viernes, 31 de julio de 2009

COMIENZA MI VIDA DE CASADO

A los diez días de empezar mi vida de casado mi mujer se quedó embarazada; y es que no podíamos estar perdiendo el tiempo en el tema de tener hijos debido a la edad que ya teníamos uno y otro. Durante el embarazo todo iba muy bien, salíamos a todos los sitios y disfrutábamos cuanto podíamos sin tener ningún problema. Todo normal hasta que llegó la hora del parto. Por aquellos tiempos un porcentaje bastante alto de mujeres daban a luz en las casas con la ayuda de un comadrón o de una comadrona. En mi casa estaba todo preparado para dar a luz cuando llegase el momento. El día cuatro de Agosto del año 1968 mi mujer empieza a tener síntomas de parto. Aviso al comadrón. Este señor viene enseguida. Mi mujer le comenta que parece que ha roto aguas. El comadrón le dice que no, que, como es primeriza, se ha asustado, y que de parto nada de nada. El día seis de Agosto, dos días después, sobre las ocho de la tarde, mi mujer se pone bastante mal. Aviso de nuevo al comadrón, la reconoce y nos dice que, de inmediato, hay que pedir una ambulancia y llevarla a Alicante lo antes posible. En muy poco tiempo viene la ambulancia. El comadrón le entrega al conductor unos papeles para entregarlos en urgencias en Alicante.
Salimos a toda prisa. De Villena a Alicante hay cincuenta y nueve kilómetros. El tiempo que tardó la Ambulancia fue de treinta minutos, con la sirena de emergencia puesta. En la residencia nos atienden inmediatamente e ingresan a mi mujer en la sala de partos para ver si puede dar a luz. El tiempo va pasando y, nada de nada; como no dilataba, no era posible parir. Pasa la noche y todo sigue igual. A la mañana siguiente, cuando pregunto a los médicos que la estaban atendiendo, me sueltan estas palabras: "Bueno, ha de saber usted que lo que trae su mujer estaba ya muerto cuando llegaron aquí". Nosotros nos quedamos de piedra y sin saber qué decir. El médico continúa: "Miren, vamos a esperar a ver si, con el medicamento que le hemos puesto, dilata lo suficiente para evitar hacer una cesárea". Eran las nueve de la mañana. Sobre las once vuelvo a preguntar. Me contestan que todo sigue igual. Nosotros estábamos nerviosos y tristes al ver lo que nos había pasado. Desde que ingresaron a mi mujer en la sala de partos no nos dejaron verla , por lo tanto la preocupación era todavía mayor. Sobre las cinco de la tarde me llaman a mí para que pasara a la habitación a ver a mi mujer, como diciendo "véala por si la situación se complica". Cuando entré no pude evitar que se me saltaran las lágrimas de ver lo que nos estaba ocurriendo. De nuevo el médico se dirige a mí y me dice: "mire, hemos esperado todo lo posible hasta ver si podía dar a luz por sus medios, pero no puede porque el feto en vez de desplazarse hacia abajo lo está haciendo hacia arriba, con peligro de producirse una axfisia de su mujer. A partir de aquel momento se la llevaron al quirófano para hacerle una cesárea. A las siete de la tarde nos avisan de que la intervención ha salido bien, que el feto es una niña, que si quiero verla la tienen en una de las cámaras que hay para este y otros casos. Les pedí que, por favor, me la enseñaran. Al día siguiente el médico me dice, dándome un consejo, que, para evitar un montón de problemas y de papeles, lo mejor era hacer un justificante como que se trataba de un parto prematuro. De lo contrario, como nosotros vivíamos en Villena, si lo declaraba como una muerte normal, teníamos que pasar por los juzgados, pedir autorización para trasladarla a Villena, pagar por cada uno de los pueblos por donde pasáramos y un montón de cosas mas. Yo lo comento con la familia y me dicen que haga lo más conveniente. La decisión fue tomar el consejo que me dió el médico. Así que busqué una caja de cartón, me pusieron el cuerpo de la niña dentro, y busqué un taxista. Fuimos al cementerio, entregué al enterrador los papeles y él mismo me indicó en dónde podía dar sepultura a la que hubiese sido nuestra hija. Cuando regresé a la residencia mi mujer me preguntó si había tenido algún problema, le dije que no, que todo estaba ya solucionado.
Ella en este caso fue más valiente que yo porque me dijo: "Juan, no te preocupes que en cuanto pueda te daré un hijo". A los diez o doce días le dieron de alta médica en la residencia. El médico que la había asistido nos dijo: "ahora debéis esperar, a causa de la cesárea, un tiempo prudente antes de un nuevo embarazo".
Cuando llegamos a Villena lo primero que hice fue ir a casa del comadrón a quejarme del fallo que había tenido con mi mujer. Si yo hubiese sido de sangre caliente le habría propinado un puñetazo aunque él me lo devolviera. Le dije que, por su culpa, no teníamos una hija. Me respondió: " vaya hombre, no hay muerte que achaque no tenga". Hubo muchas más palabras pero de nada me sirvieron. Creo que en esta ocasión fui un poco cobarde, o quizás tuve algo de sentido común, total, el daño ya estaba hecho.

jueves, 30 de julio de 2009

MI VIAJE DE NOVIOS


El día 14 de Octubre nos fuimos a casa de mi cuñada, que vive en Villafranqueza, para cobrar las 2.500 pesetas cada uno como premio que el gobierno daba a los recien casados. Este premio se podía cobrar en la Caja Nacional de Alicante, cosa que hicímos el día 15.


El 16 nos marchamos a Valencia para estar allí tres días, porque el presupuesto no nos daba para más. Nadie de mi familia se pudo ir de viaje de novios por no disponer de medios económicos. Algo parecido ocurrió en la familia de mi mujer. Nos podemos sentir dichosos de haber sido los únicos, de haberlo podido hacer.

Durante la estancia en Valencia lo pasamos bastante bien. Una de las noches fuimos a una sala de fiestas en donde vimos un gran espectáculo. Al día siguiente montamos en una barca y nos dieron un buen paseo por el lago de La Albufera, disfrutando de ver los patos y los peces que allí había. Lástima que sólo estuviésemos tres días. De regreso fuimos de nuevo a Villafranqueza a casa de mi cuñada, hasta cumplir el permiso que la empresa me había dado al casarme. Tengo que reconocer que no cumplí como debiera haberlo hecho, pues en vez de 10 días que me dieron estuve 15. Lógicamente, cuando me presenté en mi puesto de trabajo, me llamaron la atención con toda la razón del mundo. Yo les propuse que los días que había estado de más fuesen a cuenta de las vacaciones de Navidad. Por ahí me pude escapar y no pasó nada. También puedo decir que, en los siete años que estuve en Villena, cuando los compañeros se marchaban de vacaciones, a mí y al resto de los albañiles nos daban la mitad o menos de vacaciones porque era cuando varias obras de mantenimiento las dejaban para estas épocas.


Y hasta aquí el relato de mi viaje de novios.

miércoles, 29 de julio de 2009

LLEGA EL DÍA DE LA BODA



12 de Octubre del año 1967

La ceremonia de la boda se celebró a las nueve de la mañana en la iglesia parroquial del Niño Jesus, de Yecla. Mis padrinos fueron mi hermano Martín y su mujer.

Los invitados de Villena, ninguno de ellos tenía coche, tuvieron que utilizar el tren de vía estrecha que había, como ya he comentado alguna vez.

Como era normal, los primeros en acudir a la iglesia fuimos mis padrinos y yo. Llegó después la novia. El sacristán me preguntó a mí si, al salir de la ceremonia, abría la puerta principal de la iglesia. Le pregunté si el hecho de abrirla costaba dinero. Me dijo que costaba trescientas pesetas. Entonces, le contesté, saldremos por donde hemos entrado, es decir por las puertas laterales. Una vez terminada la ceremonia y haber recibido la enhorabuena de los invitados, los recién casados y los padrinos fuimos al fotógrafo para que quedara constancia de nuestro enlace matrimonial.

