar el personal administrativo que tenía las oficinas en Villena ciudad.
A fuerza de ver y tener planos de las obras industriales e hidráulicas les fui cogiendo el hilo, hasta que llegó el momento en que el señor Norte terminó las obras de la nueva cantera y se marchó de la empresa, pero con la prerrogativa de volver cuando quisiera; las puertas las tendría siempre abiertas. Estoy hablando de los años 69/70. Por esta época la fábrica tenía una extensión de terrenos de 357.000 m2., pero carecía de muchas infraestructuras, tales como red de alcantarillado, urbanización de las calles con sus correspondientes bordillos, construcción de algunas naves y, por supuesto, el asfaltado de toda la fábrica. Para todos estos trabajos solamente estábamos mi hermano Martín y yo. Martín había entrado en la empresa por petición mía ocho meses después que yo. Posteriormente también entró en la empresa el tío Juan, como peón, persona mayor pero muy rentable en su trabajo y comportamiento. Cuando se quiso jubilar se vió obligado a estar en activo pasados los 66 años debido a que le faltaban cotizaciones después de haber estado toda su vida trabajando en la agricultura. Otra de las cosas que hacíamos en la fábrica era preparar muestrarios de los materiales de cara vista para las fachadas, con el fin de que los clientes pudieran ver cómo quedaba una vez acabado.
Debido a que esta fábrica de Villena era la más importante había que seguir ampliando el número de naves. Como he comentado anteriormente, las oficinas estaban en Villena ciudad. No hubo más remedio que hacer un nuevo edificio para todo el personal administrativo. Esta obra la ejecutó una empresa de Villena a excepción de la fachada principal, que hicimos nosotros, es decir los albañiles de Forte S. A. Para hacer una nueva nave me dijo la empresa que contratase a una constructora de Monovar que en aquellos momentos nos estaba haciendo unos pequeños trabajos. Esta pequeña empresa la componian dos socios, Benjamin y Jose María. Cuando fuimos al trato de a cuánto se tenía que pagar el metro de obra, Jose María me dijo que le pusiera diez pesetas más por metro, cinco para mí y las otras cinco para ellos. Yo tajantemente le dije: "si sigues hablandome de esa forma, ahora mismo cogéis las herramientas y os marchais de la empresa". El otro socio, Benjamin, le dijo: "José María, con Juan te has equivocado, asi que cállate y vamos a aceptar el precio que hemos fijado antes". Poco a poco se fueron haciendo todas las obras de infraestructura necesarias para esta fábrica, hasta que a finales del año 1.973 y comienzos del 74, se dieron por acabadas.
En aquellos tiempos estaba como director de la empresa D. Manuel Colomina Castañer. Por encima de él estaba D. Bernardo García Forte, que era dueño absoluto de todas las factorías que tenía en toda España, tales como en Mérida, Líria, Aspe, Albacete y, posteriormente, ampliaría a Orihuela y Alicante capital.

sábado, 12 de septiembre de 2009

¡ A LA FERIA ¡

En el año 1.971 la empresa en donde yo estaba trabajando organizó un viaje a la Feria del Juguete, que se celebró en Valencia. Algunas personas, yo entre ellas, aprovechamos este viaje para ir al fútbol a ver al Valencia y al Barcelona en partido de liga de primera división. La entrada me costó cien pesetas, la ubicación en la grada fue buena y el resultado el partido fue empate a un gol. Los goles los marcaron, por parte del Valencia, Paquito y, por el Barcelona, Carlos Resach. Ese año el Valencia se quedó Campeón de liga.
El regreso a Villena lo hicimos al acabar el partido. Sobre las doce y media de la noche llegamos a Villena, y, sobre la una de esa misma noche, estando acostado, me dió un cólico nefrítico que no deseo a nadie. Mi mujer, con la ayuda de una vecina llamada Sacramento, avisó al médico de urgencias. Cuando llegó el doctor, me hizo un reconocimiento y me inyectó una dosis de morfina para calmarme el dolor tan fuerte que estaba padeciendo.
Al día siguiente avisamos al médico de cabecera, y, en cuanto pudo, fue a ver qué me pasaba. Me puso un tratamiento, me mandó hacer un análisis de orina y me dió la baja laboral para quince días. Cuando fuí a la farmacia a recoger el análisis ocurrió algo muy curioso: coincidimos dos personas con el mismo nombre y los mismos apellidos. También los dos análisis eran por el mismo motivo, menos mal que los respectivos números de la cartilla de la Seguridad Social eran diferentes; gracias a ese dato se pudo resolver el caso sin ningún problema. Lo mejor de este viaje fue el buen día que pasamos todos los compañeros y, sobre todo, los chiquillos que vinieron a ver la Feria del Juguete. Al final, fui yo quien peor lo pasó por ponerme enfermo. Lo mejor, que lo estoy contando treinta y ocho años después.
LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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