Sobre las doce de la mañana nos marchamos todos al Restaurante para dar buena cuenta de todo lo que habíamos preparado previamente y que ya he explicado. Todo resultó tal como se había previsto. Los invitados quedaron satisfechos y contentos de haber comido y bebido lo que les dió la gana. Si a esto añadimos que también hubo música de acordeón, pues mucho mejor, porque allí bailó el que quiso y el que pudo. Una vez todo esto acabado, cada cual se marchó a donde le dió la gana. Los familiares más directos de mi mujer, ¡ qué palabra ¡..., y los míos, nos fuimos a tomar café y a quedarnos un poco más tranquilos de tanto ajetreo. Después nos marchamos a casa de mi cuñada María, en donde había vivido mi mujer durante siete años. Estando allí, mi cuñada me preguntó si me apetecía merendar. ¿Tienes algo?, le dije. Me contestó que de salado tenía caballa preparada con pimenton y ajos. Así que, sin pensármelo dos veces, me puse a merendar este delicioso manjar. Algo más tarde nos marchamos a Villena, a casa de mi hermano Martín, a estar con el resto de mi familia. Allí nos pusieron de cenar y estuvimos hasta pasadas las doce de la noche, en que cada uno se marchó para su casa. Mi hermano Pedro y su familia tuvieron que tomar un taxi para ir a Onteniente.

sábado, 25 de julio de 2009

SUENAN CAMPANAS DE BODA

Con la edad que teníamos cada uno de nostros no podíamos estar mucho tiempo tonteando. Ella tenía 27 años y yo 28, estoy hablando del mes de Marzo del año 1967, poco tiempo antes de entrar a trabajar en Forte, S.A. Viendo yo que el trabajo lo tenía bastante seguro, nos pusimos a pensar en nuestra boda y en ponerle fecha, eso sí, contando con la opinión de nuestras madres.

Una vez echas estas consultas no hubo ningún problema, de ambas teníamos la autorización, por lo que decidimos poner la fecha del 12 de Octubre del año 1967, festividad de la Virgen del Pilar. Teníamos siete meses por delante para preparar lo que buenamente pudiéramos tener y hacer según nuestros medios económicos.

Por parte de mi novia era su madre la que tenía que comprar el dormitorio. Esto estaba establecido así desde hacía muchos años en Yecla. En cuanto al ajuar de la novia, Paquita lo había preparado con tiempo suficiente y con bastantes sacrificios para tener lo que podía. Yo, por mi parte, prácticamente no tenía muebles, lo único que aporté fue el piso que compré siendo soltero y los pocos muebles que me llevé de Yecla. Por no tener no tenía ni comedor, pero no tardamos mucho tiempo en comprarlo. Como ya comenté anteriormente, mi hermana vivía conmigo y, en cuanto hablé de casarme, no tuvo más remedio que buscarse otra vivienda, ya que aquel piso no pasaba de los setentas metros cuadrados.

La fecha de la boda estaba cada vez más próxima. Teníamos que pensar y hacer la lista de invitados que cada uno íbamos a presentar por parte de nuestras familias. Nuestra economía, por aquellos tiempos, no era muy buena y había que pensar en ajustar los gastos con mucho tacto para no quedar empeñados por querer sacar la barriga y después arrepentirnos. El total de invitados fue de ciento cincuenta.

El menú de boda fue el siguiente: tres bocadillos variados por persona, madalenas, sequillos, que son un dulce típico de Yecla; bebidas, cerveza,vino, refrescos, fanta, cocacola; y, para finalizar, bebidas alcoholicas, coñac, aguardiente, anís y algún otro licor dulce. Tampoco podìa faltar un puro para los hombres y cigarrillos para las mujeres.

Los bocadillos los tuvimos que preparar nosotros la noche anterior a la boda en casa de mi novia. Todo lo preparado lo llevamos al día siguiente, antes de la ceremonia, al lugar en donde se iba a celebrar el convite en Yecla. El gasto total de la boda fue de 35.000 pts. a pagar entre las dos partes. No es que fuese mucho dinero, pero para nosotros fue un pequeño esfuerzo, con la tranquilidad de no quedar empeñados con nadie.

jueves, 23 de julio de 2009

A TRABAJAR EN FORTE, S.A

En el mes Marzo del año 1967 y estando trabajando en la obra de las veinte viviendas, me ofrecieron trabajar en la empresa Forte, S.A. como albañil de mantenimiento. Esta Empresa se dedicaba a fabricar productos para la construcción. La oferta me la hizo el marido de mi prima Pilar, que llevaba bastante tiempo en esta empresa. Yo no me lo pensé dos veces y le dije que sí porque me aseguraba el trabajo y el pan para toda mi vida laboral. Lo que procedía a continuación era tener una entrevista con el director de la empresa y comentar las condiciones de cada uno. El resultado fue muy satisfactorio para ambos.
A partir de aquel momento fijamos la fecha de mi incorporación a la empresa. Esta decisión la comenté con mi madre y con mi novia para ver qué les parecía. De las dos tuve la misma respuesta, que les parecía bien y que hiciese yo lo más conveniente. Como he hecho siempre que he cambiado de empresa, para quedar bien avisé con tiempo suficiente al jefe de la obra en que estaba trabajando. Este señor se alegró de que pudiese ir a una empresa de tanta importancia y me dijo que no tendría ningún problema debido a lo responsable que yo era. El ingreso en Forte, S.A se efectuó el día tres de abril del año 1967. Por cierto, ese día se trabajó solamente por la mañana debido a que por la tarde era fiesta de pascua de Semana Santa y en Villena se celebra mucho.

LA CAMA SE ROMPE

Durante mi noviazgo, alguna que otra vez yo me quedaba a dormir en casa de mi amigo Pascual. Esto sucedía cuando alguna fiesta caía en viernes o lunes. Una de esas veces, como nos acostábamos en la misma cama, ésta se rompió por la parte de la cabecera y nos quedamos con los pies en alto y con la cabeza casi en el suelo. Eran como las tres y media de la noche. De inmediato traté de despertar a mi amigo, pero, como tenía un sueño muy profundo, no hubo forma de que despertase para arreglar la cama. Yo tenía que levantarme a las cuatro y media para coger el tren que me llevaría a Villena y que salía a las seis menos cuarto de la mañana. Viendo que mi amigo no se despertaba, no tuve más remedio que continuar en la posición en la que estábamos hasta que se hizo la hora de levantarme y marcharme.

Cuando al domingo siguiente se lo conté a mi novia, no se lo creía. Se convenció cuando, por la tarde, nos juntamos con mi amigo y su novia para irnos de paseo. Esta anécdota sale a colación, a pesar de los años que han pasado, cada vez que estamos en alguna reunión de amigos.

NACE LA COMPARSA DE BALLESTEROS

Año 1965. Desde siempre me hacía ilusión salir de festero en Villena en las fiestas de Moros y Cristianos. Así que, en la primera ocasión que se me presentó y a través de unos amigos, me comprometí a salir en la comparsa de Moros Arabes. De esta comparsa era socio mi amigo Pedro Compañ, mi principal valedor en este empeño. La comparsa Arabes fue fundada en el año 1.957, pero no tuvo demasiada aceptación. Por este y algún otro motivo, cada año que pasaba iban quedando menos socios, hasta el punto de que el año 1965 iba a ser el último de su existencia, dándose la paradoja de que, para mí, fue el primer año en salir de festero.Cuando acabaron las fiestas de este año 1.965 había dos opciones, o se fundaba una nueva comparsa o desaparecía para siempre de las fiestas de Villena. Después de varias reuniones de las personas que habían pertenecido a la comparsa anterior, se llegó al acuerdo de formar una nueva, con el cambio de que, en vez de pertenecer al bando Moro, lo haría al bando Cristiano con el nombre de Comparsa de Ballesteros.Mi amigo Pedro Compañ me convenció para que les ayudase en la creación de esta nueva comparsa, cosa que acepté muy gustosamente. De nuevo hubo que empezar a hacer reuniones. En primer lugar se nombró una directiva de la que mi amigo Pedro me propuso formar parte. Acepté de nuevo. Y nos pusimos a trabajar.
Había que hacerlo todo: bocetos de los trajes (se hicieron varios hasta que dimos con el que nos gustó), las botas, las armas. Había que ver la forma de amortizar el coste de todas estas cosas. Cada uno debería pagarse su traje. Se estableció también una cuota mensual para gastos de la comparsa. Y un montón de cosas más. Yo me encargué de que gran parte de las botas las hiciera un amigo mío de Yecla y de comprar la pólvora necesaria. Esta pólvora nos costó veinte pesetas menos por kilo que en Villena. Entonces la venta de pólvora era libre, la vendían en las armerías siempre y cuando llevases un permiso de la Guardia Civil. A esta Comparsa pertenecí durante veintiún años, diecinueve de los cuales lo hice como socio saliente y los otros dos como socio protector. Mi hermano Martín y mi cuñado Pascual también se hicieron socios, incluidos los hijos de cada uno de ellos. En dos ocasiones y en años alternos mi hermano Martín y yo ostentamos el cargo de Capitán y Alférez de la Comparsa. Aquellos años fueron maravillosos de lo bien que lo pasábamos con los amigos y demás compañeros. El último año de soltero en que yo salí de festero fue el año 1967. En los seis días que hay de fiestas solamente podía dormir diez horas, y en dos veces.

martes, 21 de julio de 2009

YA TENGO NOVIA


A partir de hacernos novios, yo iba a Yecla todos los domingos a pelar la pava, como suele decirse. Durante la semana nos escribíamos el uno al otro. Paquita, mi novia, vivía en casa de su hermana María, que es la mayor y con una diferencia de edad de diecisiete años. Más de una persona preguntaba si era su madre. María estaba casada con Pascual. De este matrimonio nacieron dos hijos, Julián y Francisco. La madre de mi novia vivía en Villafranqueza, una pedanía de Alicante, con su otra hija, llamada Ana y casada con José.

En los años cincuenta y poco, Ana y José se marcharon a trabajar como guardas caseros de una finca cuyo dueño era un médico analista, cofundador de la Clínica Jimenez Díaz de Madrid.Los dueños de esta finca solamente iban los veranos y por navidad. En esta casa estuvo el que con el tiempo iba a ser mi cuñado hasta el día de su jubilación. Como nuestro noviazgo iba bien, pronto le propuse a mi novia hablar con su hermana y su marido de nuestra relación, dado que, en nuestro caso, ellos dos tendrían que hacer el papel de suegros, por ser los mayores y porque la madre de mi novia, como ya he dicho antes, vivía en Villafranqueza.Cuando Pascual y María me dieron permiso para hablar con Ana y José, pude ya entrar como novio en casa de Paquita. A partir de aquel momento, cuando iba yo los fines de semana, no tenía que estar esperando a que saliera para irnos de paseo. Yo hacía los viajes en un tren FEVE denominado VAY, siglas correspondientes al recorrido que hacía, Villena-Alc0y-Yecla.

Como el noviazgo ya se había formalizado, el siguiente paso a seguir era el de presentar mi familia a la de mi novia. Este hecho se llevó a cabo a primeros del mes de mayo del año 1966. A este acto me acompañaron mi madre y mi hermana, que vivían conmigo en mi piso.Recuerdo que, unos días antes de la presentación, mi novia se había pegado un porrazo en el taller en donde trabajaba. Se recuperó y las cosas volvieron a la normalidad. El lugar donde ella trabajaba era un taller en el que se fabricaban aperos de labranza. Este taller se llamaba De. Como en casi todas las empresas, el dueño explotaba a los obreros todo cuanto podía. A mi novia, además de trabajar en el taller, la mujer del jefe la utilizaba como criada de toda la casa. Allí estuvo casi cinco años. Menos mal que, durante ese tiempo, estuvo dada de alta en la Seguridad Social. Cuando Paquita le comunicó a su jefe que se iba a casar y que le correspondía una prestación por el tiempo que llevaba en la empresa, fue tal el cabreo que cogió el tal jefe, que no le entregó a mi novia un regalo de boda que le había comprado. Pero sí le tuvo que dar una prestación de 5.000.pesetas.

Mis familiares, me refiero a mis primos los de Villena, se pusieron la mar de contentos por todas estas cosas.

EMPIEZO A BUSCAR NOVIA


Todo se estaba cumpliendo tal como lo había planeado.


Como seguía teniendo mis amigos en Yecla, cuando llegaban las fiestas patronales en honor a la Virgen de la Purísima en la primera semana del mes de Diciembre, así como las demás fiestas, como por ejemplo la feria o el primero de Mayo, yo me desplazaba a Yecla para estar con ellos. Siempre he dicho que el buen burro en su tierra se vende, que, a ser posible, mi novia y posteriormente mi mujer tenía que ser de Yecla. La verdad es que mi vida de conquistador con las mujeres no fue muy brillante, pero tampoco muy escasa. A las que a mí me gustaban no les gustaba yo, y viceversa. Pero con el tiempo y una caña..... antes o después encuentras a la que va a ser tu media naranja. De todo los amigos que éramos en Yecla yo fui de los últimos en casarse, los demás estaban ya casados, y algunos de ellos tenían hijos. Cada vez que se casaba uno, el resto me preguntaba: "Juan, ¿y tú cuando?" Yo les respondía: "vosotros tranquilos, que veréis cómo mo me quedo soltero, en esta vida hay tiempo para todo".

Cuando llegaron las fiestas de la Virgen, como decímos los Yeclanos, del año 1965, ya tenía yo ojeada a la que íba a ser mi mujer y compañera para toda toda la vida. Se llamaba Paquita. De esto hace ya más de 44 años. En las fiestas de ese año me acerqué a Paquita con la total determinación de que aquello diera su fruto. Como es lógico empezamos como amigos, pero enseguida fuimos atando lazos porque tampoco podíamos perder el tiempo debido a la edad que uno y otro teníamos ya.

Yo tenía 27 años y Paquita 26, una edad más que suficiente para los dos. La nochevieja del año 1965 la celebramos juntos, en compañia de varios amigos. Nos fuimos a cenar a la pensión, en la Avenida de Yecla.

lunes, 20 de julio de 2009

DE NUEVO A TRABAJAR A VILLENA

Una vez terminada la obra de Ibi, reanudé mi vida laboral en Villena, y me dije, a ver si dejo de salir a trabajar fuera. Para eso había ido a principios del año 1965.

Empecé a trabajar en la terminación de veinte viviendas que se construyeron frente a la plaza de toros. Al poco tiempo, viendo que las cosas empezaban a ir bien, se lo comenté a mi hermano Martín y a mi cuñado Pascual, con el fin de que, si querían, se vinieran a vivir a Villena. Ellos aceptaron y, al poco tiempo, Martín alquiló una casa y, en cuanto pudo, también se compró un piso. Mi cuñado Pascual, en principio se vino a vivir conmigo y lo estuvo haciendo hasta el día en que yo dije que me casaba. El continuó viviendo de alquiler toda su vida.

Cuando ya estábamos las tres familias en Villena nos encontrábamos como peces en el agua. Había acabado el tener que estar fuera trabajando y vivir de cualquier manera. Pero llegó un momento en que nos quedamos sin trabajo porque era invierno y por estas latitudes hace bastante frío. Tuvimos suerte porque se estaba restaurando el castillo de origen árabe que hay en Villena. ¡Bonito castillo!... Allí estuvimos mi hermano Martín, mi cuñado Pascual y yo durante un mes restaurando parte de las almenas. Este tipo de obras me satisfacen un montón. El haber realizado obras en monumentos de esta categoría queda siempre en el recuerdo y te permite decir con orgullo “en ese castillo he trabajado yo”, y ahí queda eso.Una vez terminadas las obras del castillo mi hermano Martín y mi cuñado Pascual se emplearon en otra empresa.

Todo esto ocurría a finales del año 1965 y comienzos del año 1966. Por estas fechas la empresa que había hecho veinte viviendas frente a la plaza de toros iba a hacer otras veinte, anexas a las anteriores, y me buscaron a mí para trabajar en esta obra, que dió comienzo a primeros de año. La cuadrilla la formamos las siguientes personas: un oficial de primera, que era yo, un oficial de segunda, que era Antonio Girón y cuatro peones, dos hermanos, Pepe y Evelio, José Cabanes y un gitano llamado Pepe. Todas las cimentaciones de esta obra las hicimos a pico y pala, sobre todo las de las zapatas de pilares para un edificio de cuatro plantas. Los pilares los montábamos nosotros, pero el encofrado de las jácenas lo montaban los encofradores, personal bueno y muy valiente.

Desde que me fui a trabajar a Villena yo no paré de hacer chapuzas o reparaciones aparte de hacer mi jornada de trabajo en la obra. En estas pequeñas obras me ayudaba mi hermano Martín y, algunas veces, mi cuñado Pascual o mi primo Jerónimo, que estaba casado con mi prima Pilar. Muchas de las personas que me conocían me preguntaban por qué no me iba a trabajar al extranjero. Les contestaba que porque todos mis hermanos estaban casados y bastante tenían con poder sacar su familia adelante, que yo de ninguna manera les iba a dejar mi madre a su cuidado por marcharme a trabajar fuera de España. Yo sabía que los albañiles ganaban bastante dinero, muchos españoles trabajaron en el extranjero para poder hacerse una casa aquí, en nuestro país. Yo la tenía ya, pero me tocaba pagarla a fuerza de hacer muchos trabajos extras.

domingo, 19 de julio de 2009

MI SALIDA DEFINITIVA DE YECLA

En el mes de Julio de este año 1964 empecé a buscar trabajo en Villena con el fin de irme a vivir allí. La mayoría de las personas que me conocían me preguntaban si no pensaba casarme. Yo les respondía que no tenía prisa, y que, primero de todo, me compraría un piso para no estar viviendo de alquiler como había estado mi familia toda la vida.Por eso, a primeros del mes de Agosto fui a Villena a ver el tema de la vivienda. Tuve suerte porque encontré un piso en planta baja, y, además, era subvencionado. El siguiente paso fue avisar a los compañeros de trabajo, que, en el plazo de quince días, dejaba de trabajar con ellos.
Así que, el dieciséis de Agosto hicimos el contrato de compra/venta de la vivienda. El coste total de la vivienda era de 140.000 pesetas. Al firmar el contrato, y para que me entregasen las llaves, tuve que entregar 15.000 pesetas. En el plazo de un año debía pagar 20.000 pesetas más. El resto, o sea 105.000, en 15 años. Cuando hice la primera entrega sólo me sobraron 500 pesetas para comer mi madre y yo. Algunas de las personas que me conocían me preguntaban por qué me iba a vivir a Villena. Mi respuesta era que me iba a vivir a Villena, en primer lugar porque había más trabajo que en Yecla, en segundo lugar porque en Villena tenía un montón de familiares entre tíos y primos, tercero porque desde siempre teníamos la ilusión de vivir en Villena, y, por último y lo más importante para mí, que allí fue en donde yo conocí a mi padre por primera vez cuando tenía apenas ocho años.

Una vez resuelto lo del piso, el día veintidós de Agosto hicimos el traslado de los pocos muebles que teníamos en Yecla, y nos fuimos a vivir, tal como se había previsto, a Villena. En el asunto del trabajo no tuve problema en principio, pero a finales del mes de Agosto la obra en la que yo estaba había llegado a su fin. Villena se preparaba para celebrar sus fiestas patronales de Moros y Cristianos en la primera semana de Septiembre. Por este motivo, y para no estar parado, no tuve más remedio que hablar con unos amigos, y a su vez paisanos, que estaban trabajando en el pueblo de Ibi, a dieciocho kilómetros de Villena. En cuanto hablé con ellos me dijeron que podía empezar en cuanto quisiera. cosa que hice de inmediato. En este pueblo estuve tres meses. Mis paisanos y amigos tenían allí sus familias. Yo, en cambio, íba los lunes y regresaba los sábados. La obra que hicímos fue un chalet. Yo me quedaba a dormir en la caseta de las herramientas. El dueño de la obra era un señor que, poco tiempo atrás, no tenía ni dinero para llevar a su novia al cine. Este señor se decidió, y montó una fábrica de juguetes con la suerte de que, en poco tiempo, empezó a triunfar económicamente. Esta obra la hicímos por mediación de un constructor llamado Juan Rico, del pueblo de Castalla.

jueves, 16 de julio de 2009

NOSTALGIA

(Pincha en la foto para ver Yecla en tamaño grande)
Antes de continuar contando mis memorias me gustaría expresar, a mis setenta y un años, la nostalgia que tengo de mi pueblo. Al menos una vez al año, de las seis o siete veces que voy a Yecla, doy un paseo por las calles que me vieron nacer y crecer, y en las que viví hasta el día en que, por circunstancias ajenas a mi voluntad, hube de emigrar de Yecla.Siempre que puedo empiezo yendo a la calle San Cristóbal. En el nº 40 de dicha calle está la casa en donde nací. Comienzo a recordar la cantidad de cosas vividas por aquellos años, algunas buenas, la mayoría no tan buenas. Cuando estoy en esta calle y empiezo a pasear, lo hago despacio, mirando, como quien dice, casa por casa. En cada una de ellas vivía la señora tal o el señor cual, en esta otra, fulano, en la otra, mengano, en aquella, mi amigo tal. Y así, de esta manera, hago un retroceso en los años como si los estuviera viviendo.

En esta calle viví hasta que cumplí los doce años. Posteriormente mi madre alquiló una casa en la calle del Olivo, también en el nº 40. A esta calle la llaman del Olivo porque, según la historia, fue el lugar donde se plantaron los primeros olivos de los campos de Yecla. Fue a principios del siglo XVII, y al final de dicho siglo, ya había unos 70.000. La producción media en la segunda mitad del siglo XVIII era de 102.ooo litros de aceite, y, como entonces el consumo de la población era de 65.ooo litros, el resto se vendía a forasteros. La producción actual, que es muy oscilante, va de 750.000 a 1.500.000 litros.Viviendo en esta casa de la calle del Olivo fue cuando mi hermana Fina, en el año 1957, se casó. Estuvimos viviendo juntos hasta que, de nuevo, nos tuvimos que cambiar de casa porque era pequeña. En esta ocasión lo hicimos a la calle Jabonerías. A esta calle se la llama de Jabonerías porque en ella trabajaban unos artesanos fabricantes de jabón. Quizás la primera fábrica o almona es la que Alonso Huesca estableció allí en 1.726. La distancia que hay entre las tres casas es de unos 200 metros. En esta casa de Jabonerías estuvimos viviendo hasta el año 1.964. Fue entonces cuando me marché definitivamente a vivir a Villena.

De vez en cuando nos acercamos a Yecla para estar con los familiares y amigos que todavía tenemos allí. Yecla es el pueblo donde me siento más a gusto. Está previsto que, cuando me muera (espero que sea dentro de muchos años), me entierren allí.

miércoles, 15 de julio de 2009

1200 LADRILLOS CADA UNO - DE NUEVO EN SAN VICENTE

En Onteniente trabajábamos todos los días diez horas de lunes a sábado. Pero, en una ocasión, cogimos un trabajo que consistía en hacer unos trasteros en la terraza de un edificio de cuatro plantas.

En los pueblos el único medio que había entonces para subir los materiales a las obras era el montacargas. Pero las viviendas de esta
obra estaban ya terminadas y no se podía colocar nada para subir el material. Necesitábamos 5.000 ladrillos del nº 9. Una tarde, después de salir de trabajar, los cuatro que íbamos a hacer los trasteros merendamos bien con el fin de estar lo más fuertes posible para empezar el trabajo. Todo el material había que subirlo por las escaleras. Eran 90 peldaños desde la calle a la terraza. Debido al peso de cada ladrillo, la mayor cantidad de ladrillos que podíamos subir cada uno de nosotros era de doce en cada viaje. El tiempo que nos llevó subir los ladrillos fue de unas cuatro horas. Cuando nos cruzábamos por las escaleras, no podíamos ni vernos unos a otros de la mala leche que llevábamos. Una cosa es decirlo y otra muy distinta hacerlo.

El tiempo iba pasando. Desde tiempo atrás se venía forjando un problema de convivencia entre mi madre y la mujer de mi hermano Pedro. Un día no hubo más remedio que hablar con él y decirle: “Mira Pedro, tu mujer y nuestra madre no se llevan bien. Parece ser que tu mujer la quiere tener como criada, y la madre no está dispuesta a pasar por lo que tu mujer pretende”. Añadí yo: “Pedro, tú sabes que llevamos casi cinco años trabajando juntos y que cada día hemos estado más a gusto el uno con el otro. Pero, debido a la incompatibilidad de caracteres entre la madre y tu mujer, antes de que tú y yo nos enfademos, lo mejor será que yo me busque trabajo por otro lado, y, aquí paz y allá gloria. Mi hermano no tuvo más remedio que entenderlo y, muy a su pesar, darme la razón.
Antes de marcharme hablé con los antiguos compañeros que trabajaron conmigo en Alicante. Afortunadamente entre ellos se encontraban mi otro hermano Martín y mi cuñado Pascual.
La empresa era la misma, es decir Alfredo Corral Cervera. Las obras estaban en la barriada de la Virgen del Remedio, en donde se construyeron 5.000 viviendas. Nos hospedábamos en San Vicente del Raspeig, con la suerte de que la casa era la misma en que estuvimos anteriormente.
Año 1964. Tenía yo veintiséis años y ninguna prisa para echarme novia. En este año, el día veintiuno del mes de junio, España se proclamó Campeona de Europa de selecciones de fútbol, ganando a la de Rusia por dos goles a uno. En el mes de Julio de este mismo año empecé a buscarme trabajo en Villena con la intención de irme a vivir allí.

martes, 14 de julio de 2009

MI HERMANO, EMPRESARIO

Después de haber estado una temporada en Yecla, las cosas no funcionaban todo lo bien que económicamente uno necesitaba. Esta nueva etapa la inicié con mi hermano Pedro, que se había montado por su cuenta como empresario. Yo le quedé muy agradecido porque, en todo el tiempo que estuve con él, me tuvo dado de alta en la Seguridad Social. Pero, por otra parte, me decepcionó. Más adelante diré el motivo.

El, como empresario, funcionaba bastante bien. En esta nueva etapa estuvimos trabajando, en primer lugar en Elche, en donde hicimos ocho viviendas; a continuación hicimos doce viviendas tipo chalet adosado en Santa Pola. En esta obra yo estaba de encargado de las diez personas que hicimos las viviendas. El se marchó a Onteniente a empezar otra obra que había subcontratado con otra empresa. Una vez que acabamos la obra de Santa Pola, nos fuimos casi todos los que estábamos en Santa Pola a una obra que había en el pueblo de Agullent, pueblo de la provincia de Valencia. Debido a que esta obra también era importante, más de un compañero se llevó a su familia, pues estaba previsto que durara al menos dos años.

Estoy hablando de los años 62/63. Entre todos alquilamos una casa. En ella vivíamos Nicolás y su mujer, que no tenía familia, pero que estaba ya embarazada, y yo. Al poco tiempo, esta señora hubo de marcharse a Yecla a dar a luz. En cuanto pudo volvió a Agullent para estar con su marido y el hijo que tuvo. Yo me llevé a mi madre para que me hiciese las comidas y todo lo demás, pues por aquellos años me encontraba ya muy mal de la úlcera duodenal que el especialista de Murcia me había detectado. Todavía no tenía novia, ni la más remota idea de buscarla. Estando en Agullent, falleció mi abuela materna, la única que yo conocí, porque mi abuelo materno falleció el mismo año en que nací yo, es decir el año 1938. De mis abuelos paternos lo único que puedo recordar, me lo contaba mi madre, es que se marcharon a Francia cuando terminó la guerra civil española. Anteriormente he escrito que mi hermano Pedro se portó bien, pero sólo hasta cierto punto. En Agullent compartió la empresa con uno de los oficiales de los que llevaba trabajando, en vez de hacerlo conmigo. Yo se lo perdoné, en primer lugar porque era mayor que yo; en segundo lugar porque aprendí bastante con él, y, por último, porque teníamos previsto irnos a vivir a Onteniente a trabajar con la misma empresa de Agullent y tendríamos que convivir en la misma vivienda.

Cuando terminamos la obra de Agullent Nicolás y su familia se marcharon a Yecla. Mi hermano Pedro, BLas y su mujer, y yo con mi madre alquilamos un piso, como he dicho antes, en Onteniente. Este piso era bastante amplio. Disponía de cuatro habitaciones, dos cuartos de baño, una cocina bastante amplia y un comedor muy grande. Viviendo en este piso fue cuando el día 22 de Noviembre del año 1963 asesinaron al Presidente de los EE UU de América.

lunes, 13 de julio de 2009

YO TAMBIEN FUI FUMADOR

Cuando tenía 20 años empecé a fumar algún que otro cigarro, cosa que nunca debería haber hecho, pero ocurre que, cuando uno está trabajando con algún compañero que ya es fumador y empiezan a ofrecerte algún cigarro, uno en principio dice que no, pero, por otro lado, parece ser que fumar te va a dar más categoría o que pareces más hombre. Nada más lejos de la realidad. Lo mismo ocurre con la bebida.

Pero vamos al tema del tabaco. Hay que ver cómo poco a poco te vas enganchando y, cada día que pasa, tienes más ganas de fumar. Cuando me fui a vivir a Villena yo era un gran fumador, hasta el punto de que, cuando llegaba el invierno, me resfriaba bastante. No tuve más remedio que ir al médico de familia. Todavía recuerdo la fecha, 17 de Enero del año 1968. Me dice el médico: "Juan, debes intentar dejar de fumar porque tienes los pulmones algo sucios. Le contesté: "no se preocupe, que voy a hacerlo". A los dos meses coincidimos en el autobús público de Villena y me pregunta: "¿Juan, has dejado de fumar?". Yo le digo: "¡sí señor!, y él me contesta: "¡pues yo no puedo!, qué valiente eres". Seis años estuve sin fumar, hasta que la empresa Forte me trasladó a Orihuela y empecé a relacionarme con nuevas personas y de nuevo caí en las redes de este vicio. Ultimamente me fumaba dos paquetes de cigarros cada día, hasta que, cuando me operaron de la úlcera de estómago, me dije ¡se acabó!.

miércoles, 8 de julio de 2009

UNO MÁS DE IZQUIERDAS

Por aquellos tiempos yo tenía bien claro cuáles eran mis ideas políticas, las llevaba dentro. Empecé ayudando a las familias de izquierdas que tenían a alguien en las cárceles españolas por motivos políticos, y colaborando, en lo que podía, económica y materialmente. En Yecla se escribían cartas contra el régimen, y se enviaban al extranjero, concretamente a Checoeslovaquia, en donde estaban Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri, la Pasionaria. Las cartas se echaban a correos en distintos sitios, por ejemplo en Alicante, en Murcia, en Elda, con el fin de que en el matasellos no figurase el nombre de Yecla.

El contenido de estas cartas era siempre contar los problemas del pueblo y de los obreros, que no eran pocos. A las pocas fechas, el contenido de estas cartas llegaba al conocimiento de Santiago Carrillo y la Pasionaria a través de Radio España Independiente Estación Pirenaica. Por entonces compré una radio transistor. Todas las noches oía, en primer lugar, Radio París y, a continuación, La Pirenaica. En bastantes casas tenían aparatos de radio. Los que vivían en las plantas bajas estaban obligados a tener mucho cuidado, porque la Policía Secreta espiaba para saber quiénes escuchaban estas emisoras. Si alguien era pescado, nadie le libraba de un buen disgusto.

En la década de los sesenta el pueblo de Yecla sufrió una etapa de emigración bastante considerable, tanto al extranjero como aquí a otros lugares de la península. Yecla llegó a tener más de dos mil personas trabajando fuera, repartidos por las provincias de Alicante, Murcia, Valencia, Almería y algún otro lugar. La mayor parte de esas personas regresaban a Yecla los fines de semana. Gracias a esto, el comercio de Yecla se mantenía. Alguien decía que Yecla se parecía al resto de España porque vivía de las divisas de fuera. Un obrero ganaba unas dos mil pesetas a la semana.

Durante la semana, el pueblo estaba casi desierto por falta de actividad, sobre todo en la construcción. Volviendo de nuevo a la política, tengo que contar que, en más de una ocasión, aparecían pintadas en los muros de las afueras del pueblo reivindicando Amnistía para los presos políticos que todavía se encontraban en las cárceles españolas. Recuerdo que, un viernes del mes de mayo, alguien vió y denunció a unos chavales que estaban haciendo pintadas alusivas al régimen de Franco. La guardia civil los detuvo de inmediato, con gran disgusto para las madres, en principio. Al día siguiente, sábado, cuando los padres llegaron de vuelta del trabajo que realizaban fuera de Yecla, se encontraron con la desagradable sorpresa. Nos podemos imaginar el mal rato que empezaron a vivir.

Uno de los padres fue al cuartel de la guardia civil a interesarse por su hijo. De nada le sirvió. Le detuvieron también a él. La noticia corrió como reguero de pólvora. Antes de las ocho de la tarde más de mil personas se manifestaron y se dirigieron a casa del señor Juez gritando por las calles: ¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Amnistía!. Una vez que la manifestación llegó al cuartel de la guardia civil, el guardia de puerta avisó al sargento, que en Yecla hacía de comandante de puesto. El Juez entró en conversación con el sargento solicitando la puesta en libertad de los detenidos, petición que el sargento aceptó. Cuando los detenidos salieron hasta la puerta de la calle, se les preguntó por el trato que habían tenido con ellos. Estos contaron que les habían pegado. Los guardias y el sargento lo negaban, pero uno de los detenidos señalaba a un guardia y decía ¡éste me sujetaba y éste me pegaba!. El resultado de aquella noche fue tan positivo que los manifestantes gritaban ¡viva el Juez! ¡viva el Juez!, algo parecido a lo que ocurre en las películas del oeste cuando los vaqueros gritaban ¡viva el sehrif!. Pero lo peor estaba por llegar. A los ocho o diez días de los acontecimientos, más de veinte personas que habían participado en la manifestación fueron sancionadas y multadas, por orden Gubernativa, con 20.000 pesetas y a los pocos días hubo algunas detenciones con mayores consecuencias.

martes, 7 de julio de 2009

SETENTA KILOMETROS EN BICICLETA

Una vez acabadas las obras de Bocairente, la empresa nos mandó a las de Albaida. El tiempo, climatológicamente, había mejorado ya bastante. Estábamos en primavera. En estas obras de Albaida estuvimos hasta bien pasado el verano. Pero las condiciones para nosotros seguían siendo igual de desagradables; es decir, dormíamos en el suelo y la alimentación no era lo suficientemente buena para el trabajo que desarrollábamos. Por todos estos motivos a mí se me empezó a producir una gastritis, que, con el paso del tiempo, se convertiría en una úlcera duodenal. Y después de estar más de veinte años padeciéndola, cosa que no deseo a nadie, cuando tenía cuarenta y dos años, fui intervenido en el Sanatorio Mesa del Castillo de Murcia. El resultado fue excelente y, toco madera, llevo veintinueve años sin sentir molestia alguna de estómago.
Y es que había motivos más que suficientes para enfermar del estómago. En todo el tiempo que estuvimos en esta obra de Albaida no comimos ni un solo día comida caliente. Por eso, cuando los sábados iba a Yecla y en casa me ponían comida caliente, esta comida hervía en mi estómago como si fuese un ladrillo de cerámica sacado del horno y metido en agua.
Estando en esta obra y en el mes de agosto, se me ocurrió decirle a mi hermano mayor: “Pedro, ¿quieres que el lunes nos vengamos en bicicleta desde Yecla?” Me respondió que de acuerdo, que saldríamos a las cuatro de la mañana. Cuando fui el lunes a llamarle me dijo que no se encontraba en condiciones. Le respondí que yo no me volvía atrás, y salí de Yecla en dirección a Albaida. Pasé por Villena, Cañada, Benejama, Bañeres, Bocairente, Onteniente y, por último, Albaida. Lo peor del viaje fue cuando estaba entrando a Bocairente. La carretera tiene una pendiente de al menos el nueve por ciento, y se me ocurrió poner los dos pies encima del manillar de la bicicleta para ver cuánta velocidad cogía sin frenar. Cuando quise poner los pies en los pedales, perdí el equilibrio y fui al suelo en menos que canta un gallo, dándome un porrazo de campeonato. Fui al menos siete metros deslizándome por el suelo. Cuando me levanté, tenía casi todo el brazo izquierdo pelado. Pero no era grave y reanudé mi viaje. Cerca de donde me di el porrazo había una fuente de agua de nacimiento. En ella me lavé y bebí. A las ocho de la mañana estaba ya en Albaida, incluso antes que mis compañeros que venían en el autobús.
Pero la cosa no acabó ahí. El sábado siguiente, cuando terminé de trabajar, comí lo que me quedaba de la semana y, sobre las dos de la tarde, cogí de nuevo la bicicleta y emprendí viaje dirección a Yecla. Pero esta vez, en vez de irme por Bocairente, lo hice por Fontanares con dirección a Caudete. La carretera era mucho peor porque no estaba asfaltada, era de tierra. No llevaba ni gota de agua, ni un parche por si pinchaba. Por todo esto y por todo el calor que hacía me sentía bastante mal, pero no podía volverme atrás. Cuando llegué a Caudete, paré en una fuente que hay a su entrada, y en la que había dos señoras llenando agua. Yo no pude ni decir buenas tardes de seca que llevaba la boca. Lo primero que hice antes de beber agua fue mojarme las muñecas. Dejé pasar un rato. A continuación bebí un trago corto y dejé pasar otro rato. Después pude saciar mi sed bebiendo lo que quise.Cuando reinicié mi viaje faltaban todavía dieciséis kilómetros para llegar a Yecla. De éstos, la mitad eran cuesta abajo. Tomé mis precauciones para que no pasara lo de Bocairente. A las seis de la tarde estaba en mi casa. Cuando llegué, lo primero fue dar un beso a mi madre, coger un cubo de agua y lavarme lo mejor que pude. En casa no teníamos cuarto de aseo. Merendé lo mejor que pude, me cambié de ropa y me fui un rato con los amigos.
Yo no tenía novia. Al estar fuera trabajando, apenas tenía tiempo para buscar alguna chavala. A los casados les pasaba que apenas tenían tiempo de estar con sus familias. Esto también influye en la educación y cariño de los hijos.

lunes, 6 de julio de 2009

AL PIE DE LA SIERRA MARIOLA

Cuando terminamos las obras de Alicante nos fuimos a las de Bocairente. Este pueblo está situado al pie de la sierra Mariola, en la cordillera de montañas que llegan hasta Alcoy. Yo, con tantos cambios de pueblo, no podía echarme novia en ninguna parte. La medio novia que tenía en Monóvar se acabó enseguida.

Esta obra de Bocairente fue la peor de todas las que tuvimos con la empresa de Alfredo Corral Cervera. Nuestras familias no vinieron ya con nosotros. Se volvieron a Yecla. De nuevo tuvimos que volver a coger las colchonetas de paja y dormir, en esta ocasión, encima de unos tableros de la obra. Esta obra tenía programadas cincuenta viviendas en un bloque de cinco plantas, y sin ascensor. Las estructuras eran ya de pilares y de jácenas de hormigón armado. Los cerramientos, de ladrillos de cerámica.Durante los tres meses de invierno el frío era bastante intenso. Lo primero que hacíamos cuando llegábamos a una obra era tabicar una vivienda. La hacíamos sin ventanas. Lo único que tenía era la puerta de entrada. En esta obra, cuando nos acostábamos, lo hacíamos vestidos debido al frío y humedad que había por todos los sitios. Las mantas que usábamos estaban siempre húmedas. Una cosa es contarlo y otra muy diferente sufrirlo. Todos los sábados íbamos a Yecla utilizando el tren de vía estrecha que hacía el trayecto Alcoy-Cieza pasando por Villena y Yecla.

A VIVIR A SAN VICENTE


Al poco tiempo de estar trabajando en esta obra, mis dos hermanos, mi cuñado Pascual y yo decidimos buscar una vivienda en san Vicente del Raspeig para traer cada uno mujer e hijos, con el fin de estar reunidos y bien atendidos. Yo, en mi caso, traje a mi madre.

La vivienda que alquilamos era una planta alta que había en el interior del patio de un caserón, propiedad de un agricultor que tenía ya bastante edad y que no quería saber nada de la agricultura, y mucho menos de los dos hijos, que estaban estudiando. La planta alta de esta casa tenía unos noventa metros cuadrados. No había ningún tabique de separación. Lo que hicimos nosotros fue dividirla por la mitad y hacer las habitaciones necesarias, sin puertas, únicamente unas cortinas. Un par de cocinas, dos cuartos de aseo, y el resto de la planta, comedor comunitario y zona de ocio.

Estábamos un total de once: Martín y su mujer, mi cuñado Pascual y mi hermana, mi hermano Pedro con su mujer y dos de sus hijos y mi madre y yo; posteriormente, llegó el tío Juan. Al poco tiempo nació el primer hijo de mi hermana Fina. Recuerdo que fue el día 22 de Mayo del año 1958. Era domingo. Ese día jugó el Real Murcia contra el Hércules de Alicante en partido de segunda división del fútbol nacional.

Los domingos bajábamos a Alicante y, si hacía buen día, nos bañábamos en la playa del Postiguet. Íbamos en un tranvía que solía andar a tope de gente, sobre todo los días de fiesta. Estos tranvías llevaban un conductor y un revisor. De vez en cuando subía un señor que era el inspector y que, si te pillaba sin billete, te hacía pagar el doble. Tanto el conductor como el revisor vestían de uniforme gris y gorra de plato. Se asemejaban en su vestimenta a los ¨los grises¨, que tanto respeto imponían en aquellos tiempos.

De vez en cuando y siempre en verano, en la plaza de toros de Alicante hacían lucha libre americana. La plaza se llenaba porque este deporte gustaba mucho. Recuerdo que un día de entre semana se incendió la fábrica de goma, que estaba ubicada entre las dos carreteras de Villafranqueza y de San Vicente, a la altura de lo que hoy es el Hospital Residencia Virgen del Remedio. El incendio fue tan grande que todo Alicante se llenó de humo. El día 17 del mes de abril cayó aguanieve. Nos enteramos de que, por esas fechas, llegó a nevar abundantemente en Yecla. Fue una ola de frío que azotó a toda España.

¡ CUANTA AGUA !


Una vez terminadas las obras de Aspe, nos trasladaron a las de Alicante. La mayor parte de compañeros, incluído yo, no habíamos visto nunca el mar. En cuanto teníamos ocasión bajábamos a la playa para verlo. Estoy hablando del año 1958. Las obras estaban ubicadas en la carretera que va de Alicante a san Vicente del Raspeig, concretamente en el barrio de El Altozano. Estas obras consistían en un bloque grandísimo de cinco plantas.Todos los muros principales eran de piedra de cantera y con un espesor de cuarenta centímetros. Las vigas eran de hormigón pretensado y las bovedillas para los forjados, de yeso. Los medios que teníamos para subir los materiales a las plantas eran un montacargas fijo y unos carros pequeños para repartir por las plantas.Todo el amasado de mortero y de hormigón lo hacíamos a mano, o sea a base de sudor. Si a esto añadimos que siempre íbamos a destajo, el desgaste físico era mucho mayor.Nuestra cuadrilla era de cinco oficiales y cinco peones. La empresa nos ponía el hombre del montacargas, que iba a jornal. Nosotros, para motivarle, le dábamos algo de dinero extra y él se desvivía con nosotros.Conforme íbamos subiendo las plantas de las viviendas veíamos mucho mejor el mar. En ocasiones nos servíamos de la línea del horizonte del mar para nivelar algún elemento de la obra.Por aquel año, en España se desató una gripe bastante peligrosa llamada asiática. Tal fue su magnitud que, por ejemplo, nosotros, del total de la cuadrilla, sólo quedamos tres que pudimos seguir trabajando sin tener que marcharnos a casa por la gripe.

UN SUSTO MORROCOTUDO

Estábamos trabajando en las obras de Aspe. En España se empezaron a ver los primeros aviones reactores de propulsión. Recuerdo que un día, cuando más tranquilos estábamos trabajando en el interior de las viviendas, oímos un ruido espantoso y ensordecedor. Salimos corriendo a la calle, atemorizados, sin saber qué era lo que pasaba. Como las viviendas que estábamos haciendo estaban en plena huerta y además eran de planta baja, los dichosos aviones sobrevolaban casi a la altura de los tejados. En estas obras, además de mi grupo de compañeros, también había otro, que era, como nosotros, de Yecla. Como de costumbre y al igual que en casi todos sitios, también dormíamos en el suelo.
En estas obras disponíamos de un compañero que se encargaba de hacernos la comida del mediodía y la cena. Por las noches nos reuníamos los unos con los otros con el fin de pasar un rato. Una noche se marcharon unos cuantos de cada grupo a comprar una garrafa de vino, con la intención de estar de vuelta para la cena. Cuando se fueron eran sobre las ocho de la noche. Estuvimos esperándoles más de dos horas. Como no regresaban, no tuvimos más remedio que cenar. Pero sí que les dejamos parte de cena para cuando llegasen. Pasaban de las doce de la noche cuando llegaron. Y llegaron con un poste de madera de unos seis metros de largo al hombro de tres o cuatro, con la garrafa de vino prácticamente vacía y cantando y bailando una danza india. Nosotros estábamos ya acostados. Ellos se empeñaron, y así lo hicieron, en que nos teníamos que comer un trozo de patata cruda y beber un trago de vino. Antes de quince minutos estábamos, más de la mitad, con un cólico de espanto y haciendo cada uno sus necesidades por donde buenamente podía. Menos mal que estábamos en la huerta.

viernes, 3 de julio de 2009

MI ENTRADA EN QUINTAS

Soy de la quinta del 59. Cuando me midieron, la talla que di fue de 1.615 milímetros. Pero no fui a la mili porque era hijo de viuda. Mi hermano Martín tampoco fue por el mismo motivo. Para que esto sucediera, mi hermano el mayor se tuvo que casar antes de que Martín entrase en quintas. Esto mismo tuvo que hacer Martín, casarse antes de que yo entrase en quintas. Este procedimiento tenía un montón de inconvenientes. Hay que estar cuatro años llenando expedientes, con el peligro de que, si, por casualidad o mala suerte, durante ese tiempo fallece nuestra madre, tienes que incorporarte a filas. Ha habido casos de que, a punto de librarse, se han tenido que incorporar con un retraso de hasta cuatro años, siendo más viejos que sus compañeros de quinta.
El no ir yo a la mili me vino de maravilla, porque es la edad en que una persona está aprendiendo una profesión, y, si la haces, te parten por medio.Muchos dicen que en la mili se hacen más hombres. En mi caso particular, creo que, con los siete años que estuve trabajando fuera de mi casa, no me hizo falta vestirme de caqui. No sé si en mi niñez fui un poco cobarde, o es que tenía más conocimiento del que en realidad me pertenecía por edad. Puede que influyeran los consejos, los consejos que mi madre desde siempre me daba. Ella me decía que nunca me pelease, que, si quería una cosa y no la tenía, que me aguantase. Reconozco que en más de una ocasión tuve motivos para pelearme, pero en aquellos momentos me acordaba de mi madre. Me habré peleado, como mucho, tres o cuatro veces. En unas salía ganando y en otras perdiendo. Siempre se me ha dado mejor el diálogo, discutirlo lo más pacíficamente posible. Aunque a veces hay que sacar la mala leche que uno pueda tener.

CAMBIO DE EMPRESA

Como ya he comentado anteriormente, la nueva empresa se llamaba Alfredo Corral Cervera. Cuando yo empecé a trabajar en ella, yo era oficial de segunda, pero la empresa me pagaba y cotizaba a la Seguridad Social como peón. Lo mismo hacía con la mayoría de los compañeros. A nosotros no nos importaba demasiado porque siempre trabajábamos a destajo. Estoy hablando de los años 57, 58 y 59.

Esta empresa tenía obras en muchos pueblos de las provincias de Alicante y Valencia. El tiempo que yo estuve trabajando en esta entidad fue de cuarenta y ocho meses, en primer lugar en el pueblo de Monóvar, y luego, por este orden, Aspe, Alicante en dos etapas diferentes, Bocoirente, Albaida y en La Eliana, estos dos últimos pertenecen a Valencia. En todas las obras mis compañeros y yo nos quedábamos a dormir en las propias obras y, por supuesto, siempre en el suelo o, como mucho, encima de unos tableros. Otra de las cosas que teníamos bastante mal era el tema de las comidas. Hubo una excepción, y fue en Monóvar. Allí nos quedábamos en una casa grande con bastantes habitaciones. En alguna de ellas había camas, pero las ocupaban los casados con sus mujeres. En esta ocasión íbamos todos los Sábados a Yecla. El camino de Monóvar hasta Villena lo hacíamos en un tren llamado El Cartagenero, que hacía el trayecto Cartagena-Valencia y viceversa. Este tren siempre llegaba a la estación deMonóvar completo. Nunca nos vendían billetes en taquilla, pero nosotros subíamos siempre con el riesgo de que, si te pillaba el revisor, te hacía pagar el doble.

Las primeras veces caíamos como pajaricos, pero en las siguientes hacíamos esto: durante la semana reuníamos el importe de los billetes de cuatro o cinco compañeros en monedas de diez céntimos. El día del viaje montábamos en vagones distintos. De esta manera, si nos pillaba el revisor, le entregábamos, por separado, el importe de cada uno de los billetes. Como el tren continuaba su camino mientras el revisor estaba contando monedas, en muchas ocasiones nos escapábamos de pagar. La poca vergüenza la tenía Renfe, por no poner más vagones.

Continúo con la estancia en la obra de Monóvar. Por las noches algunos compañeros iban al cine, otros nos quedábamos en la casa jugando a las cartas algo de dinero, poco, pero dinero. Estando en Monóvar me eché una medio novia. Una de mis primas dio a luz en Villena al mayor de sus hijos, y nos invitó al bautizo. Pero, como nosotros vivíamos en Yecla, el único que podía ir era yo. Le dije a mi madre que no se preocupara, que yo me pasaría por casa de mi prima para estar en el bautizo. Nada tan lejos de la realidad, lo único que hice fue coger el tren y marcharme a Monóvar a ver a la media novia que yo tenía. Esa misma semana se quejaron a mi madre porque no habíamos ido al bautizo. Ya os podéis imaginar el disgusto que se llevó. Cuando al sábado siguiente llegué a casa, la reprimenda fue de padre y muy señor mío.

jueves, 2 de julio de 2009

APUNTARSE EN CORREOS

Tres éramos lo jóvenes que estábamos en Ayelo de Malferit. Posteriormente llegó uno más que se llamaba Roque. El tal Roque se las daba de listo diciendo que él tenía novia en Yecla, que si esto, que si lo otro.
Los mayores de entre nosotros se dieron cuenta enseguida, y nos dijeron: “tenéis que darle una novatada a Roque, vais a decirle que, si quiere tener carta de su novia, tiene que ir a correos y apuntarse, porque, si no lo hace, por muchas cartas que su novia le escriba no recibirá ninguna”.Un buen día le dijimos: “Roque, cuando tú quieras te acompañamos a correos”. Un domingo, después de comer, nos dice Roque: “¿ vamos a correos?” Nosotros le contestamos: ”¡vamos¡”. Sobre las cuatro de la tarde, con un calor espantoso, nos fuimos los tres jóvenes a acompañarle.Una vez en la puerta, le dijimos: “Roque, llama tú a la puerta y hablas con la persona que salga”. El llamó y salió una señora. “Buenas tardes, señora; vengo a que me apunte usted para tener carta de mi novia, porque estoy trabajando en las viviendas que se están haciendo para los agricultores y, como vamos a Yecla cada tres semanas, yo quiero tener carta de mi novia. La señora se le quedó mirando y le dijo: “Anda, vete, que no hace falta que te apuntes”. Nosotros estábamos en la acera de enfrente y le preguntamos: “¿Roque, qué te ha dicho la señora?”. Roque, más manso que un cordero, nos dijo:”vámonos, que no hace falta”.
A partir de aquel día su boca fue un candado, ya no se las daba de listo. Con el tiempo llegó a ser futbolista y jugó en el Yeclano. Por cierto, era muy valiente.

LAS PULGAS AL PODER

Al poco tiempo de estar en Ayelo de Malferit, en la casa donde nos quedábamos se originó una plaga de pulgas causada por los dos perros galgos que la dueña tenía en una cuadra. La plaga fue tan grande que todas las ropas, todas las colchonetas, y toda la casa se infectó por completo. Cuando por las noches nos acostábamos, las oiamos saltar por encima de las sábanas y colchonetas. Ssegún iban pasando los días, como íbamos a Yecla sólamente cada tres semanas, daba verguenza ver toda la ropa, sobre todo las sábanas, totalmente llena de cagadas de pulgas. A mi madre le daba bochorno llevar la ropa al huerto, a la vista de la gente. En más de una ocasión estos bichejos hacían viaje de ida y vuelta, porque, por mucho que te lavaras, siempre se escapaba alguno. Incluso estando en el cine de vez en cuando notabas un picotazo, y no era otra cosa que una pulga.
Aprovechando el momento voy a contar un chiste de pulgas. Al igual que dos personas cuando salen del cine y está lloviendo se preguntan ¿cogemos un taxi o nos vamos andando?, una vez salían dos pulgas del cine y estaba lloviendo y ellas se preguntaron ¿cogemos un perro o nos vamos brincando?.Aquella epidemia duró más de un mes. No había forma de extirparla, ni pegando fuego en la cuadra, ni echando zotal. Hasta que alguien se enteró de que vendían unos polvos muy eficaces para elimínarlas. Compramos los polvos, rociamos por todos los sitios. Pusimos a los perros totalmente blancos de polvo. A los cinco o seis días había desaparecido totalmente la epidemia.

No quiero dejar de contar lo siguiente: durante los once meses que estuve allí trabajando las comidas eran bastante flojas y escasas. Por las mañanas consistían en un bocadillo. Al mediodía, casi siempre arroz con patatas, algo de hierbas y algo de salado o unas morcillas asadas al fuego. Por la noche, siempre patatas fritas, algún trozo de tocino y fruta. Con mucha suerte, alguna onza de chocolate o un trozo de dulce de membrillo.

miércoles, 1 de julio de 2009

EMPIEZA MI VIDA DE EMIGRANTE

El día 3 del mes de Mayo del año 1955 fue mi primera salida de Yecla para trabajar fuera en la profesión de albañilería. La empresa era de Yecla y el empresario, Manolico, "El Rata" (el apodo decía ya bastante). Su empresa tenía una obra de cien viviendas para agricultores en el pueblo de Ayelo de Malferit (Valencia). Este señor, antes de darme trabajo, me hizo pasar unas pruebas de una semana en unas obras que tenía en Yecla. Si dabas buen resultado, te contrataba para la obra que había en Ayelo de Malferit, y, si no, te decía que de momento no le hacías falta, que ya te avisaría. En Yecla, antes de irme a esta empresa, ganaba veinticuatro pesetas en una jornada de ocho horas. El jornal que la nueva empresa me pagaba era de cuarenta pesetas al día, con una jornada de trabajo de diez horas en invierno y de doce o trece en verano; pero, ninguno de los que estábamos trabajando allí estaba dado de alta en la Seguridad Social. Éramos unos veinte. Algunos estaban casados y se llevaron a sus esposas e hijos. La empresa alquiló una casa muy grande, tipo palacete, que disponía de bastantes habitaciones tanto en la planta alta como en la baja. Esta casa también disponía de un par de cuadras que estaban ocupadas por un montón de muebles, más bien viejos, y en desuso por parte de la dueña de esa casa. Por haber, había hasta dos perros galgos, a los que la dueña quería más que a su propia familia, que, por cierto, no era muy extensa. En una de las habitaciones nos acostábamos once compañeros; eso sí, en el suelo y cada uno en su colchoneta de paja. A los ocho días de estar trabajando en esta empresa me dio un cólico intestinal. Lo pasé bastante mal. Los que no teníamos allí a la esposa íbamos cada tres semanas a Yecla. El medio de transporte era un autobús que hacía el trayecto de Villena a Valencia y viceversa. De Villena a Yecla utilizábamos un tren de vía estrecha que hacía el recorrido de Alcoy a Cieza pasando por Jumilla y Yecla. Si uno de estos autobuses llegaba al punto en donde estábamos y venía completo, nos subíamos a la baca del autobús. En aquellos tiempos estaba permitido. Los jóvenes nos lo pasábamos de lo lindo.El pueblo era pequeño. Nunca les habían hecho tantas viviendas de una vez. Los vecinos estaban muy contentos. Cuando llegamos, nos propusimos respetar las costumbres y a las personas que habitaban allí. El resultado fue magnífico mientras permanecimos en aquel pueblo.

Recuerdo que en el año 1956, en el mes de febrero, España sufrió una ola de frío intenso que tuvo una duración de un mes. En el pueblo de Ayelo de Malferit no hubo ni un solo día en que no estuviésemos por debajo de los cero grados. Aún así, nosotros no paramos de trabajar ni un solo día. El agua que empleábamos estaba en unas balsas que había en la calle. Todos los días teníamos que romper el hielo y “garvillar” el agua para que no apareciesen trozos de hielo en los muros que estábamos enluciendo. Aún así, tan pronto como echábamos el yeso en las paredes, veíamos cómo se cristalizaba.En este pueblo de Ayelo de Malferit fue en donde yo vi por primera vez las fiestas de los toros sueltos por las calles, que son bastante divertidas y que se celebran en la primera semana del mes de Agosto.


El doce de octubre de 1956, festividad de la Virgen del Pilar, debería haberse celebrado en la plaza de toros de Valencia una corrida de toros en la que estaba programada la actuación del torero murciano Manuel Cascales. En vísperas del Pilar hubo en Valencia unas grandes inundaciones. La corrida de toros fue suspendida. Durante el tiempo que duraron las inundaciones, la Región de Murcia (los huertanos) se volcó en ayudar incondicionalmente al pueblo de Valencia, y, sobre todo, con el burro Platero. En Murcia hubo una campaña benéfica a favor de los dannificados por estas inundaciones, y esa campaña recibió el nombre de "Platero".

El tiempo íba pasando, y el trabajo era cada vez más duro. El sueldo era el mismo, es decir cuarenta pesetas al día y doce o catorce horas en cada jornada. Recuerdo que en una semana hicimos la fachada de dieeciséis viviendas a base de muros de piedra y ladrillos entre dos oficiales, un peón y yo amasando; algo impensable con los medios de que disponíamos por aquellos tiempos.

Como he comentado anteriormente, a Yecla íbamos cada tres semanas. Los domingos los dedicábamos a jugar al fútbol o a ir al único cine que había en el pueblo. Por aquella época estaban de moda las películas de Antonio Molina, y, como siempre, las del oeste. Los compañeros de más edad pasaban el rato jugando a las cartas o tomándose algún que otro litro de vino. De vez en cuando a alguno se le subía a la cabeza pero jamás se metieron en follón alguno.

Cuando llevaba once meses en aquella empresa, decidí irme a Yecla a trabajar. Estuve un corto espacio de tiempo en otra empresa, hasta que varios compañeros de los que habíamos estado en Ayelo de Malferit nos fuimos a la empresa de Alfredo Corral Cervera.
Antes de empezar a contar mi vida en la nueva empresa quiero relatar el final de mi estancia en Ayelo de Malferit.

PATATAS A LO POBRE

En el verano del año 1954 mi hermano Martín y yo estuvimos trabajando en una fábrica de hacer tejas y ladrillos de barro. El jornal que yo cobraba era de 17 pesetas en una jornada de 8 horas; mi hermano cobraba 25 pesetas. El trabajo era bastante fuerte. El barro lo hacíamos a mano dentro de unas balsas. A continuación se trasnportaba en carretillas a una pista en donde se elaboraban el ladrillo y las tejas. El motivo de estar los dos trabajando en el mismo lugar era porque mi madre y mi hermana se marcharon a trabajar a tierras manchegas, a segar trigos y cebadas. También padecieron lo suyo en los cuarenta y cinco días que estuvieron en estos trabajos.
Durante todo ese tiempo nuestra abuela materna se encargaba de hacernos la comida y las tareas de la casa. Recuerdo que una noche le gastamos una broma a la abuela. Ella había preparado un buen plato de patatas fritas a lo pobre para cenar y un plato de pescados fritos como segundo. Cuando llegamos de trabajar, nos aseamos y nos sentamos a la mesa. La abuela nos dijo: "Empezar que voy a sacar el plato de pescado". En ese momento me dice mi hermano: "Trae rápidamente un plato limpio y vacío, que lo vamos a cambiar por el de las patatas fritas". En hacer esto no tardamos ni dos minutos. Cuando salió nuestra abuela con el plato de pescado, mi hermano y yo estábamos pasando un trozo de pan por el plato limpio, dando la sensación de que las patatas nos las habíamos comido en tan corto espacio de tiempo. Cuando ella vió el plato vacío se echó las manos a la cabeza y empezó a decir. "¡Díos mío, qué animales, os vais a poner malos y vuestra madre no está aquí!". Como no tenía ni un solo diente ni muela en su boca, las palabras le salían con mucha más dificultad que de costumbre. Menos mal que la cosa volvió a su normalidad cuando vió reaparecer el plato con las patatas fritas a lo pobre.
LLegado a la jubilación, diviso mi vida como desde una atalaya: alegrías, miserias, trabajos, familia, amistades... Es como una película, la película de mi vida. Yo he tratado de presentar algunas cosillas en este sencillo blog. Es además, en cierta medida, el reflejo de lo que ha sido la vida de nuestra generación: carencias, sudor, lágrimas, y, también, algunos momentos agradables.

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